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Mostrando entradas de septiembre, 2020

Tú confía: ¡sígueme!

  Miércoles de la  XXVI semana Tiempo Ordinario Jb 9, 1-12. 14-16 Sal 87 Lc 9, 57-62      La manera en que se expresa Job nos deja un sabor agridulce. Sabemos por todo lo que tuvo que padecer. Conocemos que no le fue del todo bien con el Señor y que tuvo que sufrir en su propia vida todo tipo de desgracias. Su fe estaba siendo probada hasta lo más profundo de su ser. Dios es así: da la prueba y también da la recompensa.      Job acepta todas las pruebas que el Señor le pone, pero a su vez, reconoce la sabiduría con la que está procediendo en su vida. Sus designios son inescrutables y nunca será comprendidos por el hombre. Es inútil discutir con Él o tratar de doblegar su voluntad. Que nuestra suplica sea siempre” que se haga, Señor, tu voluntad, aunque sea contra la mía.      Todos nosotros hemos pasado por duras pruebas, al grado de tener una actitud de rebeldía, o de suplica, o de dolor contra el Señor. ¿Cuántas veces no hubiéramos querido darle la espalda a Dios? Pero no h

Arcángeles del Señor

  San Miguel, Gabriel y Rafael, Arcángeles Fiesta   Ap 12, 7-12 Sal 137 Jn 1, 47-51      En estos días en que vivimos tan dependientes de lo inmediato y tangible, que nos predisponemos a no aceptar todo aquello que no se puede comprobar, nos podría parecer innecesario hablar de los ángeles.      Fue el mismo Jesús quién nos ha convencido de su existencia, ya que en distintos momentos se refiere a ellos. También, gracias a esta enseñanza del Maestro, la Iglesia habla de ellos y los sitúa como seres espirituales, no corporales: son criaturas personales, dotadas de inteligencia y voluntad, con una misión especifica. Las criaturas angélicas son una obra más del Señor.      Los ángeles se encuentran tan presentes en la historia de los hombres. En ocasiones se les designa un nombre propio, debido a la misión que se les ha encomendado. Ya desde el comienzo de la salvación aparecen en el Paraíso; también en numerosos pasajes de la Sagrada Escritura.      En la figura de Jesús, podemos

El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó

  Lunes de la  XXVI semana Tiempo Ordinario Jb 1, 6-22 Sal 16 Lc 9, 46-50      El pasaje del libro de Job, que hemos reflexionado este día, nos muestra a un hombre justo y honrado. No es una característica adaptada por el autor sagrado, sino por el mismo Dios, ya que es Él quien dice: “¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay hombre como él: es justo y honrado, que tema a Dios y se aparta del mal”.      ¿Qué es lo que sucede cuándo el demonio ve a una persona con estas cualidades? Inmediatamente buscará la oportunidad de tentarlo, de ponerle zancadillas para hacerlo caer. El maligno buscará todos los medios posibles para apartarnos de los caminos del Señor.      Job, tentado por el adversario, lo ha perdido todo y, aún sabiendo que Dios está con él, no duda en afirmar: “El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó”. Una actitud que debemos de aprender en nuestra vida. Generalmente, tras haber perdido algo que valoramos mucho, una persona, un trabajo, un objeto, etc.,

Recapacitemos

  Domingo XXVI Tiempo Ordinario Ciclo “A” Ez 18, 25-28 Sal 24 Flp “, 1-11 Mt 21, 28-32      Hermanos, las puertas están siempre abiertas para cuando queramos retornar y dirigirnos sinceramente al Señor, lo único que se necesita es volver a él de todo corazón, ya que el Padre siempre recibe con gozo a sus hijos que se arrepienten de verdad.      ¿Cuál es el signo del verdadero arrepentimiento? No volver o intentar no caer en las antiguas faltas cometidas y buscar arrancarlas de nuestro corazón. Se trata de arrancar desde la raíz los pecados que nos apartan del amor de Dios.      Una vez que se ha logrado cambiar esta manera de vivir, Dios vendrá a habitar en ti. Así mismo lo afirma la Sagrada Escritura: “un pecador que se convierte y se arrepiente dará un gozo inmenso e incomparable al Padre y a los ángeles del cielo” (cfr. Lc 15, 10).      A lo largo de la Sagrada Escritura nos encontramos con la iniciativa de Dios por proponer a sus hijos un camino de conversión, un camin

No tengas miedo

  Sábado de la  XXV semana Tiempo Ordinario Qo 11, 9- 12, 8 Sal 89 Lc 9, 43b-45      Hoy nos ha tocado reflexionar una perícopa un poco difícil, y no me refiero para comprenderla, sino para poder vivirla y llevarla a cabo en nuestra vida. Se nos habla de la niñez y de la juventud, de todo lo que podemos y debemos de hacer en nuestra vida, de la madurez cuando ya las fuerzas se nos han agotado, de la fatiga y desgastes del cuerpo.      Muy sobresaliente e importante el mensaje que dirige a los jóvenes: es el momento de vivir, de disfrutar de la vida, de llenarnos de lo que es importante; es un momento en donde tenemos que discernir sobre nuestro futuro, sobre el llamado que Dios nos está haciendo; debemos de acudir al Señor para que el vigorice y nos llene de su Espíritu, creando raíces para nuestro futuro. Debemos de aprovechar el tiempo, ponernos en las manos de Dios e ir forjando nuestro futuro.      Ahora bien, aún en su madurez, los adultos se deben de mantener jóvenes, y

Todo tiene su momento...

Viernes de la  XXV semana Tiempo Ordinario Qo 3, 1-11 Sal 143 Lc 9, 18-22      “Hay un tiempo para cada cosa; todo tiene su tiempo y su momento”, es lo que nos trasmite Dios, por medio del libro del Eclesiastés, en la primera lectura.      Por desgracia, no nos hemos percatado de esto y, por ende, malgastamos nuestra vida, nuestro tiempo o lo ocupamos de una manera inequívoca. Todos nosotros, desde que nacemos, tenemos la posibilidad de realizar diversas acciones por medio de nuestra libertad.      Hay que caer en la cuenta de que el tiempo es un recurso dado por Dios a los hombres, por ello, es nuestro deber administrarlo de una manera correcta, ya que somos los administradores del Señor y daremos cuenta de nuestro servicio (Cfr. Mt 25, 14-30).      El tiempo se nos presenta como una oportunidad para crecer, trabajar, prosperar, desenvolvernos; pero esto sólo será posible para quienes aprovechan bien el tiempo, no para los que desperdician la oportunidad de ser mejores día

Todo pasa, menos Dios

  Jueves de la  XXV semana Tiempo Ordinario Qo 1, 2-11 Sal 89 Lc 9, 7-9      El libro del Qohélet, también conocido como Eclesiastés, es otro libro sapiencial, que busca profundizar en la sabiduría. Según la explicación más probable, es un nombre de función y designa al que habla en la asamblea: en una palabra, el “predicador”.      Como en otros libros sapienciales, el pensamiento fluctúa, se rectifica y se corrige. No hay un plan definitivo, sino que se trata de variaciones sobre un tema único, la vanidad de las cosas humanas.      Al contemplar este pasaje inicial del libro del Eclesiastés nos presenta la superficialidad de todas las cosas a nuestro rededor. El sabio se ha esforzado por encontrar las respuestas a los grandes misterios que preocupan al hombre, tales cómo: ¿De dónde venimos y hacia dónde vamos? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Qué viene después de la muerte? Etc.      El autor sagrado, por más que ha reflexionado en encontrar una solución a estas interroga

Dios proveerá

  Miércoles de la  XXV semana Tiempo Ordinario Pr 30, 5-9 Sal 118 Lc 9, 1-6      En este pasaje del libro de los Proverbios, nos podemos percatar de lo que realmente significa tener sabiduría para con Dios. El autor sagrado únicamente pedirá dos cosas: que el Señor lo mantenga en el camino de la verdad y que lo provea con lo necesario para vivir.      Estas dos peticiones van entrelazadas, ya que con la verdad otorgada por Dios es como podremos darnos cuenta de que todo lo que tenemos es necesariamente lo justo para nuestra vida cotidiana.      Si la sabiduría de Dios no nos acompaña, no nos ilumina en cuanto a la verdad absoluta, todo lo que poseemos nos parecerá relativo. De manera que, si alguien tiene diez monedas, pensará que es muy poco y querrá tener veinte, y el que posea veinte deseará tener cuarenta, y así progresivamente. El único que sabe lo que verdaderamente necesitamos y podemos administrar será Dios.      Aquí nos debe de quedar claro que no se busca predica

La familia de Jesús

  Martes de la  XXV semana Tiempo Ordinario Pr 21, 1-6. 10-13 Sal 118 Lc 8, 19-21      Los libros sapienciales, en los cuales se encuentra designado el texto de los Proverbios, se caracterizan por algo en particular: están llenos de sabiduría. Esta sabiduría consiste en cómo debemos de andar por la vida siendo lo que somos, seres humanos, bajo la mirada de Dios. Es un texto fácil de comprender y entender.      El fragmento que hemos reflexionado hoy, del libro de los Proverbios, son ideas dispersas, sin relación aparentemente entre ellas, con una excepción: son criterios de sabiduría para la vida. Son paginas que deben ser meditadas sin ninguna prisa, proyectando su sabiduría sobre nuestra conducta. Puede ser empleado también como un examen de conciencia.      Muchas veces caemos con frecuencia en la tentación de lo aparente, pero en el fondo todos sabemos que Dios es quien conoce el corazón del hombre. Esto ya lo deberíamos de tener muy en claro. ¿Para qué seguir alardeando

Sígueme

  San Mateo, Apóstol Fiesta Ef 4, 1-7. 11-13 Sal 18 Mt 9, 9-13      San Mateo aparece siempre en las listas de los Doce elegidos por Jesús. Su nombre significa “don de Dios”. Los evangelios sinópticos narran su llamado, los cuales lo sitúan sentado en el despacho de impuestos. En el Evangelio de Mateo se presenta con el sobrenombre de el “Publicanos”, en cambio Lucas y Marcos lo presentan con el seudónimo de “Leví”.      Además, los Evangelios nos brindan otro detalle biográfico para ubicar la procedencia de Mateo: después de la llamada del Apóstol, se narra un milagro realizado por Jesús en Cafarnaúm, cerca del Mar de Galilea. De ahí que se deduce que Leví desempeñaba su función de recaudador en Cafarnaúm.      Con estas referencias podemos hacer una reflexión: consiste en que Jesús acoge entre sus amigos íntimos a un hombre que, según la concepción del tiempo, era considerado un pecador publico. Jesús sigue rompiendo todo paradigma posible, estableciendo en la tierra aquell

Trabajar para el Señor

  Domingo XXV Tiempo Ordinario Ciclo “A” Is 55, 6-9 Sal 144 Fly 1, 20c-24. 27a Mt 20, 1-16      El día de hoy, en el Evangelio que hemos reflexionado, Jesús nos cuenta la parábola del propietario de la viña que, en diversas horas del día, llama a trabajadores a laborar en su propiedad. Después de todo el jornal trabajado, da un denario a cada uno de ellos, suscitando la protesta de los que fueron contratados a la primera hora.       Es evidente que este denario otorgado por el dueño de la viña representa la vida eterna, un don que Dios quiere dar a todos sus hijos. Siendo así que, los que se consideran los “últimos”, si lo aceptan, serán los “primeros”, mientras que los “primeros” corren el riesgo de acabar siendo los “últimos”.      En un primer acercamiento a la parábola de este día, nos damos cuenta de que al propietario no le gusta ver a jornaleros desempleados: Él quiere que todos trabajen en su viña. Ya desde aquí nos percatamos de que, en realidad, ser llamados, ya es

Lo frutos del amor

  Sábado de la  XXIV semana Tiempo Ordinario I Co 15, 35-37 42-49 Sal 55 Lc 8, 4-15      Probablemente todos alguna ves nos hemos preguntado: ¿cómo será la resurrección después de esta vida? ¿Cómo es que resucitan lo muertos? Para responder esta duda, San Pablo se basa en la íntima conexión que existe entre Cristo y nosotros.      Para Pablo, es evidente que la manera de existir después de la muerte no será como el que lo presidió. Incluso resultaría algo absurdo volver a una vida igual que la que se ha terminado. Por ese motivo, recurre a una comparación demasiado sencilla: la semilla que se siembre en el campo y se convierte en una planta.      Así sucede con el cuerpo humano, “se siembre corruptible, pero se resucita incorruptible”. Se da una transformación de la vida, pasando de una vida efímera a la Vida Eterna, una vida que era miserable y ahora es gloriosa, que era débil y ahora fuerte.      Es lo que ha sucedido entre el primer Adán y el segundo y definitivo. El pri

Nuestra fe en la resurrección

  Viernes de la  XXIV semana Tiempo Ordinario I Co 15, 12-20 Sal 16 Lc 8, 1-3      Todos sabemos cómo se ha dado la conversión de San Pablo (Hch 9, 1-18). Después de haber tenido aquel encuentro con Jesús su vida cambio, abriéndolo de sus convicciones y anhelos por erradicar a la Iglesia de Cristo.      Cuando Pablo habla de Jesucristo lo hace con amor y pasión, más cuando se trata del tema de la resurrección del Señor. Por esa razón, no duda en responder la duda de la comunidad de Corinto: “¿Cómo es que dicen algunos que los muertos no resucitan?”.      San Pablo no sólo busca responder a esa pregunta, sino que se enfrenta a todos aquellos que dicen que Jesús no ha resucitado y que tampoco la humanidad resucitará con Él. esa afirmación es una acusación muy grande, ya que es negar lo más íntimo de nuestra fe.      Debemos de ser muy conscientes de que la vida que Jesús nos ha traído comienza en esta tierra, pero ha de culminar en nuestra resurrección: “Si nuestra esperanza