San Miguel, Gabriel y Rafael, Arcángeles
Fiesta
Ap 12, 7-12
Sal 137
Jn 1, 47-51
En estos días en que vivimos tan dependientes de lo inmediato y tangible, que nos predisponemos a no aceptar todo aquello que no se puede comprobar, nos podría parecer innecesario hablar de los ángeles.
Fue el mismo Jesús quién nos ha convencido de su existencia, ya que en distintos momentos se refiere a ellos. También, gracias a esta enseñanza del Maestro, la Iglesia habla de ellos y los sitúa como seres espirituales, no corporales: son criaturas personales, dotadas de inteligencia y voluntad, con una misión especifica. Las criaturas angélicas son una obra más del Señor.
Los ángeles se encuentran tan presentes en la historia de los hombres. En ocasiones se les designa un nombre propio, debido a la misión que se les ha encomendado. Ya desde el comienzo de la salvación aparecen en el Paraíso; también en numerosos pasajes de la Sagrada Escritura.
En la figura de Jesús, podemos contemplar diferentes pasajes bíblicos que nos demuestran la existencia y mención de estos seres: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, acompañado de sus Ángeles” (Mt 25, 31); en el nacimiento del Señor (Lc 2, 13-14); los ángeles le sirvieron en el desierto después de haber sido tentado por el demonio (Mt 4, 11); un ángel lo conforta en la agonía del Getsemaní (Lc 22, 43); un ángel se hace presente en el sepulcro del Señor después de su Resurrección (Mt 28, 5-10).
Los ángeles son criaturas espirituales que glorifican a Dios son cesar y que sirven a sus designios salvíficos con las otras criaturas. La fiesta de los tres arcángeles que hoy celebramos, debe ser una buena ocasión para que nos demos cuenta de su misión e incrementar nuestro trato para con ellos.
Los Arcángeles aparecen en la Sagrada Escritura como vicisitudes terrenas y llevando a los hombres el mensaje de Dios, que quiere cambiar nuestras vidas. Reciben este nombre porque precisamente son enviados para las más grandes misiones.
Gabriel fue enviado para anunciar a María la concepción del Hijo de Dios, que es el principio de nuestra redención (cfr. Lc 1, 26-38). Miguel lucha contra los ángeles rebeldes y los expulsa del cielo (cfr. Ap 12, 7); nos anuncia el misterio de la justicia divina, que también se ejerció en sus ángeles cuando se rebelaron, dándonos la seguridad de su victoria y la nuestra sobre las asechanzas del mal. Rafael acompaña al hijo de Tobías, lo defiende y lo aconseja para después curar a su padre (Tb 5, 1ss).
Que Dios nos conceda, por intercesión de los santos Arcángeles, la gracia de tener una fuerte experiencia personal con el Señor, de tal forma que, en verdad, seamos portadores de la vida de gracia que Dios quiere que llegue a todos los hombres.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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