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Mostrando entradas de octubre, 2021

"Lo primero es amar"

  XXXI Domingo del Tiempo Ordinario: Ciclo “B” Dt 6, 2-6 Sal 17 Hb 7, 23-28 Mc 12, 28b-34      El Evangelio de este día nos propone nuevamente la enseñanza de Jesucristo sobre el mandamiento más grande: el mandamiento del amor, el cual se puede contemplar desde una doble perspectiva: amar a Dios y amar al prójimo.      Este mandamiento del amor, lo puede poner en práctica en toda su plenitud aquel que vive una relación profunda y total con Dios, del mismo modo que el niño es capaz de llegar a amar a partir de la relación que tenga con la madre y el padre.      San Juan de Ávila, al inicio de su “Tratado del amor de Dios” escribe: “La causa que más mueve al corazón con el amor de Dios es considerar el amor que nos tiene este Señor… Más mueve el corazón el amor que los beneficios que se puedan obtener; porque el que hace esto por beneficio, da algo de lo que tiene: más el que ama se da a sí mismo con lo que tiene, sin que le quede nada por dar”.      Antes de ver esto como u

"El que se humilla, será enaltecido"

  Sábado XXX semana Tiempo Ordinario Rm 11, 1-2a. 11-12. 25-29 Sal 93 Lc 14, 1. 7-11      Uno de los jefes de los fariseos invitó a Jesús a comer, a la cual, el Maestro acudió sin poner ninguna objeción. Qué curioso: Cristo había comenzado su predicación pública en una boda de Caná de Galilea; pero no solo eso, también terminó su vida despidiéndose de sus discípulos con un banquete, al cual se le ha llamado “la última cena”. Con todo esto, podemos percibir la importancia que el Señor le daba a las fiestas y reuniones, tanto familiares, como con los amigos.      El día de hoy es invitado por alguien importante. La casa esta llena de convidados, probablemente de muchos hombres poderosos, los cuales buscan estar cerca del Señor y escuchar su mensaje, debido a la fama que lo acompaña. Sin embargo, Jesús se ha percatado que no todo lo que brilla es oro, que hay personas que no comprenden el sentido de la fiesta.      Nosotros, generalmente, nos reunimos para celebrar, para dar alg

Y tú: ¿dónde quieres estar?"

  Viernes XXX semana Tiempo Ordinario Rm 9, 1-5 Sal 147 Lc 14, 1-6      San Pablo no tiene temor de abrir su corazón, de explayar su sentir con toda sinceridad, sin doblez alguna, con esta expresión: “Mi conciencia me atestigua, con la luz del Espíritu Santo, que tengo una infinita tristeza y un dolor incesante tortura mi corazón”. Pero ¿por qué se siente así? Debido a la reacción del pueblo ante Jesús, de no reconocer a Jesús después de todo lo que ha hecho por ellos.      Desafortunadamente hoy en día esta actitud sigue en pie, no ha cambiado del todo. En la actualidad está en juego la aceptación de Jesús, y ya no únicamente la aceptación teórica o histórica, sino sobre todo la vivencial. En este tiempo se vive una encrucijada donde uno erigirá ser de los suyos o no.      Por fortuna, el amor de Jesús, que lo ha llevado a donar su vida por nosotros, no deja indiferente a nadie. Su presencia constante entre nosotros y su mensaje pone de manifiesto si seremos capaces de vivir

"Somos la familia de Dios"

  San Simón y San Judas Tadeo,  Fiesta  Ef 2, 19-22 Sal 18 Lc 6, 12-19      La liturgia nos invita a celebrar la memoria de los apóstoles Simón y Judas. En la lista de los apóstoles, que nos presenta el Evangelio de hoy, no había grandes teólogos, ni expertos en diferentes lenguas, ni sabios según los criterios del mundo. Mas bien era una lista de gente sencilla, limitada, que deberá ir aprendiendo poco a poco lo que supone ser seguidor de Jesús.      San Pablo, dirigiéndose a los efesios, nos recuerda cuál es nuestra identidad: nosotros, por encima de pertenecer a una nación, a un pueblo, a una región, somos del “pueblo de Dios” y, más aún, somos de la gran “familia de Dios”. Dios nunca se desatiende de nosotros, Él quiere entrar en nuestra vida y nos invita a todos a vivir una amistad, a formar parte de su pueblo.      El Señor no tiene nada que ver con los jefes y reyes de la tierra, que con mucha frecuencia tiranizan a sus súbditos y quieren que todos los sirvan. Nada que

"Esfuérzate: vale la pena"

  Miércoles XXX semana Tiempo Ordinario Rm 8, 26-30 Sal 12 Lc 13, 22-30      Hoy en día existen muchas personas que quieren influir en nuestra vida, unas para bien y otras para mal. Estos, por medio de sus palabras, de sus escritos, de sus videos, nos quieren señalar cómo debe de ser nuestra manera de vivir, cómo debemos comportarnos o obrar ante la sociedad, cómo debemos pensar, etc.      ¿Te digo algo? También el Espíritu de Dios quiere influir en tu vida. Aquel mismo Espíritu que conoce los secretos de Dios y, por ende, el corazón del hombre, quiere ir plasmando el proyecto que el Padre tiene para cada uno de nosotros. Por ello, es necesario que le hagamos caso, que lo acojamos en nuestra vida, que le permitamos obrar libremente.      Cuando uno escucha un buen consejo y lo pone en práctica, su vida tornara por el buen camino, haciendo lo correcto. Por el contrario, cuando no escuchamos las buenas recomendaciones y le hacemos caso a las malas recomendaciones, terminamos po

"Vale la pena sufrir hoy para gozar la gloria del mañana"

  Martes XXX semana Tiempo Ordinario Rm 8, 18-25 Sal 125 Lc 13, 18-21      El día de hoy, tanto la primera lectura como en el Evangelio, podemos entrever una débil analogía. En efecto, por una parte, San Pablo abre la vida cristiana a la perspectiva de un futuro que será la plena manifestación del don de Dios. Esa es la meta a la que nos deberíamos de sentir llamados y orientados por el don de la esperanza, la cual es capaz de sostenernos a lo largo de nuestro camino, aun cuando esta perspectiva no elimina el dolor de nuestro transito terrenal por este mundo. Por otra parte, con las parábolas del grano de mostaza y de la levadura, Jesús nos permite contemplar que el Reino de Dios, anunciado e inaugurado por Él, será realizable en nosotros.      Todo esto nos permite entrever una gran lección de vida en este horizonte, un horizonte que el Señor a abierto a todo cristiano por la fe en Jesucristo, el Salvador. Esta lección se desprende de esa pequeña, aunque selecta semilla, que e

"Ama y haz lo que quieras..."

  Lunes XXX semana Tiempo Ordinario Rm 8, 12-17 Sal 67 Lc 13, 10-17      Por medio del bautismo hemos recibido el Espíritu Santo. Este gran regalo de parte de Dios nos recuerda que somos hijos de Dios y que Dios es nuestro Padre. Ahora bien, sí somos hijos de Dios, somos hijos del amor, de la verdad, de la justicia, de la misericordia… y, como tales, tenemos que vivir y caminar por la senda que el Señor nos marca.      Si aprendemos a ser hijos y nos portamos como es debido, podremos degustar con plenitud del amor del Padre, viviendo plenamente en este mundo, pero anhelando y deseando las realidades eternas. El experimentar cotidianamente el amor de Dios nos hace seguir viviendo total y exclusivamente para Él.       Si aún no hemos logrado vivir como Él nos lo pide, es porque no le hemos permitido al Espíritu Santo obrar en nosotros. Ciertamente que todo bautizado tiene en sí el Espíritu de Dios, pero si no lo dejamos trabajar, si no le permitimos que realice las obras de nue

"¡Señor, ten compasión de mí!"

  XXX Domingo del Tiempo Ordinario: Ciclo “B” Jr 31, 7-9 Sal 125 Hb 5, 1-6 Mc 10, 46-52      El Evangelio de este domingo, nos cuenta que Jesús, saliendo de Jericó, se encuentra con un ciego al borde del camino, el cual es llamado Bartimeo. Este es el último encuentro que tendrá Jesús antes de entrar a la ciudad de Jerusalén.      El ciego Bartimeo tal vez había perdido la vista, pero no la voz. Esto nos lo narra el Evangelio: “Al escuchar que Jesús pasaba por donde él estaba, comenzó a gritar: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”. No se puede contener, grita con todas sus fuerzas, incluso cuando los discípulos intentan callarle. El Señor quiere escucharte, quiere que tú levantes tu voz y le digas, como Bartimeo: ¡ten compasión de mí!      Jesús, al escucharlo, se detiene inmediatamente, no pasa de largo. Y es que Dios siempre escucha el clamor de los hombres y no le molesta que le griten. Todo lo contrario, se percata de la necesidad de aquel hombre, percibe la fe de

"¿Quieres ser grande? Hazte el último..."

  XXIX Domingo del Tiempo Ordinario: Ciclo “B” Is 53, 10-11 Sal 32 Hb 4, 14-16 Mc 10, 35-45      El día en que el Papa Benedicto comenzó su Pontificado, se dirigió a la Iglesia con una afirmación sublime: “Dios no quita nada y lo da todo”. Aquel hombre, sucesor de San Pedro, sabe lo que el Señor le ha regalado. Ha recibido un tesoro incomparable; ha encontrado la “perla preciosa” y el “tesoro escondido”; ha recibido un verdadero don de la gracia. Es el mismo don el que movió a los primeros discípulos a seguir al Maestro, dejándolo todo. Es el mismo don que recibieron los Apóstoles, del cual nos habla el Evangelio de este domingo.      Verdaderamente Cristo no le quita nada al hombre y le da todo. No lo priva de ningún bien para darle todo bien. Ni siquiera lo priva de su mal. Jesús no resuelve las dificultades eliminándolas o sustituyéndolas en el hombre. Más bien salva al hombre de la muerte por medio de su Cruz, pero sin ahorrarle la fatiga de su libertad, la cual nos lleva

"Aprendamos a confiar en el Señor"

  Sábado XXVIII semana Tiempo Ordinario Rm 4, 13. 16-18 Sal 104 Lc 12, 8-12      Cuando San Pablo, nuevamente con el ejemplo de Abraham, contrapone “fe y obras”, no quiere decir que no debamos que actuar y obrar el bien. Recordemos lo que nos dice Jesús: “No todo el que me diga, Señor, Señor, entrará en el reino de los Cielos, sino aquel que cumpla la voluntad de mi Padre” (Mt 7, 21).      El Apóstol nos recuerda que, los primero en Abraham, fue su fe depositada en la promesa recibida por parte de Dios: “No fue la observancia de la ley, sino la fe, la que obtuvo para Abraham y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Es a partir de la fe que viene todo lo demás: viene el modo de obrar de Abraham, de dejar su casa, su parentela, su patria, para obedecer al Señor. La fe debería de ser también nuestro punto de partida, aquello que nos permita confiar en lo que el Señor nos pide y dice.      Nadie de nosotros puede presentarse ante Dios y exigirle sus favores acudiendo a t

"Bueno o malo: tú eliges"

  Viernes XXVIII semana Tiempo Ordinario Rm 4, 1-8 Sal 31 Lc 12, 1-7      A lo largo de nuestra vida tenemos que ir madurando en nuestra fe y crecer en nuestro deseo de parecernos cada vez más a Jesucristo. En la medida en que vayamos contemplando y meditando la Palabra de Dios, nos iremos percatando de todo aquello que hemos de transformar en nuestra vida.      Probablemente en nuestra vida existe esa “levadura de la hipocresía” de la que habla el Maestro en el Evangelio. Esa levadura que va corrompiendo todo lo que hacemos y decimos. Tal vez para muchos, el fermento maligno se puede ir dando en la avaricia, en la sensualidad, en el materialismo o en el odio. Todas estas actitudes van estropeando nuestra relación con los demás, nuestra paz interior, nuestro deseo de asemejarnos cada vez más al Señor.      Por ese motivo, lo que tenemos que atacar será la raíz de todo lo malo, aquella levadura que nos está corrompiendo desde el interior.      Cuando en alguno de nuestros di

"No somos más que los demás"

  Jueves XXVIII semana Tiempo Ordinario Rm 3, 21-30 Sal 129 Lc 11, 47-54      Todos somos pecadores y todos hemos sido salvados gratuitamente. Esto lo ha ido repitiendo San Pablo: “Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna”.      Como ya hemos venido contemplando estos días pasados, en la comunidad de Roma existía una clase de tensión entre aquellos que procedían del judaísmo y los del paganismo. Podemos decir que, ni los paganos tienen motivos para perder la esperanza, ni los judíos de enorgullecerse. Todos han pecado y a todos el Señor les ofrece la salvación gratuitamente.      San Pablo no se cansará de decirnos que no es la Ley de Moisés la que nos salva, sino que ha sido Jesucristo y la fe que se deposita en Él. A primera vista, esto no parecería problema para los cristianos de nuestro tiempo, sim embargo, puede ser que exista el peligro de caer en una tentación equivalente. ¿Nos sentimos superiores a otros por nuestr