Lunes de la XVIII semana Tiempo Ordinario
Jr 28, 1-17
Sal 118
Mt 14, 22-36
En la actualidad, gracias al Internet, podemos tener acceso a mucha información de una manera fácil y sencilla. En la red podemos encontrarnos con un poco de todo: noticias, imágenes, videos, tests, etc. Digamos que la gran mayoría cuenta con algún dispositivo para tener acceso al internet.
Pero lo que encontramos en internet ¿es verídico? ¿La información que se maneja es cien por ciento verdadera? No todo lo que se encuentra en internet es verdadero. Hay demasiadas páginas que manejan información falsa y confunden a la gente, la desvían de la verdad.
Esto sucedió en tiempo de Jeremías. Un falso profeta, Jananías, busca ganarse al pueblo con palabras bonitas, con aquellas acciones que desean escuchar, aquello que quieren que suceda. Digamos que este falso profeta busca quedar mejor con los hombres que con Dios. En cambio los verdaderos profetas, como Jeremías, intentan ser fieles siempre a la voluntad de Dios anunciando su mensajes (el cual no siempre es grato).
¿Es buen padre el que siempre le da la razón a su hijo o el que lo reprende y corrige cuando ha fallado? ¿Es buen maestro el qué pasa al alumno para que no repita el año o el que reprobándolo busca darle una lección de vida? ¿Quién es el buen profeta y quién no? El mismo Señor nos da la respuesta: “por sus frutos los conocerán” (Mt 7, 15).
También en nuestro tiempo, con tantos profetas falsos; que difícil es discernir la auténtica voz de Dios. Nos resulta más fácil obedecer nuestras voces interiores. Lo hemos visto con Pedro en el Evangelio. Simón dudó, tuvo miedo de ir a Jesús. No podría creer que él era capaz de caminar sobre las aguas y llegar al Maestro. Comenzó a hundirse. Eso pasa cuando no escuchamos la voz de Dios y preferimos hacer caso a las voces del mundo.
En nuestra vida personal, ¿buscamos cumplir la voluntad de Dios con sinceridad o nos engañamos buscándonos a nosotros mismos, nuestras conveniencias y manipulando cada aspecto de mi vida? Pidámosle al Señor, como nos lo propone el Salmo, que nos “instruya en sus caminos y en sus leyes; que nos aparte del falso camino...”.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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