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Mostrando entradas de abril, 2021

"No pierdas la paz: confía en Dios"

  Viernes IV de Pascua  Hch 13, 26- 33 Sal 2 Jn 14, 1-6      Lo que pareció ser la derrota más escandalosa sufrida por Jesucristo, se ha convertido en la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte. Dios es el único que sabe sus caminos, los cuales están muy lejos de los nuestros. Aquellos que aceptamos la voluntad de Dios, hemos de aprender a leer los acontecimientos de la propia vida desde el corazón del Padre y no desde las expectativas humanas.      Dios quiere que nos entreguemos a su amor. Así como Jesús se entregó por nosotros, el Señor quiere que nos consagremos a él en totalidad, no a medias, para que así podamos anunciar el Evangelio, no sólo con palabras, sino como testigos que dan a conocer el amor de Dios, un amor que llega hasta el extremo, con tal de llevarnos a la plenitud de la vida.      Recordemos que “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (Tim 2, 4). Mediante el misterio Pascual de Cristo, se nos ha dado ac

"Servir al estilo de Jesús"

  Jueves IV de Pascua  Hch 13, 13-25 Sal 88 Jn 13, 16-20      En la vida del cristiano se dan dos rasgos que le dan identidad a su ser: la historia y el servicio.      San Pablo no anuncia a Jesús de buenas a primeras, sino que lo hace por medio de la historia. Va haciendo alusión a la historia del pueblo que, con el tiempo, llegará a la madurez, “a la plenitud de los tiempos” (cfr. Ga 4, 4). Los Apóstoles, cuando anuncia a Jesucristo, no comienzan por Él, sino por la historia del pueblo.      Dios entra en la historia del hombre y camina junto con él. Todo hombre está inmerso en la historia, puesto que no se pertenece a sí mismo, sino que está inmerso en un contexto, en un espacio, en un pueblo, en una cultura.      Nuestra historia personal se puede contemplar desde los aspectos positivos, pero también desde los negativos, con sus luces y sus sombras, porque al fin y a cabo es una totalidad. Nuestra historia de vida debe contarse entre los santos y pecadores. Mi historia

"Dios te ha elegido: ¿sabes para qué?"

  Miércoles IV de Pascua  Hch 12, 24-13, 5 Sal 66 Jn 12, 44-50      De nuevo los Hechos de los Apóstoles nos muestran que la Palabra de Dios se sigue difundiendo por todas partes. La Buena Nueva de Dios sigue siendo predicada en medio de las diferentes regiones de la diáspora. Bien lo había dicho Gamaliel: “Si esto es cosa de Dios, no habrá quién lo detenga” (cfr. Hch 5, 39).      Es cierto que Dios pudo haber propagado el Evangelio por todas partes sin ninguna dificultad. Pero no lo ha querido así, sino que se ha querido apoyar en el culmen de su creación: el hombre. El Señor nunca ha apartado su vista de nosotros, aún cuando nosotros decidimos darle la espalda o apartarnos de Él. El amor de Dios es tan grande que nos hace ser protagonistas en la historia de la salvación, nos invita a ser portadores de la Buena Nueva.      Tal vez algunas veces hemos escuchado decir a algunas personas: “yo no soy capaz de predicar”, “no soy inteligente”, “no tengo ninguna cualidad que ofrece

"Los planes de Dios son perfectos"

  Martes IV de Pascua  Hch 11, 19-26 Sal 86 Jn 10, 22-30      El anuncio del Evangelio compete a toda la Iglesia. Nada, ni nadie, puede apagar el fuego del Espíritu, quien es el que conduce a la Iglesia y la mantiene firme proveyéndola con la diversidad de carismas.      No olvidemos que, de algo no tan bueno, Dios puede valerse para hacer grandes cosas. En esta perícopa se nos muestra cómo una situación triste y dolorosa, como lo ha sido el martirio de Esteban, se convierte en fuente de gracia y bendición para muchos. Gracias a la persecución que se desata en Jerusalén, el Evangelio sale de la ciudad para llegar a más pueblos. Esto nos deja claro que Dios se vale de todos los acontecimientos de nuestra vida, incluso lo que se consideran desagradables, para que el mensaje del Evangelio llegue a aquellos que no lo conocen.      Hoy se nos muestra cómo el Evangelio no es exclusivo de un pueblo o de unos cuantos, sino que se busca propagar por el mundo entero. Aquellos que no er

"Pastor con olor a oveja"

  Lunes IV de Pascua  Hch 11, 1-18 Sal 42 Jn 10, 1-10      El evangelista San Juan nos presenta la imagen de Jesús Buen Pastor. Al meditar en esta página del Evangelio, podemos comprender el tipo de relación entablada entre Jesús y sus discípulos: una relación en donde imperaba la ternura, el amor y la promesa de un don incalculable: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.      También hoy Jesús se nos sigue presentando como el verdadero Pastor que nos da vida en abundancia. Tengamos confianza en el Señor, puesto que Él es el que nos guía. Pero no sólo nos conduce, sino que nos acompaña, camina junto con nosotros.      Al rebaño se acercan distintas personas: está el que entra por la puerta y aquel que entra por otro lado. El primero es el Buen Pastor, que conoce a sus ovejas; el segundo es un completo desconocido, que no ama a las ovejas y que únicamente ve por sus propios intereses. Aquí se nos manifiesta la relación tan estrecha que tenía Jesús con s

"Amor que da la vida"

  IV Domingo de Pascua Hch 4, 8-12 Sal 117 I Jn 3, 1-2 Jn 10, 11-18      El cuarto domingo de Pascua es conocido como “el domingo del Buen Pastor”. Cada año se nos invita a redescubrir, con agradecimiento y bondad, este apelativo que Jesús se dio a sí mismo, y que mejor manera para meditarlo que a la luz de la pasión, muerte y resurrección del Señor.      “El Buen Pastor da su vida por las ovejas”. Esto se realizó plenamente cuando Jesucristo, obediente a la voluntad del Padre, se entregó en la Cruz por nosotros, dejándonos contemplar claramente qué significa que Él es el Buen Pastor, ya que ha ofrecido su vida por todos nosotros.      En Cristo se realiza el modelo más alto y perfecto de amor por el rebaño: Él dispone libremente de su propia vida, nadie se la quita, la entrega en favor de todas sus ovejas. En contraposición a los falsos pastores, Jesús se presenta como el verdadero Pastor del pueblo. A diferencia del pastor mal, que sólo piensa en sí mismo y explota a las o

"Dios sigue obrando"

  Sábado III de Pascua  Hch 9, 31-42 Sal 115 Jn 6, 60-69      Según el relato de los Hechos de los Apóstoles, una vez que Saulo se ha convertido, la Iglesia pasó a gozar de unos días de paz. Durante ese tiempo, Pedro recorría el país y visitó a los cristianos que residían en Lidia, en donde encontró a Eneas, un hombre que era paralítico y a una mujer, llamada Tabitá, la cual había muerto. Pedro, por el poder de Jesucristo, sana al paralítico y le restituye la vida a la mujer.      En estos dos milagros se nos presenta hasta dónde es capaz de llegar la fuerza de la oración: hacer que los paralítico anden y que los muertos resuciten. Ya nos lo había dicho el Señor: “todo lo que pidan en mi nombre, el Señor se los concederá” (Jn 14, 13).      Estos signos no hacían más que ir reforzando el como se iba expandiendo la doctrina del Resucitado y como, cada vez más, aumentaba el número de los que creían en la Buena Nueva. Ese crecimiento se veía arropado por la fuerza del Espíritu Sa

"En las manos de Dios todo es posible"

  Viernes III de Pascua  Hch 9, 1-20 Sal 116 Jn 6, 52-59      La liturgia de la palabra de este día nos presenta un momento clave en la vida de la Iglesia: la conversión de Saulo. ¿Y por qué digo que es clave este acontecimiento? Pues porque San Pablo será uno de los grandes evangelizadores de la primera Iglesia.      Al igual que Saulo, también nosotros estamos llamados a experimentar una nueva vida por medio de la conversión. Recordemos que la conversión en cada cristiano tiene su propio ritmo: unos se pueden convertir de una vez y para siempre; otros pueden tener un proceso paulatino día con día, hasta alcanzar la conversión total.     Cuando se habla  de conversión muchos piensan: “es imposible; jamás podré convertirme del todo al Señor”, “nadie puede cambiar; siempre será el mismo”. Hay que tener cuidado con esa actitud pesimista, desanimada. Todos caemos alguna vez, es cierto. Sin embargo, no nos quedamos en nuestros fracasos, sino que nos levantamos y volvemos a intent

"¿Te animas a ser testigo del Resucitado?"

  Jueves III de Pascua  Hch 8, 26-40 Sal 65 Jn 6, 44-51      En nuestro itinerario pascual seguimos desbordándonos en la alegría del Resucitado y todo lo que este acontecimiento salvífico sigue produciendo en la Iglesia primitiva.      El día de hoy, la perícopa de los Hechos de los Apóstoles, nos muestra muchos elementos a reflexionar: contemplamos la docilidad de Felipe al responder a la solicitud que le hace el ángel del Señor; el amor tan grande que Dios tiene por todos sin hacer exclusión de nadie; la actitud de un hombre que se deja instruir por el hermano.      Sorprende la docilidad de Felipe. Un hombre abierto totalmente a la escucha de la Palabra de Dios, no sólo para poder compartirla con los demás, sino dejarse conducir por ella, haciéndola una norma de vida en él. Del mismo modo debe de suceder en nosotros: hemos de ser hombres de oración, dispuestos a dejarnos conducir por el Señor. La docilidad es un fruto que debemos de trabajar en nosotros, esforzándonos día

"En todo obra la mano de Dios"

  Miércoles III de Pascua  Hch 8, 1-8 Sal 65 Jn 6, 35-40      En nuestros días se necesitan apóstoles dispuestos, si es necesario, a afrontar la muerte y así testificar la fe hasta las últimas consecuencias. No huir, sino enfrentar los riesgos del ser cristiano, sin temer las secuelas que esto nos pueda traer.      Recordemos que no hemos recibido el Espíritu Santo en vano, sino que nos impulsa a ser valientes, entregando nuestra propia vida, tal como lo hizo Jesús: entregar la propia vida para que los demás tengan vida.      Esteban, al entregar su vida como lo hizo Jesús, estará colaborando para que surja una nueva vida en el mundo y que esa vida se vaya propagando como chispas capaces de incendiar a aquella Iglesia que está siendo perseguida.      A pesar de que la Iglesia siempre está siendo perseguida, nunca debe abandonar el anuncio del Evangelio. De hecho, la Iglesia muestra su fidelidad a Cristo cuando el viento es contrario a ella, cuando se desatan las persecucion

"Sólo Dios puede saciarnos"

  Martes III de Pascua  Hch 7, 51- 8, 1 Sal 30 Jn 6, 30-35      Qué admirable y lleno de amor el ejemplo que impulsó a San Esteban. El relato del martirio de este hombre es escalofriante. Cae lapidado por las piedras que arrojan los judíos. A diferencia de lo sucedió con la mujer adúltera, en esta ocasión Jesús no está para pronunciar aquellas palabras: “el que esté libre de pecado que arroje la primera piedras” (Jn 8, 7). Aquí sucede lo contrario: el odio, el coraje, la envidia, el pecado de todos aquellos hombres se convierten en piedras que son arrojadas a Esteban.      Pero Esteban no se acobarda, da testimonio de Cristo Resucitado: él acepta la muerte como la aceptó Jesús y perdona a sus verdugos: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”. Esteban entrega su vida por Aquel que lo ha llamado a su servicio, que lo ha llenado con el Espíritu Santo: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”.      También nosotros en este tiempo que estamos celebrando (y siempre), estamos siendo ll

"Los rostros del amor"

  Lunes III de Pascua  Hch 6, 8-15 Sal 118 Jn 6, 22-29      No sé si alguna vez te haya sucedido esto: un pequeño grupo de amistades se junta cada fin de semana y es tan bueno ese ambiente, que con el pasar de los días, meses y años va incrementando en número. Nos llama la atención aquel fenómeno que hasta nos preguntamos: ¿cómo puede ser eso posible? ¿Por qué en aquel grupo, que era tan pequeño, ahora acuden demasiadas personas? Lo mismo sucedió en tiempos de la Iglesia primitiva. La Palabra de Dios se iba difundiendo en medio de la comunidad que el número de personas comenzó a convertirse al cristianismo.      Por eso mismo en la comunidad de los judíos se han encendido las alarmas. Ya no ven con buenos ojos todo lo que los Apóstoles van realizando, no terminan de creer en su predicación y todas las obras que los acompañan. Comienzan los celos y envidias para aquellos hombres llenos del Espíritu de Dios.      Se presenta un hombre, Esteban, uno de los siete diáconos elegido

"Signos claros"

  II Domingo de Pascua Hch 3, 13-15. 17-19 Sal 4 I Jn 2, 1-5a Lc 24, 35-48      Durante el tiempo pascual, la liturgia nos ofrece múltiples estímulos para ir fortaleciendo nuestra fe en Jesucristo Resucitado. Este día, por ejemplo, el evangelista San Lucas nos narra cómo aquellos dos discípulos que se dirigirían al pueblo de Emaús, después de haber reconocido a Jesús “al partir el pan”, salieron presurosos y llenos de alegría a informar a los demás aquello que les había sucedido.      Precisamente, mientras estaban hablando, el Señor mismo se apareció en medio de ellos, les mostró las manos y los pies, signos sensibles de su pasión. Después, ante el asombro y la incredulidad de los que estaban reunidos, les pide pescado asado, comiéndolo delante de ellos.      En este pasaje, como en muchos otros, se observa una invitación constante a vencer la incredulidad y dureza del corazón, a creer en la resurrección de Cristo, ya que los discípulos están llamados a ser testigos de este