III Domingo de Pascua
Hch 2, 14. 22-33
Sal 16
I P 1, 17-21
Lc 24, 13-35
La Palabra de Dios es viva y eficaz y sigue resonando con toda su riqueza en nuestro tiempo. Que riqueza tan inagotable tiene la Sagrada Escritura que, aún en esta contingencia sanitaria, podemos encontrar consuelo y esperanza en nuestro caminar diario.
Como hace ya casi dos mil años, hoy Jesucristo sigue acompañándonos en nuestro caminar, del mismo modo que lo hizo con los discípulos de Emaús. Este Jesús que se hace encontradizo, cercano a los que más ama. El Maestro quiere estar con nosotros en este tiempo difícil, de aislamiento. Sabe por lo que estamos pasando, conoce lo que hay en nuestro corazón, observa lo difícil y complicado de la realidad que estamos pasando; entiende la tristeza que hay en el interior del hombre.
Durante esta cuarentena que vivimos como humanidad, Él nos quiere preguntar: “¿De qué cosas hablan tan llenos de tristeza?”. Dios quiere escucharte, desea que expreses tu sentir, que le abras las puertas de tu corazón y le muestres lo que albergas en él. El Señor sabe de nuestras preocupaciones, pero es necesario que se las externemos. Esos dos discípulos le han dicho con lujos de detalle el porque se sienten tristes. Anímate a decirle a tu Señor que es lo que te acongoja en estos días, platica con Él de todo lo que estas experimentando en este tiempo: tus miedos, tu ansiedad, tu depresión, la desesperación de no encontrar una solución a esta problemática, etc. Platícale todo con el más mínimo detalle, ya que Dios siempre te escucha.
Una vez que hayas platicado con Dios (por medio de la oración), no le interrogues del por qué sucede esto, del por qué no podemos llevar una vida ordinaria-cotidiana, del por qué estas viviendo esta realidad tan oscura. No cometas el error de aquellos discípulos por su falta de fe, por su esperanza decaída: “¿A caso eres tú el único forastero que no sabes que es lo que ha pasado?”. No nos dejemos envolver por el temor, por la duda. Debemos de tener cuidado de no ser “insensatos y duros de corazón: ¿Acaso no era necesario todo esto? Todo tiene su razón de ser. Descubramos juntos la razón de esta contingencia. Es momento de dejarnos instruir por el Maestro, es tiempo de que el corazón se abra a la Palabra de Dios y, así, poner toda nuestra fe y esperanza en el Señor.
Cuando dejamos hablar a Jesús y que nos explique las Escrituras (los sucesos que están sucediendo a nuestro alrededor), el corazón arderá y se llenará de alegría, puesto que sabemos que Cristo mismo nos enseña el sendero que hay que tomar, nos llena de gozo su presencia y enseñanza. Es ahora cuando tenemos que reconocerlo: como esos discípulos de Emaús lo reconocieron al partir el pan, nosotros debemos de reconocerlo en esto que estamos experimentado como humanidad. Tenemos que abrir los ojos del corazón, ya que nuestros ojos físicos siguen embotados. Debemos de abrir el corazón y llenarnos de fe y esperanza, puesto que el Señor sigue estando en medio de nosotros, camina junto a nuestro lado, alentándonos a seguir y creer en Él. No seamos “insensatos y duros de corazón”.
En estos días, donde parece que ya se hace de noche, invitemos a Jesús a que nos acompañe: “quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”. Tal vez hemos invitado a Jesús un poco tarde a nuestra vida. Probablemente caímos derrotados por el temor, la falsa felicidad, el libertinaje, que no queríamos que el Maestro se albergara en nuestra vida. Es ahora el tiempo propicio para ofrecerle que se quede con nosotros, puesto que sin Él se oscurece nuestra vida.
La vida es definitivamente un camino y en ese camino nos podemos enfrentar ante la decepción o tantas cosas que al final destruyen nuestra alma. Es en el camino, en la vida, donde se dará el encuentro con Jesús resucitado. Aunque la tristeza se aloje en el corazón, Jesús, con su presencia, nos devolverá la alegría. Es así como Jesús deja de ser un forastero y se convierte en nuestro mejor y más grande Amigo.
Que el Señor nos enseñe el camino de la vida, que nos transforme, como los Apóstoles, por medio del Espíritu Santo y nos haga testigos de la resurrección de Cristo y anunciarlo con valentía. Pidámosle a Jesús que se quede con nosotros, porque sin Él nuestro camino quedaría sumergido en la noche.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Así sea🙏 bendiciones padre un saludo lo extrañamos Dios permita vernos pronto dará a cara.
ResponderEliminarGracias Padre Gerardo. Q Dios lo siga iluminando y Bendiciendo.
ResponderEliminarGRACIAS PADRE POR SUS PALABRAS Q NOS RECONFORTAN EN ESTOS MOMENTOS. Q DIOS LO SIGA ILUMINANDO Y BENDICIENDO .
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