Viernes de la XVI semana Tiempo Ordinario
Jr 3, 14-17
Sal 31
Mt 13, 18-23
El día de ayer, el Señor nos reprochaba nuestra falta de amor y fidelidad. Hoy Dios nos pide que volvamos a Él de todo corazón. Es este Esposo abandonado el que abre el camino de vuelta a su Novia infiel. De esta manera, le da la posibilidad de cambiar, de volver al lugar del cual no tenía porque haberse marchado.
Dios no quiere que ninguno de sus hijos se pierda o perezca, sino que tenga la vida eterna. Es por eso que siempre prolongará esta perspectiva esperanzadora que hemos reflexionado en el salmo: “El que dispersó a Israel, lo reunirá de nuevo, lo guardará como pastor a su rebaño”.
Este retorno del pueblo de Israel debería de significar en nosotros un ejemplo y motivación a seguir: hay que volver al Padre. Jesús en sus Evangelios nos muestra diferentes personajes que han vuelto al camino correcto: el llamado de Mateo (Mt 9, 9-13), la mujer adultera (Jn 8, 1-8), la conversión de Zaqueo (Lc 19, 1-10), la triple afirmación de Pedro (Jn 21, 15-19).
Es tiempo de reflexionar y regresar a la casa del Padre. Hagamos nuestras las palabras y actitudes del hijo prodigo: “Me levantare y volveré a mi Padre” (Lc 15, 18). Sea cual sea nuestra situación, siempre es posible un retorno al buen camino. De nuevo podemos experimentar a nuestro Dios como Alguien que no condena, sino que busca salvar.
Valdría la pena preguntarnos: ¿Quiero regresar a las andadas del Señor? ¿Quiero volver a los brazos del Amado? ¿Quiero retornar al lugar de donde nunca debí haberme apartado? Dios nos quiere de vuelta; Dios quiere que, en nuestro terreno, nuestro corazón, su Palabra produzca frutos abundantes.
Ciertamente que Dios pone los medios para volver a la casa, pero no todos responden a ese llamado. Lo hemos contemplado en el Evangelio: la semilla cae en todas partes, no se priva de caer sólo en el mejor lugar. Dios nos da su Palabra a manos llenas. Por desgracia, en esos caminos se pueden encontrar personas que vivan en la superficialidad, la hostilidad o inconstancia, que nos les permitirá dar frutos abundantes. Cada uno de nosotros seremos los responsables de responder a la semilla que cae en nuestro camino.
Estas paginas que hemos reflexionado hoy, nos asegura que hay solución, que el mundo tiene posibilidades de ser mucho mejor. La puerta de Dios siempre está abierta. Él nos quiere recibir con los brazos abiertos de Padre amoroso. Sus planes son devolvernos la alegría que hemos perdido por nuestras rebeldías. Que estas palabras que nos ha dirigido sean eficaces en nosotros, que nos llenen de esperanza para volver al buen camino, y así, la semilla arrojada en ese sendero de frutos abundantes.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Comentarios
Publicar un comentario