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Mostrando entradas de abril, 2022

"¡No temas! Es el Señor"

  Sábado de la segunda semana de Pascua Hch 6, 1-7 Sal 32 Jn 6, 16-21      Ante las dificultades que se presentan en nuestra vida, ¿cómo tendemos a reaccionar? Esta pregunta nos la podríamos formular todos los días. Probablemente el miedo sea la primera reacción más notable ante el oleaje encrespado de las dificultades. Esta suele darse de una manera espontánea, casi inevitable.      Ante el peligro inminente, nos asustamos o acobardamos. Nos sentimos vulnerables ante los embates que se presentan en nuestra vida y muchas veces salimos corriendo para refugiarnos. Al presentarse estas situaciones nos puede abatir la desesperanza, abandonando todo esfuerzo para seguir nuestro caminar.      Es normal que el temor esté en medio de nuestra humanidad, pero tengamos cuidado de no hacer elecciones o proyectos desde el temor, ya que el miedo y el pánico paraliza al cuerpo y embota la inteligencia. Cuando un tiene miedo, no ve con claridad, podemos decir que se vuelve daltónico: ya no p

"Pongamos todo en las manos de Dios"

  Viernes de la segunda semana de Pascua  Hch 5, 34-42 Sal 26 Jn 6, 1-15      Dios, a lo largo de la historia de la salvación, se ha ido revelando a su pueblo. Aquel Dios lejano, se ha hecho cercano por medio de su amado Hijo. Sin duda alguna, el Señor nos visita constantemente, seguimos experimentando su presencia en medio de nosotros. Nuestro Padre sabe todo lo que necesitamos y no dudamos en acudir a Él: elevando nuestras suplicas, intensificando nuestra oración, confiando en su misericordia.       Constantemente vemos la intervención de Dios en favor de su pueblo. Muchas de esas veces se ha apoyado en personas para llevar a cabo su proyecto de salvación: Moisés, los profetas, María, los Apóstoles, entre otros. Hoy hemos visto en la primera lectura que la intervención de Gamaliel resulta favorable a los discípulos del Señor y en el Evangelio un joven que tenía cinco panes y dos pescados, lo cual terminó alimentando a cinco mil hombres (sobrando doce canastos).      Jesús h

"Primeramente Dios"

  Jueves de la segunda semana de Pascua  Hch 5, 27-33 Sal 33 Jn 3, 31-36      A todos nos resulta conocido este refrán: “dime con quien andas y te diré quién eres”. Pero ¿qué quiere decir o qué significa este dicho? Por medio de él, alcanzamos a observar hasta cierto punto como es la persona: con su manera de vestir, de desenvolverse y la personalidad que presenta, podemos saber como es esa persona.       Los Apóstoles convivieron con el Maestro muy de cerca (“llamó a los que Él quiso para que estuvieran con Él” Mc 3, 14); Jesús los mandó a sanar a quien más lo necesitaba (“les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y para sanar toda enfermedad y toda dolencia” Mt, 10, 1); cenaron con Él (“Al atardecer, estaba Jesús sentado a la mesa con los doce discípulos” Mt 26, 20). Ellos andaban con Jesucristo. Ahora bien, ¿con quién andamos? ¿Quién es nuestro modelo? ¿podremos reflejar con nuestras palabras, gestos y acciones que somos discípulos de Él?      Los tiempos

"¿Quién se puede resistir al amor?"

  Miércoles de la segunda semana de Pascua  Hch 5, 17-26 Sal 33 Jn 3, 16-21      En muchas ocasiones hemos visto injusticias en nuestra vida. La Sagrada Escritura no muestra varios escenarios de esta índole: viene a mi cabeza los Apóstoles que han sido encarcelados por predicar la Resurrección del Señor; la lapidación de San Esteban; el mismo juicio hecho a Jesucristo. En todos esos ejemplos nos percatamos de algo común: la Palabra de Dios no puede ser aprisionada, es libre.       Hoy en día, nos da temor de predicar esa Palabra: dudamos de mostrar nuestras creencias, caemos en la comodidad de no hacer nada. Esa será nuestra causa de condenación: “porque habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas”. Debemos de darnos cuenta de que Dios nos ha salvado por medio de su Hijo muy amado y nos pide que vayamos a predicar-enseñar todo lo referente a este nuevo estilo de vida.      Créeme: cuando Dios quiere algo, toda oposición humana resulta inútil, puesto

"Tú y yo somos uno mismo"

  Martes de la segunda semana de Pascua  Hch 4, 32-37 Sal 92 Juan 3, 7-15      Así como Nicodemo, también nosotros podríamos preguntarnos: ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser posible que la primera comunidad tuviera todo en común? ¿Cómo alguien puede vender su campo y disponer el dinero a la disposición de los Apóstoles? Sin duda alguna, Jesús nos da una bella respuesta en una de sus parábolas: “quien encuentra la perla preciosa, vende todo lo que tiene para poder comprarla” (Mt 13, 45).      Esa realidad sólo puede ser posible por medio del Espíritu Santo, que es el encargado de sostener en medio de la tempestad, que es quien llena de fortaleza el corazón en esos momentos difíciles. Es el mismo Espíritu el que borra todo deseo egoísta y nos lleva a disponer todo lo que tenemos a los otros.      El cristiano que deja que Dios sea el centro de su corazón, todo lo que posee (material o espiritual) lo podrá ofrecer y presentar a cualquier persona, puesto que en verdad siempre

"¿Eres humilde?"

  Fiesta San Marcos, Evangelista  I P 5, 5-14 Sal 88 Mc 16, 15-20      Recordar a los santos nos resulta siempre motivacional, puesto que todo anhelo del creyente es alcanzar la santidad de vida: “sean Santos como mi Padre es Santo” (Mt 5, 48). Y que mejor ejemplo nos ha puesto el Apóstol San Pedro en su primera carta invitándonos a la humildad: “Dios es enemigo de los soberbios, y en cambio, a los humildes les concede su gracia”.       Se recalca que todos debemos de revestirnos de humildad y de trato mutuo, sin que insistamos en hacerlo todo a nuestra manera. Una persona que es orgullosa-soberbia no puede disfrutar de la gracia de Dios. Solo si nos acercamos al Señor con humildad, podremos experimentar su gracia santificante.      Por ello, se nos invita a “dejar toda preocupación en las manos de Dios, pues Él cuida de nosotros” y eso quiere decir que le importamos. El mismo Jesucristo nos lo ha dicho: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré”

"La paz esté contigo"

  II Domingo de Pascua o  Fiesta de la Divina Misericordia  Hch 5, 12-16 Sal 117 Ap 1, 9-11a. 12-13. 17-19 Jn 20, 19-31      Seguimos adentrándonos en este camino pascual, en donde no solo podemos experimentar el amor de Dios al haber entregado y resucitado a su Hijo por nosotros, sino que por medio de su misericordia nos concede perseverar en nuestro diario caminar.      Resulta algo desconcertante contemplar a unos discípulos que están en su casa encerrados por miedo a los judíos. El temor paraliza al corazón del hombre, no le permite salir al encuentro de los demás. Jesús ya no está; el recuerdo de su Pasión alimenta su incertidumbre. Pero Dios nos ama y está a punto de cumplir lo prometido en el cenáculo: “No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes” (cfr. Jn 14, 18). Esta promesa no sólo es para aquellos hombres, sino que se hace actual también para nosotros.      Como cambian las cosas cuando el Señor llega a la casa donde se encontraban los discípulos. De una situación

"Dios por delante"

  Sábado de la octava de Pascua  Hch 4, 13-21 Sal 117 Mc 16, 9-15      Los hombres de hoy, a menudo, nos mostramos conformistas. El miedo al que dirán nos impide presentarnos como cristianos, como personas que libremente hemos adoptado el estilo de vida de Jesús.       Podemos vernos reflejados en el Evangelio que hoy hemos escuchado: María Magdalena fue a decirle a los onces que Jesús estaba vivo y no le creyeron. A otros dos discípulos se les apareció, ellos lo comunicaron a sus hermanos y no les creyeron. Ya cuando no escucharon a Dios por otros, el mismo Cristo Resucitado se les aparece. Pero no sólo lo hizo para que creyeran, sino que les echó en cara su incredulidad y la dureza de su corazón.       En el aquí y en el ahora: ¿tendrá que venir el mismo Jesús a echarnos en cara nuestro pecado, nuestra frialdad, nuestra apatía de vivir como cristianos? Tengamos puesta nuestra confianza en el Señor. El encuentro con Jesús Resucitado no puede quedar infértil, sino que da frut

"Una vida nueva"

  Viernes de la octava de Pascua  Hch 4, 1-12 Sal 117 Jn 21, 1-14      ¿Qué le está pasando a Pedro? Parecería que no es el mismo que había llamado Cristo: parece un impostor. ¿Qué no había negado tres veces al Maestro? ¿Qué no le había prometido dar la vida por Él y salió corriendo? Entonces ¿qué mosca le picó? ¿Qué pasó con ese Pedro pecador, frágil, cobarde? Fácil de responder: tuvo un encuentro personal con Jesús resucitado. La Pascua viene a ser un tiempo propicio para que se de ese encuentro con el Resucitado.      Cabría preguntarnos entonces: ¿cómo se dará ese encuentro con el resucitado? En ocasiones nos podemos equivocar si pensamos que Jesús solo se encuentra en los templos o en la intimidad de la oración. Jesús se hace presente en todos los lugares de nuestra vida: trabajo, casa, oficina, escuela, etc.  Jesús sale a nuestro encuentro en cualquier instante de nuestra existencia. No dejemos que este tiempo de gracia pase sin que Él toque y cambie el corazón.      Pr

"¿Ver para creer?"

  Jueves de la octava de Pascua  Hch 3, 11-26 Sal 8 Lc 24, 35-48      Todo acontecimiento milagroso que se realizaba en la primera comunidad tenía como finalidad mostrar la presencia de Jesús en medio de los suyos. Estas acciones servían para predicar el mensaje de salvación a todo el pueblo.       Pero ¿por qué el hombre se asombra más de lo efímero que de lo eterno? ¿Por qué la persona ve más el milagro que escuchar el mensaje de salvación? ¿Por qué la humanidad ve más lo negativo de una situación que ha vivido en vez de contemplar la enseñanza que esa realidad le puede traer? Admirémonos de la presencia de Dios en nuestra vida, de todo lo que Él obra en nosotros, pero no solo en lo externo (milagros), sino en lo interno (en su Palabra).       El paralítico no se despegaba de Pedro y Juan. El hombre que había sido curado veía algo en ellos, algo diferente: su plena confianza en la predicación del anuncio del Resucitado. Y es que ellos no sólo se quedaron con la curación mil

"Corazón ardiente"

  Miércoles de la octava de Pascua  Hch 3, 1-10 Sal 104 Lc 24, 13-35      No hay nadie tan rico que no tenga algo que recibir, ni hay nadie tan pobre que no tenga algo que dar. Todos en nuestra vida tenemos algo que ofrecer al prójimo: algo para comer, alguna prenda para vestir, algún consejo que aportar cuando nos lo solicite.      Nos encontramos en la frescura de la Pascua, donde la primera comunidad hacia muchos milagros y curaciones. Hoy, en nuestro tiempo, seguimos con esa frescura de la Resurrección de Cristo. Por ello, llenos de fe, demos los que tenemos. Tal vez, como Pedro y Juan, “No tengamos ni oro, ni plata”, pero si tenemos algo más importante: tenemos a Dios. Si hermanos, si Dios está con nosotros mayores cosas vamos a hacer.      Si mi vida aún no está en esta sintonía, bien valdría ese reclamo de Jesús a sus discípulos durante el camino a Emaús: “¡Qué insensatos son ustedes y que duros de corazón por no creer”! Es tiempo de creer que el Espíritu de Dios sigue

"Basta de llorar; alegrémonos en el Resucitado"

  Martes de la octava de Pascua  Hch 2, 36-41 Sal 32 Jn 20, 11-18      José Prado Flores, ya por muchos conocidos, es un erudito en las ciencias de la teología y de la Sagrada Escritura. Él decía: “En la antigüedad, bastaba un sermón para convertir a miles de personas al cristianismo; hoy, ni con mil sermones logramos convertir a una persona”. Esto se da debido a la poca convicción que tenemos en nuestra fe.      En nuestra Iglesia, en el aquí y en el ahora, necesitamos hombres que estén convencidos de lo que Cristo ha hecho por medio de su resurrección. Por ello, deberíamos de preguntarnos nosotros: ¿qué debemos de hacer? Bastaría con arrepentirnos y testificar en nuestra vida ordinaria (escuela, trabajo, oficina, etc.) que vivimos conforme a la luz del Resucitado.      No sigamos cerrados en nuestra tristeza, como María Magdalena. ¡Basta de llorar! Cristo enjuga las lagrimas de nuestros ojos, y nos hace las mismas interrogantes que a esta fiel discípula: ¿por qué estás llor

"No temas: Cristo vive y está contigo"

  Lunes de la octava de Pascua Hch 2, 14. 22-33 Sal 15 Mt  28, 8-15      En ocasiones nos resulta difícil imaginar que en nuestros días hay personas que intentan detener el anuncio del Reino y que dicen que Jesucristo no resucitó. Hoy puede ser un claro ejemplo de ello cuando escuchamos: ¿dónde está Dios ahora que lo necesitamos? ¿Dónde está su mano poderosa para salvarnos?       Pero es Jesús quien sigue dando respuestas a esas interrogantes. Él continúa saliéndonos en nuestro camino y nos alienta con las mismas palabras que aquellas mujeres: “No tengan miedo”. Hoy, más que nunca, debemos de confiar en esas palabras del Resucitado, sabiendo que Él no nos deja solos, sino que nuestra vida ha sido unida a la de Él.       ¿Cómo sale Jesús a nuestro encuentro? Por la oración, en la Sagrada Escritura, en el interior del corazón, etc. A Cristo nada lo puede detener. Ni la muerte tuvo dominio sobre Él. Cristo siempre vence y nos ayudará a vencer en aquellas vicisitudes que estamos

"¡Vive! ¡El Amor vive!"

  Domingo de Resurrección  Ciclo “C” Hch 10, 34. 37-43 Sal 117 I Co 5, 6b-8 Jn 20, 1-9      Toda nuestra vida de creyente procede de la experiencia del misterio pascual, del encuentro con Cristo Resucitado. La resurrección de Cristo es tan concreta que se puede describe con dos acciones: “comimos y bebimos con él” (actualmente pueden ser muchas más acciones; oramos, contemplamos, veneramos, adoramos, bendecimos al Señor). Nuestra propia vivencia nos puede mostrar que Jesucristo ha resucitado de verdad.      El encuentro con Cristo Resucitado determina la conducta y el comportamiento del cristiano. Por ello ahora debemos de suprimir la nueva levadura y hacer una nueva masa con la nueva levadura. Antes podíamos haber vivido en nuestro pecado, ahora tenemos que vivir envueltos en la luz del resucitado, Jesucristo el Señor. No permitamos que la vieja levadura (signo de corrupción y pecado) contamine la nueva vida que hemos recibido del Señor.       En el evangelio nos encontramo

"Silencio: Jesús duerme"

  Sábado Santo de la Sepultura del Señor      El día de hoy no hay un “Evangelio” para ser meditado; mejor dicho, hoy se debería de meditar todo el Evangelio, puesto que de él se desemboca lo que hoy recordamos: la entrega amorosa de Jesús en la cruz.      La Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando y reflexionando sobre su Pasión y Muerte. Hoy es un día de silencio, de dolor, de tristeza, pero sobre todo de espera. Si acudimos a los templos, los encontraremos vacíos. Sólo nos queda el signo de su “amor hasta el extremo”: la Santa Cruz.      Acompañamos a María, nuestra Madre. Sólo junto a ella podemos entender el significado del sepulcro que velamos. Ella, con ternura y amor, guardaba en su corazón todo lo que acaba de suceder. Se encuentra dolida y triste porque “vino el Salvador del mundo a los suyos, pero los suyos no lo recibieron” (cfr. Jn 1, 11).      Una antigua Homilía sobre el santo y grandioso Sábado nos dice: “¿Qué es lo que pasa? Un gran silencio se