Martes I Tiempo de Adviento Is 11, 1-10 Sal 71 Lc 10, 21-24 ¿Quién de nosotros no desea un mundo en donde exista la armonía entre todos los habitantes de la tierra? Se ha trabajado arduamente en esto, se han buscado incontables caminos para ello y, sin embargo, no se ha logrado alcanzar esa cometido. Hoy la liturgia de la Palabra nos habla de un descendiente de David, el cual, lleno del Espíritu de Dios, hará que llegue la verdadera felicidad al hombre. Él es el único medio para reintegrarnos a la paz con Dios y con el prójimo. Lo que hará pleno al hombre es vivir amando y siendo amado por el otro. Pero esto no será posible mientras haya egoísmos que nos imposibiliten tender la mano al prójimo. La felicidad brota del amor que se encarna en nosotros y se comparte con los demás. El mismo Jesús ya nos lo decía: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15, 13). Probabl...
Reflexiones diarias