La Ascensión del Señor
Hch 1, 1-11
Sal 46
Ef 1, 17-23
Mt 28, 16-20
Una de las afirmaciones del Credo dice: “subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre”, dando por concluida la vida terrena de Jesús, para así pasar de este mundo a la diestra de Dios.
El Evangelio de Lucas nos podría iluminar bastante. El autor nos dice, que “cuando se completaron los días, Jesús toma la firme determinación de subir a Jerusalén” (Lc 9, 51). Jesús comprende que la meta está cerca, que llega su hora de ir al Cielo, pero sabe cuál es ese camino para acceder a esa Gloria: la Cruz.
El Catecismo de la Iglesia afirma: “Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32). La elevación en la Cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo” (CEC 662). Con esta afirmación, a nosotros nos debe quedar claro que entrar en la gloria del Padre exige el cumplimiento de su voluntad, sacrificios, estar abiertos a la conversión, vivir en oración.
Otro elemento que me parece importante es la actitud que toman los Apóstoles tras ver a Jesús subir al cielo: “ellos regresaron a Jerusalén con gran alegría”. Nos puede resultar bastante extraño que se marchen contentos. Cuando alguien se despide de un familiar o algún amigo, hay en nosotros una tristeza, puesto que no sabemos cuándo lo volveremos a ver. ¿Cómo puede ser, entonces, que sus Apóstoles se marchan llenos de felicidad? Fácil: su perspectiva no se queda en lo aparente (dejaron de ver al Señor), va más allá, ya que ellos miran con los ojos de la fe. Los discípulos entendieron que el Maestro permanecería con ellos, que no los abandonarían, que los sostiene e intercede por ellos.
¿Cómo permanece Jesús con ellos, si está a la derecha del Padre? Cristo sigue estando presente por medio de la Iglesia, ya que Él la envió a prolongar su misión, para ello el Evangelio de Mateo nos ilustrará más: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos”. En este mandato se nos muestra una Iglesia en salida, abierta al mundo. Así como Cristo ha salido de este mundo y nos prepara una morada en su mansión, así nosotros como Iglesia debemos de salir a todos los pueblos, enseñando lo que el Maestro nos dejo.
“Y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Solos no podemos hacer nada, por eso Jesús está con nosotros. Por mas que continuemos su obra salvadora, por medio de nuestras fuerzas, inteligencia, habilidades, sin la presencia de Jesús todo nuestro trabajo resultará ineficaz. Jesús sigue estando con nosotros, nunca nos deja solos: abre los ojos de la fe, para que lo puedas contemplar.
Jesús vive en medio de nosotros de un modo nuevo: ya no está en un espacio finito, como lo es el mundo, ahora está en el señorío de Dios, presente en todo espacio y tiempo, cerca de cada uno de sus hijos amados. En nuestra vida, jamás estaremos solos, ya que contamos con la presencia del Espíritu de Dios, el cual nos defiende de toda adversidad.
Que la presencia de Jesucristo en mi corazón me impulse siempre a tener la mirada puesta el Cielo, para que, Aquel que ya goza de la Gloria del Padre a su diestra, me reciba en su Reino y compartir juntos la Vida Eterna.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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