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Mostrando entradas de enero, 2022

"¿Cuáles son tus prioridades?"

  Lunes IV semana Tiempo Ordinario II Sm 15, 13-14. 30; 16, 5-13 Sal 3 Mc 5, 1-20      Qué difícil fueron los últimos días del reinado de David, ya que no fue únicamente la familia de Saúl la que se levantó en su contra, sino muchas personas. Qué duro es ver caer a los poderosos, pero no por sus propios méritos, sino por los celos-rivalidades de los suyos. Con esto, podemos darnos cuenta de que la ambición no respeta ni siquiera los lazos de sangre que se pueda tener.      ¿Cuántas veces hemos visto esto en las familias? ¿Cuántas veces no nos hemos enterado de familias que se destruyen por las herencias? ¿Quién de nosotros no ha contemplado a seres amados dejarse de hablar por conflictos que han surgido entre ellos? Hoy en día se siguen dando esas divisiones familiares y generalmente la causal son los bienes materiales, el poder, la ambición que hay en el corazón del hombre.      De hecho, todo esto se da debido a que el maligno ataca desde dentro: dentro de las familias, de

"No tengas miedo a amar"

  IV Domingo del Tiempo Ordinario: Ciclo “C” Jr 1, 4-5. 17-19 Sal 70 I Co 12, 31- 13, 13 Lc 4, 21-30      ¡Qué magnifico sería que existiera un lenguaje que todos los hombres pudieran entender! ¡Qué maravilloso sería que la humanidad entera pudiera emplear una lengua que todos pudieran comprender! ¿Pero sabes una cosa? Sí existe, y lo podemos nombrar: “El amor”.      Ahora bien, puede que te estés preguntando: ¿cómo puede el amor hablarnos? ¿Cómo podemos entendernos por medio del amor? Partamos de la misma Sagrada Escritura. San Juan, en su primera carta, nos dice: “Dios es amor”. Y si Dios es universal, por lo tanto, el amor lo es del mismo modo. De hecho, sin temor a equivocarme, todos los hombres tenemos la capacidad de amar y sentirnos amados; todos buscan la aceptación del otro, y lo hacen por medio del amor; todos anhelan ser abrazados y sentirse querido en los momentos más tristes de su vida; sin duda alguna si en algo nos podemos parecer a Dios sería en la capacidad qu

"Sálvame, Señor"

  Sábado III semana Tiempo Ordinario II Sm 12, 1-7a. 10-17 Sal 50 Mc 4, 35-41      “Después de la tormenta, viene la calma”. Después del pecado, viene el arrepentimiento.      El Salmo 50 que hemos meditado el día de hoy, el “ miserere ”, es una oración que brota de un hombre arrepentido al reconocer el pecado que ha cometido. En él, el Autor Sagrado, nos deja contemplar la acción de un pecador que se reconoce como tal. Pero no solo eso, sino que pide a Dios le conceda un nuevo corazón.      Este Salmo, podríamos decir, resume los sentimientos de tantas personas que, a lo largo de la historia de la humanidad, han experimentado la debilidad en carne propia, que han caído en la trampa del maligno, que no han hecho lo grato a los ojos de Dios. Pero, del mismo modo, es capaz de reconocer esa fragilidad y decide volver confiadamente a las fuentes del amor y misericordia del Señor.      Al igual que el rey David, también nosotros somos frágiles, también nosotros le hemos fallado

"Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia"

  Viernes III semana Tiempo Ordinario II Sm 11, 1-4. 5-10. 13-17 Sal 50 Mc 4, 26-34      Seguimos ahondando en la historia sagrada en donde Dios y los hombres son los protagonistas. Hoy, según lo reflexionado en la primera lectura, volvemos a contemplar luces y sombres del hombre.      El protagonista del pasaje de hoy es David. En una primera instancia, prevalecen las sombras de su obrar. El rey, dejándose vencer por sus bajas pasiones, abusando y sacando provecho de la situación privilegiada en la que se encontraba, toma a Betsabé, esposa de Urías, y la deja embarazada. Para que su pecado no quede al descubierto (puesto que no había logrado que Urías pasara una noche con su mujer), no encontrando otra salida, provoca la muerte de un hombre inocente.      Lo cometido por el rey David fue un acto atroz. Pero también en su vida encontraremos luces. Esas luces vendrán con su sincero arrepentimiento, el cual hemos meditado en el Salmo del día de hoy: “Misericordia, Dios mío, por

"Que tu luz siempre brille"

  Jueves III semana Tiempo Ordinario II Sm 7, 18-19. 24-29 Sal 131 Mc 4, 21-25      David, en la primera lectura que hoy hemos meditado, muestra su profundo sentido religioso, dándole gracias a Dios, reconociendo la iniciativa que Él ha tenido para con él y le pide que su bendición lo siga acompañando junto con toda su familia.      Lo que el rey David tanto desea es que todo el mundo hable de Dios, que reconozcan su grandeza y la fidelidad que ha manifestado a los suyos: “dígnate, pues, ahora, bendecir la casa de tu siervo, para que permanezca siempre ante ti, porque Tú, Señor Dios, lo has dicho, y con tu bendición, la casa de tus siervos será bendita para siempre”.      Podríamos preguntarnos: ¿son nuestros los éxitos que podamos conseguir? ¿Son méritos nuestros los talentos que hemos recibido? ¿Somos simplemente nosotros o es su gracia la que obra en favor nuestro? Así como David, también nosotros deberíamos de darle gracias a Dios por todo lo que Él nos ha regalado por me

"La generosidad de Dios"

  Santos Timoteo y Tito, obispos Memoria  Tt 1, 1-5 Sal 95 Mc 4, 1-20      Qué iluminadora resulta ser la Palabra de Dios este día. Contemplar a Cristo, el cual se compara con el sembrador de la parábola del Evangelio y, no solo eso, sino que también nos recuerda que la semilla es su Palabra, y todo aquel que escucha y acoge su Palabra, da frutos.      ¿Qué poder tiene la Palabra de Cristo? Nos hace participes del Reino de Dios: aunque nos encontremos en el mundo, no somos del mundo; llevamos en nuestro interior una semilla de eternidad, nos vamos trasformando en hombres que llevan una vida buena, animada por el amor.      Lo que hace el sembrador, “arrojar la semilla”, es un gesto de total confianza y esperanza. Es cierto, se necesita de mucho trabajo por parte del hombre, pero hay un gran lapso en donde tiene que esperar, sabiendo que muchos factores irán determinando el éxito de la cosecha, incluso corriendo el riesgo de un total fracaso.      No obstante, aún con todo

"Una Iglesia unida"

  Conversión de San Pablo, Apóstol Fiesta  Hch 22, 3-16 Sal 116 Mc 16, 15-18      La fiesta de la Conversión de San Pablo, nos recuerda la presencia de Dios en nuestras vidas, ya que Él se hace presente en la misma y nos elige para ser instrumentos de su Palabra. Así lo hizo con San Pablo, llamándolo a ser “testigo ante los hombres”.      Para Saulo de Tarso, el momento del encuentro con Cristo resucitado en el camino hacia Damasco, marcó el cambio definitivo en su vida. Es en ese momento donde se realiza su completa transformación, una auténtica y verdadera conversión espiritual.      En un instante, por la intervención de Dios en su vida, el gran encarnizado perseguidor de la Iglesia primitiva queda ciego, inmerso en la oscuridad, pero con un corazón invadido por una gran luz, que lo llevara al poco tiempo a ser un ardiente y apasionado apóstol del Evangelio de Jesucristo.      Pablo siempre tuvo la certeza de que sólo la gracia divina había podido realizar semejante con

"La ley debe salvar, no condenar"

  Miércoles II semana Tiempo Ordinario Sm 17, 32-33. 37. 40-51 Sal 143 Mc 3, 1-6      Jesús continúa su travesía, realizando la misión que el Padre le ha encomendado. Por desgracia, siguen apareciendo piedras-obstáculos en su camino: los fariseos. ¿Cuál es el problema? Sigue siendo la cuestión de la ley y su pleno cumplimiento.      Con esto anteriormente dicho, no pretendo darles la razón a los fariseos, sino que habrá que analizar su actitud. Basta recordar lo que Jesús decía de ellos: “Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas, porque no entran al reino de los cielos y no dejan entrar a nadie… ay de ustedes, que dan el diezmo de la menta y la ruda, olvidándose de lo más importante, la justicia y la misericordia… ay de ustedes, que limpian el exterior del vaso y dejan el interior lleno de basura… ay de ustedes, que son sepulcros blanqueados: hermosos por fuera y por dentro están llenos de podredumbre” (Cfr. Mt 23, 13-28).      Cristo ya lo había dicho: “No piensen que he

"Dios mira el corazón"

  Martes II semana Tiempo Ordinario Sm 16, 1-13 Sal 88 Mc 2, 23-28      Sin duda alguna a Dios le gusta comenzar. Somos conscientes de esto al contemplar todo lo que hace: creó todo cuanto existe; estableció una Alianza por medio de Moisés, Abraham y su descendencia; al pueblo fiel de Israel le concedió la tierra prometida donde habría de habitar, etc.      El día de hoy, al meditar en la primera lectura, se nos cuenta la elección y unción de David como rey de Israel. De nuevo el Señor comienza una historia de amor con David, eligiéndolo para cuidar y gobernar a su pueblo.      Algo que tenemos que resaltar es que la elección de David ha sido hecha por Dios. Él lo ha constituido aquel que guiará a su rebaño. Con esta escena, podemos darnos cuenta de que los caminos de Dios no son como los nuestros. Según el Texto Sagrado, los hermanos mayores tenían buena carta de presentación (Samuel se dejó impresionar por el físico). Esto es un error muy común en el hombre: se deja impresi

"¡Ánimo: tú puedes!"

  Jueves I semana Tiempo Ordinario Sm 4, 1-11 Sal 43 Mc 1, 40-45      Tenemos que reconocer algo: a los que decimos ser seguidores de Jesucristo nos resulta un poco extraño aceptar algunos textos bíblicos. Esto lo podemos experimentar el día de hoy al meditar la primera lectura del primer libro de Samuel.      En un primer momento podría sorprendernos que el pueblo de Israel entable una guerra contra los filisteos. Y no solo eso, sino que decidieran involucrar al Señor (por medio del Arca de la Alianza) en ese combate. Incluso, para sorpresa de muchos, no podríamos imaginar cómo pudo ser posible que los filisteos le proporcionaran aquella “derrota desastrosa” a Israel.      No obstante, algunas lecciones podemos sacar de este acontecimiento. Hemos de darnos cuenta que, tener a Dios de nuestro lado, no significa que todo va a salir de maravilla en nuestra vida, que todo concurrirá en santa paz. En nuestra existencia hay muchos caminos que nos pueden apartar del Señor, muchas c

"Busca ser bueno"

  Sábado del Tiempo de Navidad I Jn 5, 14-21 Sal 149 Jn 3, 22-30      Una vez más, San Juan no sitúa ante una realidad: el pecado existe en nosotros y a nuestro alrededor, sobre todo, si el pecado consiste en rechazar a Dios y a su Hijo Jesús o bien, si existe una actitud de odio para con el hermano.      En la actualidad ha ido disminuyendo la conciencia sobre lo que es pecado. Hace algunos ayeres, muchos cristianos se quejaban de que todo lo que se podía realizar, se consideraba pecado. Hoy es al revés: nada parece pecado, todo es indiferente o relativo.      La advertencia que Juan nos hace es para ponernos en guardia, para tener conciencia sobre la realidad pecaminosa que existe a nuestro alrededor. Si en esta Navidad hemos experimentado la cercanía de Dios, su amor incondicional, no podemos renunciar a una vida basada en el bien, viviendo en el odio, en la oscuridad del pecado.      Que importante resultará que todos, desde pequeños, en la intimidad del hogar, vayamos

"Con Cristo venceremos"

  Viernes del Tiempo de Navidad I Jn 5, 5-13 Sal 147 Lc 5, 12-16      Dice un dicho por muchos conocidos: “las palabras convencen, pero el testimonio arrasa”. Y es que en la vida del cristiano no basta dar testimonio solo de palabra, sino de llevar a la practica todo aquello que nuestros labios profesan sobre Dios.      Hoy San Juan nos presenta, por medio de un lenguaje simbólico, que el testimonio es triple: el Espíritu, el agua y la sangre. ¿A quién se refiere con esta afirmación? Sin duda alguna a Jesucristo. Este Jesús, en quien creemos, es el que fue bautizado con agua en el Jordán por el Bautista, descendió sobre Él el Espíritu Santo y al final de su vida derramó su sangre en la cruz. Con esto, nos damos cuenta de que el testimonio de Dios, sobre su Hijo, es verdadero, llevándonos a creer en Él.      Ahora bien, si nosotros creemos en este enviado de Dios, vamos a poder vencer al mundo, teniendo acceso a la vida eterna: “¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree