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Todo tiene su momento...

Viernes de la  XXV semana Tiempo Ordinario


Qo 3, 1-11

Sal 143

Lc 9, 18-22



    “Hay un tiempo para cada cosa; todo tiene su tiempo y su momento”, es lo que nos trasmite Dios, por medio del libro del Eclesiastés, en la primera lectura.


    Por desgracia, no nos hemos percatado de esto y, por ende, malgastamos nuestra vida, nuestro tiempo o lo ocupamos de una manera inequívoca. Todos nosotros, desde que nacemos, tenemos la posibilidad de realizar diversas acciones por medio de nuestra libertad.


    Hay que caer en la cuenta de que el tiempo es un recurso dado por Dios a los hombres, por ello, es nuestro deber administrarlo de una manera correcta, ya que somos los administradores del Señor y daremos cuenta de nuestro servicio (Cfr. Mt 25, 14-30).


    El tiempo se nos presenta como una oportunidad para crecer, trabajar, prosperar, desenvolvernos; pero esto sólo será posible para quienes aprovechan bien el tiempo, no para los que desperdician la oportunidad de ser mejores día a día.


    La vida no se detiene, tiene facetas que van y vienen. Entender esto puede ser crucial en nuestra vida, ya que nos permitirá navegar por las diferentes etapas y momentos de nuestra existencia humana. Por eso, el autor sagrado nos ha dicho: “todo tiene su tiempo”.


    Cada cosa en su lugar, cada acción a su debido momento, cada hecho en su propio espacio. Reconocer esto en nuestra vida, nos permitirá vivir de una manera ordenada y ya sabemos que el orden es un buen conductor para cumplir la voluntad del Señor. Aprendamos a vivir cada momento de nuestra vida, sabiendo que en realidad hay un tiempo para todo. 


    Por otra parte, en conexión con la perícopa de ayer en el Evangelio, en dónde Herodes está interesado en conocer al Señor, hoy Jesús hace esta pregunta a los suyos: “¿Quién dice la gente que soy yo? Y ustedes ¿Quién dicen que soy yo?”. De nuevo, el Maestro confronta a sus discípulos.


    Hoy en nuestros días no tenemos duda sobre quién es Jesús, ya que “sabemos” quién es Él. No sólo lo vemos como el Hijo de Dios, el Salvador, sino como el modelo por excelencia a seguir. Aquí el detalle es que tenemos que refrescar frecuentemente esta convicción, pensando si nuestra vida está orientada hacia Él. 


    Nuestra vida se va determinando por aquellas personas que hemos dejado entrar en nuestro corazón: son aquellos que nos aman, que nos escuchan, aquellas que nos acompañan en los momentos bueno y no tan buenos, esas personas que dejan marcas imborrables.


    Jesús nos dirige de nuevo esta pregunta: “¿Quién dices que soy yo? Ciertamente podemos dar respuestas generales, afirmaciones dicha por los mismos discípulos. Pero cada uno de nosotros hemos de responder desde nuestra vivencia, desde nuestro trato personal con Jesús: en los momentos de luz o de sombre, de triunfos o fallos, de alegría o de llanto, etc.


    Ciertamente cuentan todas las respuestas hechos por los cristianos, pero el Señor quiere que le demos nuestro propio matiz a esta interrogante. A cada uno de nosotros no corresponde responder a esa pregunta hecha por Jesús desde nuestra propia vida. Y para ti, ¿quién es Jesús?





Pbro. José Gerardo Moya Soto

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