Sábado de la XX semana Tiempo Ordinario
Ez 43, 1-7a
Sal 84
Mt 23, 1-12
Con esta visión que Dios le regala al profeta, Ezequiel pretende alentar al Pueblo de Israel. Les recuerda que no todo van a ser malas noticias, que en medio de las problemáticas que están padeciendo hay un rayo de esperanza.
Dios promete levantar un nuevo templo en medio de la comunidad, aun más grande y decoroso de lo que ellos habían escuchado anteriormente. Al ver que lo más sagrado del pueblo de Israel ha sido derrumbado, el Señor no duda en levantar un nuevo templo más grande y decoroso. Lo mismo quiere hacer en nuestra vida: quiere que renunciemos al hombre viejo, que apartemos de nosotros el corazón de piedra, desea que nos revistamos del hombre nuevo, con el corazón de carne que Él nos da por medio de su Espíritu.
Dios nos recuerda que no solo será aquel protector de Israel, que lo defenderá de sus enemigos, que le va a proveer de todo lo necesario, sino que Él mismo habitará en nosotros todos los días de nuestra vida. Así pues, quiere que le demos la oportunidad de ser el centro de nuestra existencia.
Por encima de cualquier situación, con total confianza y seguridad Dios está en medio de nosotros, nunca nos abandonará ni nos dejará solos. Sea cual sea la realidad que estemos viviendo, debemos de confiar siempre que el Señor estará con nosotros. Ya lo decía el mismo Jesús: “Y sépanlo, yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt, 20-28).
Por otra parte, en el Evangelio, Jesús quiere enseñarnos un estilo diferente a lo que se vivía en su tiempo. Él quiere que seamos arboles que no sólo presenten una apariencia hermosa, frondosa e imponente, sino que desea que demos buenos frutos. Que no sólo se quede en palabras, sino que se note que cumplimos la voluntad de Dios.
Aunque Jesús denuncia la conducta hipócrita de los sacerdotes y letrados de su tiempo, esa reprensión nos puede cascar a todos. Cristo denuncia a esta sociedad hipócrita que aparenta ser de una manera, pero en el fondo no ha profundizado en el verdadero mensaje de Dios.
Nos hemos convertido en una comunidad que predica el mensaje divino, pero que no interiorizamos en el mensaje que trasmitimos; somos una Iglesia ritualista, que ignora el misterio de fe que se está realizando; somos buenos para corregir al otro, pero no dejamos que otro nos corrija.
Jesús quiere que se terminen las apariencias y comencemos a ser verdaderos cristianos, no sólo desde el exterior, sino desde el interior. Démonos cuenta de que no estamos solos, puesto que contamos con la fuerza y presencia de Dios en nuestras vidas. Que el Señor nos conceda ser auténticos y verdaderos cristianos desde el interior, para que se muestre desde el exterior.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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