Viernes de la IX semana Tiempo Ordinario
II Tim 3, 10-17
Sal 118
Mc 12, 35-37
Todo aquel hombre que se proponga a vivir como verdadero cristiano, tiene que ser consiente de que será perseguido. Para muestra, basta un botón: San Pablo. El Apóstol nos recuerda sus propios sufrimientos y, a la vez, nos esta exhortando a mantenernos en la fidelidad hacia el Señor, apoyándonos en las fuerzas que provienen de la lectura de las Sagradas Escrituras.
Recordemos que la vida del creyente está sellada con el signo de la cruz. Una vida que camina hacia la santidad, hacia la perfección, tiene que pasar por la persecución (no sólo en el campo del martirio, sino en las calumnias que se puedan hacer de nosotros, la critica, la murmuración, entre otras). Pero recordemos las palabras del Señor: “tomen sobre ustedes mi yugo, que es suave y ligero” (cfr. Mt 11, 30).
Ahora bien, todas esas asperezas y adversidades, Pablo las superó, pues Cristo estaba con él: “¡Qué duras persecuciones tuve que sufrir! Pero de todas me libró el Señor”. Dios constantemente nos muestra que Él está con nosotros, que nos sostiene y nos hace perseverar en el momento de la prueba. Que también nosotros podamos salir vencedores ante todas las adversidades que experimentemos en vida.
La misma palabra de Dios nos va enseñando que los mandatos del Señor son motivos de paz y descanso en medio de las tribulaciones. En el Salmo leemos: “Muchos son los enemigos que me persiguen, pero yo no me aparto de tus preceptos”. Por eso San Pablo alaba a Timoteo, al decirle: “Tú, en cambio, permanece firme en lo que has aprendido y se te ha confiado, pues bien sabes de quiénes lo aprendiste y desde tu infancia estás familiarizado con la Sagrada Escritura, la cual puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación”.
Conocer la Sagrada Escritura nos dará la certeza y confianza de asumir las adversidades, pero no sólo en aceptarlas, sino poder dar razón de nuestra fe. Entonces, podríamos preguntarnos: ¿vale la pena conocer y profundizar en la Palabra de Dios? Por supuesto que sí.
Profundizar en la Sagrada Escritura es estar siempre en la sintonía de Dios, describir su camino de Salvación. El mismo Jesús conocía la Escritura, por ello encara a sus oyentes: "¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, ha declarado: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y yo haré de tus enemigos el estrado donde pongas los pies". Si el mismo David lo llama 'Señor', ¿cómo puede ser hijo suyo?".
Hermanos, no nos olvidemos de lo importante que es la Palabra de Dios en nuestra vida, ya que es el instrumento que Él utiliza para educarnos. Volvamos a tener ese amor a la lectura y reflexión de la Sagrada Escritura, la cual lleva a perfección nuestra fe. Que el mantenernos firmes a esa Palabra, nos ayude a aceptar los sufrimientos y adversidades que se presenten en nuestra vida.
Pbro. José Gerardo Moya Soto

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