Fiesta del Inmaculado Corazón de María
II Cro 24, 17-24
Sal 88
Lc 2, 41-51
Después de haber celebrado la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, la Iglesia no invita a recordar a la Madre del Salvador, bajo la fiesta del Inmaculado Corazón de María. La cercanía que existen entre estas dos fiestas nos muestra una relación muy estrecha: la solemnidad del Sagrado Corazón celebra los misterios salvíficos de Cristo, la memoria del Corazón Inmaculado de María es la asociación de la Madre a la obra salvadora de su Hijo.
El Cardenal Pierre de Bérulle nos dice: “Jesús crece en María y es parte de ella y su corazón está íntimamente unido al de su Madre. María vive en Jesús que es su todo. El corazón de María está unido al de su Hijo que le comunica la vida”.
El Inmaculado Corazón de la Virgen es el primer altar sobre el cual, Cristo ha ofrecido su corazón al encarnarse en su purísimo vientre: “María, por su parte, guardaba y meditaba todas estas cosas en su corazón”. Así como Jesús habitaba en el corazón de su Madre, Él quiere habitar en nuestro corazón. Ella nos lo vuelve a decir como en las bodas de Caná: “Hagan lo que Él les diga”.
Tener a María en nuestras vidas, no sólo es tenerla como una Madre que cuida de sus hijos, sino es tenerla como modelo de seguimiento al Maestro. Si ella pudo encarnar en su corazón todas las virtudes de su Hijo, nosotros podemos, puesto que ella siempre intercederá por nosotros para que podamos ser reflejos del Salvador.
Podríamos decir, que el Corazón Inmaculado de María es el mejor lugar en donde uno puede estar, pues en él encontraremos y experimentaremos el amor y la ternura de nuestra Santísima Madre, el cual nos instruye y conduce a su Hijo Jesucristo. La presencia de María Madre se convierte en luz y alegría en la vida del hombre.
Como María, la Palabra de Dios debe de ser meditada en lo más profundo de nuestro corazón para que podamos tener vida, para que haga estragos en mi ser. Celebrar el Inmaculado Corazón de María el día de hoy nos muestra cómo debe de ser la Iglesia: escuchar y poner en práctica la Palabra de Dios.
Que el modelo de nuestra Madre, bajo el título del Inmaculado Corazón de María, nos impulse a nosotros a tener el mismo corazón de ella, el cual, meditaba la Palabras de Dios y la ponía en práctica.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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