Ir al contenido principal

"Gracias, Señor"

Martes I Tiempo de Adviento

Is 11, 1-10

Sal 71

Lc 10, 21-24



    “¡Te doy gracias, Padre!” Me resulta imposible no pensar en un Jesús sumamente agradecido, lleno de emoción por los suyos, por todos aquellos que tendrán la oportunidad de escuchar sus palabras, de experimentar sus proezas, de vivir en carne propia la experiencia del Amor. 

 

    Esa gratuidad de la que habla Jesús en el Evangelio puede asemejarse a un joven que ha descubierto su vocación, su profesión. En el momento en el que se alcanza a contemplar un punto de llegada, el corazón se llena de alegría para poder alcanzar dicha meta.

 

    La manera en cómo alaba Jesús a Dios viene a ser una provocación para nosotros en este tiempo, ya que al igual que Él podemos exclamar esa misma expresión: gracias, Padre, gracias, Jesús, gracias, Espíritu Divino, porque me permites experimentar el gran misterio en el que estoy inmerso.

 

    Ahora, la preferencia de Dios, no se da “a los sabios y entendidos”, sino a aquella gente sencilla que tiene un corazón humilde. Esto también se deja vislumbrar en la primera lectura del profeta Isaías, la cual se encuentra con pequeños detalles que van en esta línea: “un renuevo del tronco de Jesé”. Son las cosas pequeñas las que hacen muchas veces la diferencia en nuestra vida.

 

    Son los pequeños los que son capaces de comprender el sentido de la humildad, aquellos donde se posa el espíritu del Señor, “espíritu de sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, piedad y temor de Dios”, ya que son ellos los que caminan por el sendero del Señor, que les da la fuerza para seguir adelante, aún en medio de las adversidades.

 

    Deberíamos de sentirnos afortunados de que Dios haya querido revelarse a la gente sencilla, es decir a nosotros, sus hijos. Por eso no podemos ser sordos a la voz del Señor, despreciar esas palabras. Al contrario, con total convicción hemos de llevarlas a la práctica.

 

    Pidámosle al Señor que la Iglesia sea un lugar de paz, de convivencia desde el amor fraterno. Que sea el mismo Espíritu que hemos recibido el que nos lleve a ser agradecido con el Señor y hagamos el bien a todos los que están a nuestro alrededor.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una Vida nueva..

Viernes de la octava de Pascua  Hch 4, 1-12 Sal 117 Jn 21, 1-14      ¿Qué le está pasando a Pedro? Parecería que no es el mismo que había llamado Cristo: parece un impostor. ¿Qué no había negado tres veces al Maestro? ¿Qué no le había prometido dar la vida por Él y salió corriendo? Entonces ¿qué mosca le picó? ¿Qué pasó con ese Pedro pecador, frágil, cobarde? Fácil de responder: tuvo un encuentro personal con Jesús resucitado. La Pascua viene a ser un tiempo propicio para que se de ese encuentro con el Resucitado.      Cabria preguntarnos entonces: ¿cómo se dará ese encuentro con el resucitado? En ocasiones nos podemos equivocar si pensamos que Jesús solo se encuentra en los templos o en la intimidad de la oración. Jesús se hace presente en todos los lugares de nuestra vida: trabajo, casa, oficina, escuela, etc.  Jesús sale a nuestro encuentro en cualquier instante de nuestra existencia. No dejemos que este tiempo de gracia pase sin que Él toque y cambie el corazón

"Dios nos hace dignos"

  Sábado XII semana Tiempo Ordinario Gn 18, 1-15 Lc 1 Mt, 8, 5-17      La escena que reflexionamos en la primera lectura es la famosa aparición de Dios a Abraham junto a la encina de Mambré: son tres hombres, pero parece que es sólo uno; son ángeles, pero en algunos momentos del diálogo, parece que es el mismo Dios. Abraham sigue siendo un modelo de fe y ahora, como buen hombre que es, nos muestra cómo debemos de acoger en nosotros la voluntad de Dios.      Hemos de estar atentos a la manera en la que Dios no visita, ya que muchas veces se reviste de lo ordinario o de lo extraordinario. Tenemos que aprender a descubrirlo en las personas, en los acontecimientos que nos suceden, en la misma naturaleza que nos habla de su excelsa gloria, etc.      Por otra parte, llama la atención y parecería que Dios tiene un gusto muy peculiar por elegir, para su obra redentora, personas débiles, a matrimonios ancianos y hasta estériles. Basta que recordemos algunos ejemplos: la madre de San

"Tú + Yo = Nosotros"

Martes de la segunda semana de Pascua  Hch 4, 32-37 Sal 92 Juan 3, 7-15      Así como Nicodemo, también nosotros podríamos preguntarnos: ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser posible que la primera comunidad tuviera todo en común? ¿Cómo alguien puede vender su campo y disponer el dinero a la disposición de los Apóstoles? Sin duda alguna, Jesús nos da una bella respuesta en una de sus parábolas: “quien encuentra la perla preciosa, vende todo lo que tiene para poder comprarla” (Mt 13, 45).      Esa realidad sólo puede ser posible por medio del Espíritu Santo, que es el encargado de sostener en medio de la tempestad, que es quien llena de fortaleza el corazón en estos momentos de contingencia. Es el mismo Espíritu el que borra todo deseo egoísta y nos lleva a disponer todo lo que tenemos a los otros.      El cristiano que deja que Dios sea el centro de su corazón, todo lo que posee (material o espiritual) lo podrá ofrecer y presentar a cualquier persona, puesto que en