Viernes de la XXI semana Tiempo Ordinario
I Co 1, 17-25
Sal 32
Mt 25, 1-13
San Pablo es un hombre que sabe insistir. Desde su conversión, nunca dejó de anunciar el Evangelio de Cristo Resucitado. Para algunas personas, este mensaje es una necedad, una locura, un desperdicio de tiempo, pero para nosotros es fortaleza en el camino y confianza plena en este Dios que nos ha salvado por medio de su Hijo muy amado.
Hay muchos hombres que se glorían de la sabiduría humana, en ir incrementando sus conocimientos terrenos, pero por desgracia se mantienen ignorantes a la sabiduría de Dios. El Señor no ha querido manifestar su sabiduría por medio de las ciencias humanas, sino que lo ha hecho por su Hijo Jesucristo, crucificado, muerto y resucitado para nuestra salvación.
Jesús, en la sabiduría de su mensaje, nos va mostrando el camino a seguir. Nos enseña el valor de cada una de las cosas a nuestro alrededor: el valor que debemos dar a las relaciones con los demás, la intimidad con Dios, la fidelidad en la vida diaria; nos habla del perdón, de la sencillez y humildad del corazón, de la justicia ante el oprimido.
El Maestro nos enseña a vivir de la misma manera como Él lo hizo, es decir, de renunciar a todo lo que nos aparta de su camino liberador. Muchos no entenderán este camino trazado por el Señor, porque lo siguen viendo con los ojos de este mundo: tenemos que ver la realidad con los ojos de la fe, con la sabiduría que ha sido depositada en nosotros por medio del Espíritu Santo.
Por ello, tenemos que estar constantemente en vela, preparados y atentos en los acontecimientos de este mundo para poder discernir los signos de los tiempos por medio de la sabiduría de Dios.
Estas vírgenes, que no levaban aceite de repuesto, se perdieron del encuentro del novio. No sabemos el día ni la hora en la que llegará el Señor a nuestras vidas. Por ello, no bajemos la guardia, llenemos nuestras lámparas de aceite, de la sabiduría de Dios. No vaya a ser que con el tiempo se nos agote el aceite y no podamos salir al encuentro del Resucitado.
Así como un padre de familia revisa el automóvil antes de salir de vida, así debemos de estar revisando constantemente nuestras lámparas para ver que aún tenemos aceite en la espera del novio. Debemos de estar alertas y ser conscientes de la cercanía de Dios en nuestras vidas.
Que el Señor nos conceda docilidad en nuestras vidas, para que dejando obrar al Espíritu Santo en nuestras vidas, estemos preparados y vigilantes al encuentro del novio; que nuestras lámparas no se apaguen con forme pasan los días, sino que nos mantengamos alertas y podamos ser previsores para que el aceite de la fe nunca se termine en nuestras vidas.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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