San Lorenzo, mártir
Fiesta
II Co 9, 6-10
Sal 111
Jn 12, 24-26
En esta fiesta del diácono san Lorenzo, mártir, la liturgia nos ofrece textos enfocados en la semilla. San Pablo, en su segunda carta a los Corintios, invita a la comunidad a ayudar a los cristianos de Jerusalén, a colaborar sin egoísmos. Diría el Apóstol: “Recuerden que el que poco siembra, cosecha poco, y el que mucho siembra, cosecha mucho”.
El servicio o ayuda que prestamos a los demás, tiene que hacerse de todo corazón, con generosidad, así como Jesús mismo lo ha hecho. San Pablo dice: “Dios ama al que da con alegría”. Pero no consiste únicamente en dar bienes materiales, sino en darnos a nosotros mismos en cada acción que vayamos desempeñando como creyentes.
El mismo Señor no se midió, no limito su entrega, sino que se ha dado de una manera total, completa, a pesar de todas las consecuencias que podrían darse. Así mismo debemos de ser con nuestro servicio, con ayudar a los demás sin esperar nada a cambio, obrar siempre con total entrega, sin reservas ni medidas.
Por otra parte, el Evangelio nos habla de la fuerza que posee la semilla en si mismo: “Yo les aseguro que si el grano de trigo sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto”.
El poder de la semilla se traduce en vida y se desarrolla a partir del momento en el que ha sido sembrado. La semilla muere y comienza a desplegar su potencial, germina y nace una planta, la cual dará frutos. Si la semilla no hubiera sido depositada en la tierra, es decir, no hubiera aceptado morir, no existiría ningún fruto de ella. Es lo que debemos de admirar del santo que hoy celebramos: san Lorenzo entregó su vida por el Evangelio, por fidelidad a Jesucristo, por amor al Reino de los Cielos. Bien dice un refrán antiguo: “Sangre de mártir, semilla de cristianos”.
Jesús nos lo ha dicho muchas veces, debemos “morir a nosotros mismos” para dar frutos. Ya no vivir para sí mismos, sino para el Señor. Así como san Lorenzo, también nosotros seamos semilla que muere y que dará mucho fruto: aprendamos a renunciar a nuestras ideas, a nuestros propios planes; acojamos con valentía el Evangelio de Cristo y seamos semillas que quieren morir para dar frutos abundantes.
Que la fuerza de la Palabra de Dios y el ejemplo insigne de san Lorenzo nos despierte y lleve hacia una nueva manera de solidaridad, especialmente en este tiempo en el que se nos exige mirar a los más vulnerables. Que nuestra vida sea una entrega generosa que produzca muchos frutos para Dios y los demás.
Pbro. José Gerardo Moya Soto

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