Miércoles de la XXV semana Tiempo Ordinario
Pr 30, 5-9
Sal 118
Lc 9, 1-6
En este pasaje del libro de los Proverbios, nos podemos percatar de lo que realmente significa tener sabiduría para con Dios. El autor sagrado únicamente pedirá dos cosas: que el Señor lo mantenga en el camino de la verdad y que lo provea con lo necesario para vivir.
Estas dos peticiones van entrelazadas, ya que con la verdad otorgada por Dios es como podremos darnos cuenta de que todo lo que tenemos es necesariamente lo justo para nuestra vida cotidiana.
Si la sabiduría de Dios no nos acompaña, no nos ilumina en cuanto a la verdad absoluta, todo lo que poseemos nos parecerá relativo. De manera que, si alguien tiene diez monedas, pensará que es muy poco y querrá tener veinte, y el que posea veinte deseará tener cuarenta, y así progresivamente. El único que sabe lo que verdaderamente necesitamos y podemos administrar será Dios.
Aquí nos debe de quedar claro que no se busca predicar un conformismo estéril, sino más bien se quiere mostrar una visión de aceptación a la voluntad de Dios, el cual dirige los pasos de nuestra propia vida, mostrándose como un Dios amoroso que actúa como Padre y que sabe lo que puede ser dañino para sus hijos. El Señor nunca es corto en lo que da, Él siempre da de manera abundante, a manos llenas.
Es importante pedirle al Señor, pero hay que pedir lo que verdaderamente es necesario. Debemos pedirle a Dios que nos ayude a comprender que su gran amor no siempre se da por los bienes materiales o las riquezas, sino que el Señor también bendice desde la austeridad.
No podemos caer en el mundo consumista de nuestros días, en donde buscamos una comodidad de vida, incluso en la evangelización de la Iglesia. Jesús ha sido muy claro en el Evangelio. Él invita a sus seguidores a no poner su confianza en las cosas del mundo, ya que el creyente, el discípulo del Señor, debe habituarse a caminar solo con la gracia de Dios, a depender totalmente de Él.
Contamos con un Dios que obra portentosamente, un Padre amoroso que siempre estará al pendiente de todas nuestras necesidades (incluso en las más pequeñas que muchas veces pasan desapercibido en nuestra vida). No permitamos que las preocupaciones de nuestro día nos vayan agobiando y apartando de esta confianza en el Señor.
Esforcémonos en hacer correctamente lo que Dios nos ha encomendado en nuestra vocación especifica: que podamos anunciar con nuestro ejemplo y vida el Evangelio de Cristo y dejemos que Dios provea en todas nuestras necesidades materiales, como espirituales.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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