Ir al contenido principal

Trabajar para el Señor

 Domingo XXV Tiempo Ordinario Ciclo “A”


Is 55, 6-9

Sal 144

Fly 1, 20c-24. 27a

Mt 20, 1-16



    El día de hoy, en el Evangelio que hemos reflexionado, Jesús nos cuenta la parábola del propietario de la viña que, en diversas horas del día, llama a trabajadores a laborar en su propiedad. Después de todo el jornal trabajado, da un denario a cada uno de ellos, suscitando la protesta de los que fueron contratados a la primera hora. 


    Es evidente que este denario otorgado por el dueño de la viña representa la vida eterna, un don que Dios quiere dar a todos sus hijos. Siendo así que, los que se consideran los “últimos”, si lo aceptan, serán los “primeros”, mientras que los “primeros” corren el riesgo de acabar siendo los “últimos”.


    En un primer acercamiento a la parábola de este día, nos damos cuenta de que al propietario no le gusta ver a jornaleros desempleados: Él quiere que todos trabajen en su viña. Ya desde aquí nos percatamos de que, en realidad, ser llamados, ya es la primera paga que recibimos del Señor. 


    Poder trabajar en la viña de Dios es ponerse a su servicio, colaborar en su obra redentora, constituye de por sí un premio incalculable, que recompensa toda fatiga generada. Esto solo lo va a comprender y entender quien ama al Señor y desea construir su Reino en medio del mundo. Todo lo contrario de aquel que únicamente trabaja por obtener el salario, ya que no se dará cuenta del valor de servir para Dios.


    Mateo, apóstol y evangelista, es quien nos narra esta parábola. Recordemos que él vivió personalmente esta experiencia de trabajar para Jesús (cfr. Mt 9, 9). Antes de ser llamado por Jesús, Mateo era un publicano, considerado un pecado público, que se encontraba excluido de la “viña del Señor”. Pero todo cambia cuando Jesús pasa por dónde él está y le dice: “Sígueme”. Mateo se levantó y lo siguió: de publicanos se convirtió en discípulo de Cristo. De ser “último” se convirtió en “primero”, gracia a la lógica de Dios, que es diversa a la del mundo: “Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos”.


    El mismo San Pablo experimentó la dicha de ser llamado por el Señor para trabajar en su viña. Por cierto, ¡Qué buen trabajo hizo el Apóstol de los gentiles! Pero él mismo confiesa que fue la gracia de Dios la que actuó en su persona: de ser perseguidor de la Iglesia se transformó en predicador de la Buena Nueva, hasta el grado de decir: “Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia”. Pablo entendió que trabajar para el Señor ya es de por su una recompensa en la tierra.


    Que el Señor nos acompañe siempre para llevar a cumplimiento su voluntad en nuestra vida. Para que siempre, en esta vida terrenal, podamos comportarnos como “dignos seguidores del Evangelio de su Hijo”, capaz de alegrarnos porque “el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas” (Sal 144).





Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una Vida nueva..

Viernes de la octava de Pascua  Hch 4, 1-12 Sal 117 Jn 21, 1-14      ¿Qué le está pasando a Pedro? Parecería que no es el mismo que había llamado Cristo: parece un impostor. ¿Qué no había negado tres veces al Maestro? ¿Qué no le había prometido dar la vida por Él y salió corriendo? Entonces ¿qué mosca le picó? ¿Qué pasó con ese Pedro pecador, frágil, cobarde? Fácil de responder: tuvo un encuentro personal con Jesús resucitado. La Pascua viene a ser un tiempo propicio para que se de ese encuentro con el Resucitado.      Cabria preguntarnos entonces: ¿cómo se dará ese encuentro con el resucitado? En ocasiones nos podemos equivocar si pensamos que Jesús solo se encuentra en los templos o en la intimidad de la oración. Jesús se hace presente en todos los lugares de nuestra vida: trabajo, casa, oficina, escuela, etc.  Jesús sale a nuestro encuentro en cualquier instante de nuestra existencia. No dejemos que este tiempo de gracia pase sin que Él toque y cambie el corazón

"Dios nos hace dignos"

  Sábado XII semana Tiempo Ordinario Gn 18, 1-15 Lc 1 Mt, 8, 5-17      La escena que reflexionamos en la primera lectura es la famosa aparición de Dios a Abraham junto a la encina de Mambré: son tres hombres, pero parece que es sólo uno; son ángeles, pero en algunos momentos del diálogo, parece que es el mismo Dios. Abraham sigue siendo un modelo de fe y ahora, como buen hombre que es, nos muestra cómo debemos de acoger en nosotros la voluntad de Dios.      Hemos de estar atentos a la manera en la que Dios no visita, ya que muchas veces se reviste de lo ordinario o de lo extraordinario. Tenemos que aprender a descubrirlo en las personas, en los acontecimientos que nos suceden, en la misma naturaleza que nos habla de su excelsa gloria, etc.      Por otra parte, llama la atención y parecería que Dios tiene un gusto muy peculiar por elegir, para su obra redentora, personas débiles, a matrimonios ancianos y hasta estériles. Basta que recordemos algunos ejemplos: la madre de San

"Tú + Yo = Nosotros"

Martes de la segunda semana de Pascua  Hch 4, 32-37 Sal 92 Juan 3, 7-15      Así como Nicodemo, también nosotros podríamos preguntarnos: ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser posible que la primera comunidad tuviera todo en común? ¿Cómo alguien puede vender su campo y disponer el dinero a la disposición de los Apóstoles? Sin duda alguna, Jesús nos da una bella respuesta en una de sus parábolas: “quien encuentra la perla preciosa, vende todo lo que tiene para poder comprarla” (Mt 13, 45).      Esa realidad sólo puede ser posible por medio del Espíritu Santo, que es el encargado de sostener en medio de la tempestad, que es quien llena de fortaleza el corazón en estos momentos de contingencia. Es el mismo Espíritu el que borra todo deseo egoísta y nos lleva a disponer todo lo que tenemos a los otros.      El cristiano que deja que Dios sea el centro de su corazón, todo lo que posee (material o espiritual) lo podrá ofrecer y presentar a cualquier persona, puesto que en