Lunes de la XXIII semana Tiempo Ordinario
I Co 5, 1-8
Sal 5
Lc 6, 6-11
Jesús nos sigue enseñando lo que debemos de hacer. En esta ocasión nos muestra que en todo momento nos enfoquemos a realizar el bien: “¿Qué está permitido?, ¿hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?
Una de las actitudes que Jesús no tolera es la hipocresía: es actitud de muchas personas que quieren aparentar ser algo y no lo son, que tratan de fingir que son bueno, pero inmediatamente manifiestan lo contrario a su conducta. Misma actitud que muestra San Pablo en la comunidad de Corinto: “Es voz común que hay entre ustedes un caso de inmoralidad tan grande… y todavía andan ustedes presumiendo, cuando más bien deberían estar de luto”.
El Evangelio busca ser fermento que refuerce la gracia con la curación del hombre de la mano atrofiada. La pregunta de Jesús es radical: “¿qué está permitido hacer: salvar una vida o acabar con ella?”. San Pablo le aprendió muy bien a Jesús, cuando él mismo corrige la actitud hipócrita de los corintios: “deberían de estar de luto por la actitud de su hermano”.
Jesús nos quiere confrontar como a los fariseos: dejémonos mirar por Él, permitamos que sus palabras nos lleven siempre a ser y hacer lo grato a sus ojos. Que estás preguntas hagan estragos en nosotros para que nos muevan siempre a realizar el bien a nuestro hermano.
La Palabra de Dios debe de ser en nuestra vida un medio que nos traiga la salud y la vida, no un motivo para quedarnos paralizados o inmovilizados en nuestra vida. Jesús no se quedo sin hacer nada ante la oposición de los fariseos, sino que lleno de valor y amor curo al enfermo. Esta Palabra nos debe de ir impulsando a parecernos más al Maestro, a tomar el toro por los cuernos y afrontar las trabas u obstáculos que se puedan atravesar en nuestro camino y no salir huyendo de la realidad.
En nuestra vida, la realidad es que somos pecadores, que muchas veces caemos en la tentación. Por ello, debemos de ponernos a trabajar, buscando ser hombres de bien, personas que agraden a Dios. Hoy Pablo nos puede iluminar en este campo: “¿No saben que un poco de levadura hace fermentar toda la masa? Tiren la antigua levadura, para que sean una masa nueva”.
Todo ser humano debe consiente de la necesidad de la gracia de Dios en su vida, pues es la única forma de liberarse de toda atadura, de toda enfermedad, de todo pecado. Solos tocados por la gracia de Dios, nos convertiremos en apóstoles de la misericordia para los que nos rodean.
Que le mensaje de Dios nos interpele este día que comienza, pues la Palabra de Dios nos muestra el camino a recorrer: haz el bien. No nos escudemos en las dificultades o peligros que nos puedan acechar, sino todo lo contrario, “venzamos al mal con la fuerza del bien” (Rm 12, 21).
Pbro. José Gerardo Moya Soto

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