Lunes de la XXII semana Tiempo Ordinario
I Co 2, 1-5
Sal 118
Lc 4, 16-30
A partir de hoy, hasta el final del Año Litúrgico, vamos a profundizar y reflexionar en el Evangelio según san Lucas. Empezamos con una escena significativa, la cual le da sentido a todo el misterio mesiánico de Jesucristo: su primera predicación en la sinagoga.
Ya Jesús, desde la primera página, aparece como el enviado de Dios, el Ungido, Aquel que está lleno del Espíritu del Señor. Es Él quien anuncia la salvación a los pobres, la liberación a los cautivos, hace ver a los ciegos, libertad a los oprimidos.
Lucas quiere dejarnos en claro quién es Jesús y así, conociéndolo, también nosotros podamos presentarlo a los que nos rodean, para poder manifestarlo en el mundo actual. El Evangelista no quiere pasar por alto ningún detalle de lo que fue Jesús en vida, por ello, desde el comienzo de su Evangelio buscará mostrarnos a un Jesús lleno de amor, misericordia, cercano a los que se consideran lejanos, etc.
Hemos de contemplar a un Jesús que irá desarrollando su vida pública de diferentes maneras: atenderá a los pobres, llenará de alegría a los oprimidos, liberará a los cautivos y pecadores, dará paz a los que sufren, levantará a los que caen, etc.
Ya desde el principio del Evangelio nos encontramos, por una parte, con la admiración por sus palabras, pero por otro lado nos topamos con un rechazo-persecución por parte del pueblo. Con esto Lucas nos quiere mostrar una síntesis de las reacciones que van a tener para con Jesús a lo largo de su ministerio.
Jesús es en verdad el año de gracia que Dios ha preparado para la humanidad entera al enviarlo como salvador y evangelizador. Ojalá que nosotros también tengamos fijos nuestros ojos en Él. Toda nuestra vida es una ocasión para que se dé esta mirada hacia Jesús, para que renueve nuestros corazones y nos dé un conocimiento más profundo de su persona.
Vivir en Cristo es vivir en la gracia de Dios por la fe y por el amor. Esto nos puede llevar a ser malentendidos, calumniados o criticados, pero nadie ni nada nos podrá arrebatar la alegría y felicidad de llevar a cabo la misión que se me ha encomendado desde el día de nuestro bautismo.
Que el Señor nos conceda la gracia de perseverar en el camino de la fe, y como Jesucristo, ser en medio de este mundo luz que brilla en la oscuridad, sal que da sabor al mundo, consuelo para los que sufren, alegría para los decaídos, fuerza para los débiles.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Comentarios
Publicar un comentario