Jueves de la XXI semana Tiempo Ordinario
I Co 1, 1-9
Sal 144
Mt 24, 42-51
Durante las siguientes semanas estaremos escuchando la primera carta que San Pablo dirigió a la comunidad de Corintio. En ella nos iremos encontrando diferentes temas que deben mover la vida del hombre a una continua conversión, a una entrega cada vez más fiel y total de nuestra persona.
En este inicio de carta, el día de hoy nos encontramos un elemento sorpresivo. Pablo se dirige a la comunidad llamándolos “santos”: “A todos ustedes, a quienes Dios ha santificado en Cristo Jesús y que son su pueblo santo”. El Apóstol ha vivido ya con la comunidad, sabe de sus logros, de su constante lucha por estar en el camino de Dios. Es por eso por lo que no duda en llamarles de esa manera.
No olvidemos que esta es una realidad de la cual Jesús nos ha dicho que debemos de aspirar, de trabajar día a día. El mismo Cristo nos va santificando por medio de su Espíritu Santo. Ya no tenemos excusas para no responderá ese llamado. Es tiempo de que nos vayamos dejando tocar por Dios, que Él se vaya manifestando en nuestra vida, en nuestros pensamientos, en todas nuestras palabras, etc.
Es cierto que Dios nos ha santificado, que Él es el único en lograr dicha tarea. Sin embargo, espera de nosotros una respuesta a esa iniciativa de santidad. ¿Cómo responder a esa llamada de Dios? Por medio de nuestra oración, de la practica sacramental: esos son elementos que tenemos en nuestra vida para responder a la gracia de Dios.
Ya no hay pretexto o excusa alguna para no buscar la santidad. Si nos llamamos o decimos ser cristianos, es porque debemos de ser santos. Decidamos responderle al Señor con santidad y justicia todos los días de nuestra vida (cfr. Lc 1, 75).
Por otra parte, en el Evangelio, Jesús nos invita a estar vigilantes y que todo lo que poseemos no es nuestro, sino que somos administradores. Por ello, debemos de cuidar de sus bienes y a administrarlos de una manera correcta.
A todos se nos ha confiado algo; a cada uno de nosotros, Dios le ha delegado u otorgado una tarea, a la cual debemos de cuidar y administrar de la mejor manera. Si Dios te pidiera cuentas de la administración el día de hoy, ¿te encontrarías preparado para rendirle cuentas?
Cada día que Dios nos regala, es una oportunidad de cuidar nuestra vida, de administrar con amor y solidaridad lo que Él nos ha confiado. No desaprovechemos esas oportunidades que Dios de ser fieles administradores. Seamos como el servidor del Evangelio: fiel y prudente, que cumplió con su tarea al pie de la letra.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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