Jueves de la XXII semana Tiempo Ordinario
I Co 3, 18-23
Sal 23
Lc 5, 1-11
Una de las mayores preocupaciones que tiene San Pablo por la comunidad de Corinto es la de las divisiones que se generan en ella. Por esta razón, no dudó en escribirles esta exhortación y advertirlos de este peligro inminente.
Primero que nada, recordemos que la ciudad de Corinto se encuentra en el Mediterráneo. Por lo tanto, es una nación con una inmensa actividad cultural, comercial y religiosa. El riesgo era muy grande para los corintios, ya que a ese punto llegaban personas de todo oriente y occidente.
Ciertamente que el mensaje del Evangelio se iba encarnando en aquella realidad, en personas concretas. Poco a poco se iba formando una comunidad de vida. Pero por desgracia se encuentra con limitaciones propias del ser humano. Por ello, Pablo advierte a la comunidad de este asunto: “Que nadie los engañe… la sabiduría de este mundo es ignorancia ante Dios. Así pues, que nadie se gloríe de pertenecer a ningún hombre… ustedes son de Cristo”.
San Pablo invita a la comunidad a no creerse poseedora de la sabiduría. Es necesario desprenderse de la pretensión de considerarse sabio, conocedor total de las cosas de Dios, ya que siempre seremos buscadores, alumnos que aprendemos constantemente del Maestro.
Es aquí donde debemos de estar atentos, ya que podemos terminar siguiendo a otros. Al único que debemos de seguir es a Jesucristo. Claro ejemplo lo hemos reflexionado en el Evangelio: “Luego llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”. Nuestro seguimiento debe de ser tras los pasos de Jesús.
Pero ¿por qué lo siguieron? Recordemos que la gente se acercaba a Jesús para oír sus palabras, palabras que traen salvación y paz. Ya desde ahí Jesús va preparando el corazón de sus primeros discípulos, ya había movido algo en el interior de Simón, Pedro; por alguna razón le habría ofrecido la barca por la cual Cristo daba su mensaje a la muchedumbre.
Estas palabras de Jesús deben de resonar en nuestro corazón, su mensaje debe de llevaron a emprender la travesía del autentico seguidor. Como el mismo Señor lo dice, tenemos que “ir mar adentro”. Tenemos que ir más allá de lo aparente, de la sabiduría del mundo, de las aportaciones de los otros, etc. Así como Jesucristo, debemos de ir mar adentro, a lo más profundo de nosotros mismos para poder seguirlo.
En ocasiones parecerá que tu esfuerzo es inútil: “Señor, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada”. No te canses, confía en Dios. puede que la siguiente vez lo logres. Solo confía en el Señor: “confiado en tu palabra, echaré las redes”. Créeme, si confías en Dios, Él no te defraudará. Ya verás todo lo que Él puede hacer por ti.
Recordemos que la misión y el seguimiento, implica dejarse llevar por la palabra de Dios y poner todo lo que eres a su servicio: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres”. Hay todo un proceso para llegar a ese momento de dejarlo todo por el Señor e ir tras sus huellas. Pidámosle al Señor que nos conceda la gracia de escuchar su Palabra, de atesorarla en el corazón y nos decidamos dejarlo todo por seguirlo.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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