Ir al contenido principal

No tengas miedo

 Sábado de la  XXV semana Tiempo Ordinario


Qo 11, 9- 12, 8

Sal 89

Lc 9, 43b-45



    Hoy nos ha tocado reflexionar una perícopa un poco difícil, y no me refiero para comprenderla, sino para poder vivirla y llevarla a cabo en nuestra vida. Se nos habla de la niñez y de la juventud, de todo lo que podemos y debemos de hacer en nuestra vida, de la madurez cuando ya las fuerzas se nos han agotado, de la fatiga y desgastes del cuerpo.


    Muy sobresaliente e importante el mensaje que dirige a los jóvenes: es el momento de vivir, de disfrutar de la vida, de llenarnos de lo que es importante; es un momento en donde tenemos que discernir sobre nuestro futuro, sobre el llamado que Dios nos está haciendo; debemos de acudir al Señor para que el vigorice y nos llene de su Espíritu, creando raíces para nuestro futuro. Debemos de aprovechar el tiempo, ponernos en las manos de Dios e ir forjando nuestro futuro.


    Ahora bien, aún en su madurez, los adultos se deben de mantener jóvenes, y no me refiero a lo físico, sino más que nada a lo interior, a lo espiritual. Una persona mayor debe de renovarse día a día. 


    El autor sagrado recomienda una sana resignación: “una casa se degrada”, las personas también. La vida del hombre no tiene vuelta de hoja, por ello, no vale caer en la desesperación, ni hacerse ilusiones exageradas. Ya lo dijo veíamos ayer: “cada cosa tiene su tiempo”. Los síntomas de los años no tienen porque ser dramáticos: el joven como el adulto deben de ofrecer a Dios su vida, tanto si es por medio de la fortaleza o de la debilidad.


    No tengamos miedo de vivir lo que no toca: si eres joven, vive plenamente tu juventud, pero hazlo de la mano de Dios; si eres ya adulto, sigue entregando tu vida al Señor, para que cuando llegue la noche puedas decir que has tenido un día pleno al ofrecer tu vida al Señor. Permite que tu vida sea una ofrenda agradable a Dios viviendo como Él mismo te lo pide.


    Jesús nos sigue mostrando que lo único importante en esta vida es responder a la llamada de Dios. Él nos los ha mostrado en toda su vida, incluso al grado de entregar su vida por nosotros: “el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres”. No tengas miedo de preguntarle al Señor que quiere de ti en esta vida: “y ellos tenían miedo de preguntarle”.


    Es cierto que el miedo es parte de la condición humana y muchas veces nos hace actuar como no querríamos. El miedo nos paraliza, nos hace dejar de ser nosotros mismos, ya que un puede tener fuertes convicciones, pero al momento de la prueba se encuentra acorralado por el temor, el cual lo puede llevar a ir en contra de esas convicciones.


    Si no superamos nuestros temores, no podremos vivir plenamente: por ello, debemos de detenernos y analizar cuales son aquellas actitudes o situaciones que nos bloquean, para así poder afrontarlas. No estamos solos, Jesús está con nosotros y nos dice: se valiente, no tengas miedo, por que yo estoy contigo: mi gracia, mi fuerza y amistad estarán siempre a tu lado.


    Pongamos nuestra vida en las manos del Señor: pidámosle que nos ilumine, que nos haga ver nuestras imperfecciones; pidámosle valor para cambiar todo aquello que deba ser cambiado en nuestra vida, para que así, podamos afrontar nuestros temores y vivir de acuerdo con la voluntad del Padre. Que el Señor abra nuestro corazón para acoger su Palabra y que ésta sea alimento en mi vida.





Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una Vida nueva..

Viernes de la octava de Pascua  Hch 4, 1-12 Sal 117 Jn 21, 1-14      ¿Qué le está pasando a Pedro? Parecería que no es el mismo que había llamado Cristo: parece un impostor. ¿Qué no había negado tres veces al Maestro? ¿Qué no le había prometido dar la vida por Él y salió corriendo? Entonces ¿qué mosca le picó? ¿Qué pasó con ese Pedro pecador, frágil, cobarde? Fácil de responder: tuvo un encuentro personal con Jesús resucitado. La Pascua viene a ser un tiempo propicio para que se de ese encuentro con el Resucitado.      Cabria preguntarnos entonces: ¿cómo se dará ese encuentro con el resucitado? En ocasiones nos podemos equivocar si pensamos que Jesús solo se encuentra en los templos o en la intimidad de la oración. Jesús se hace presente en todos los lugares de nuestra vida: trabajo, casa, oficina, escuela, etc.  Jesús sale a nuestro encuentro en cualquier instante de nuestra existencia. No dejemos que este tiempo de gracia pase sin que Él toque y cambie el corazón

"Dios nos hace dignos"

  Sábado XII semana Tiempo Ordinario Gn 18, 1-15 Lc 1 Mt, 8, 5-17      La escena que reflexionamos en la primera lectura es la famosa aparición de Dios a Abraham junto a la encina de Mambré: son tres hombres, pero parece que es sólo uno; son ángeles, pero en algunos momentos del diálogo, parece que es el mismo Dios. Abraham sigue siendo un modelo de fe y ahora, como buen hombre que es, nos muestra cómo debemos de acoger en nosotros la voluntad de Dios.      Hemos de estar atentos a la manera en la que Dios no visita, ya que muchas veces se reviste de lo ordinario o de lo extraordinario. Tenemos que aprender a descubrirlo en las personas, en los acontecimientos que nos suceden, en la misma naturaleza que nos habla de su excelsa gloria, etc.      Por otra parte, llama la atención y parecería que Dios tiene un gusto muy peculiar por elegir, para su obra redentora, personas débiles, a matrimonios ancianos y hasta estériles. Basta que recordemos algunos ejemplos: la madre de San

"Tú + Yo = Nosotros"

Martes de la segunda semana de Pascua  Hch 4, 32-37 Sal 92 Juan 3, 7-15      Así como Nicodemo, también nosotros podríamos preguntarnos: ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser posible que la primera comunidad tuviera todo en común? ¿Cómo alguien puede vender su campo y disponer el dinero a la disposición de los Apóstoles? Sin duda alguna, Jesús nos da una bella respuesta en una de sus parábolas: “quien encuentra la perla preciosa, vende todo lo que tiene para poder comprarla” (Mt 13, 45).      Esa realidad sólo puede ser posible por medio del Espíritu Santo, que es el encargado de sostener en medio de la tempestad, que es quien llena de fortaleza el corazón en estos momentos de contingencia. Es el mismo Espíritu el que borra todo deseo egoísta y nos lleva a disponer todo lo que tenemos a los otros.      El cristiano que deja que Dios sea el centro de su corazón, todo lo que posee (material o espiritual) lo podrá ofrecer y presentar a cualquier persona, puesto que en