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Ve al interior

Martes de la  XVIII semana Tiempo Ordinario


Jr 30, 1-2. 12-15. 18-22

Sal 101

Mt 15, 1-2. 10-14



     Todas las palabras que Jeremías había dicho al pueblo de Israel, tenían como objetivo invitar a todos los hombres a la conversión, a corregir su conducta pecaminosa y retornar al camino que conduce al Señor. El profeta no se cansaba de llevar a cabo la misión-encomienda que Dios le había designado. 


     Ahora, en estos últimos capítulos del libro de Jeremías, el cual es llamado “el libro de la consolación”, se nos presenta un mensaje esperanzador. Ahora que ya es inevitable la restricción del pueblo por su infidelidad al Señor, el profeta les dirige palabras de ánimos, asegurándoles que Dios no los abandonará. La herida que ellos se habían hecho era incurable, pero Dios sabe cómo curarla: “Yo cambiaré: yo reconstruiré”.


     Esto sigue siendo una realidad en el aquí y en el ahora. Nosotros pertenecemos al nuevo pueblo y podemos llenarnos de alegría por nuestro Dios, que es un Dios de misericordia, del perdón y de la reconstrucción. 


     Podemos estar pasando por momentos parecidos a los del pueblo de Israel. Puede que nuestras heridas parezcan incurables, que nuestra vida se haya desviado del amor de Dios. A nosotros Dios nos dirige estas bellas palabras, como lo hizo a su estirpe elegida: “yo cambiaré tu suerte...tú serás mi pueblo”. Recordemos que Incluso del mal, Dios puede sacar cosas muy buenas. Esto por lo que estamos pasando, este dolor o tristeza que alberga el corazón, nos puede llevar a madurar, a ser más humildes.


     Dios quieres que aprendamos a mirar hacia dentro de nosotros, a lo más sagrado: al corazón. Él mismo nos lo ha dicho por medio de Jesucristo: “en dónde está tu tesoro, ahí está tu corazón” (Mt 6, 21). Ya no hay que quedarnos en lo aparente, en lo externo, en lo superfluo. Tenemos que ir más allá de las apariencias, de lo normativo y legista. Lo que tiene que cambiar es nuestra actitud interior, no sólo caer en la hipocresía del exterior. Eso es lo que Jesús nos muestra en el Evangelio.


     Jesús no condena las normas ni tradiciones, pero si su absolutización. No es que un acto externo sea indiferente. Lo que sucede es que en ocasiones nos refugiamos en ellos para tranquilizar nuestra conciencia, sin ir a la raíz de la problemática. Esta es la actitud que debemos de cambiar. Jesús, en el sermón de la montaña, nos ha enseñado a hacer las cosas no para ser vistos, sino por convicción (Cfr. Mt 6, 1-6. 16-18).


     La limpieza exterior tienen mucho sentido; el lavado de las manos, de los alimentos, de los utensilios empleados para comer.  Pero eso se realiza para algo en concreto: cuidar el organismo, nuestra salud. Lo juicios exteriores son importante, pero son mucho más importante lo juicios interiores, aquellas palabras que salen de nuestra boca, las actitudes con las que se ayuda al otro, etc. 


     No caigamos en las mismas actitudes de los fariseos, sino más bien, aprendamos a ver la realidad con los ojos del Señor. No permitamos que nuestros caminos nos conduzcan a la perdición, sino que nos lleven a una nueva forma de vivir basada en el Evangelio. Cuidemos el interior, el corazón, ya que de ahí surgen todos los deseos del hombre.









Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

  1. Efectivamente, Padre, hay que hacer limpieza de manos y de corazón 🙏 Gracias por compartir 😊

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