Jueves de la XXX semana Tiempo Ordinario
Ef 6, 10-20
Sal 143
Lc 13, 31-35
Cuando contemplamos la obra de la creación, incluyendo en ella al ser humano, no podemos dejar de pensar en aquellas palabras que emplea el autor sagrado en el libro del Génesis: “Vio Dios que era bueno” (Gn 1, 31).
Es de esta manera en que podemos contemplar el gran amor de Dios y cómo se expande en toda la obra de su creación: ese amor se manifiesta en todo lo que lleva su huella, pero más palpablemente se muestra en el hombre, que ha sido hecho a su imagen y semejanza. Sin embargo, el hombre es consciente de que en su vida existen muchas zonas de sombra, de oscuridad, de tentaciones. En nuestra vida, vamos percibiendo la existencia del mal a nuestro alrededor.
Por ello, San Pablo, en la primera lectura que hoy hemos reflexionado, nos hace la atenta invitación a resistir al mal. Y vaya manera en qué lo hace, empleando un lenguaje militar. Compara la vida como un combate que se da entre nosotros y el enemigo, cuya fuerza es “sobrehumana”.
Es por esa razón que el Apóstol nos exhorta a “armarnos” interiormente. Esto lo podemos traducir como abrirle a Dios nuestra vida, a confiar en la fuerza transformadora de su Palabra, en acercarnos a la oración para invocar la presencia de Dios en todo lo que realizamos cotidianamente.
La lucha contra el maligno se da día a día, inclusive se presenta en donde menos lo esperamos. En el Evangelio, Jesús recibe la advertencia de que Herodes quiere matarlo. ¿Qué fue lo que hizo? Responde a los fariseos enérgicamente con una expresión fuerte y valiente: “Vayan a decirle a ese zorro que seguiré expulsando demonios y haciendo curaciones hoy y mañana…”.
Frente a la advertencia que los fariseos le hacen al Jesús, Él manifiesta aquella fuerza interior que lo sostiene y que le permite afrontar esa situación amenazante no como algo que lo intimide, sino como algo real, pero que no puede apartarlo de aquello que para Él es fundamenta e importante, incluso más que la propia vida: la fidelidad a la voluntad del Padre.
Jesús no es iluso, conoce la suerte de todos aquellos que se atrevan a ir en contra del maligno: la critica, el desprecio, la murmuración, el rechazo, inclusive la muerte. Pero parece que eso no es lo que más le pueda doler a Jesús, sino aquella actitud de cerrarse a la gracia de Dios, dejándose derrotar por las fuerzas del maligno, por las tentaciones que hay a su alrededor.
Ciertamente la experiencia de sentirnos amenazados o tentados por el maligno, es una realidad que a todos nos acompaña, es todo aquello que pone en peligro nuestra vida, nuestra integridad como personas. Ante las acechanzas del maligno, nuestras reacciones pueden ser muchas: miedo, rabia, vergüenza, agresividad, impotencia, y según ese sentimiento, nuestra reacción es diferente: huimos, nos bloqueamos, reaccionamos con agresividad, etc.
El día de hoy podemos reconocer cuáles son aquellas situaciones por las cuales nos sentimos amenazados. Que podamos acogerlas y vivirlas a la luz de la esperanza que nos trae la Palabra de Dios, la cual nos hace revestirnos de su gracia y poder así afrontar los embates del maligno.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Gracias Padre. Muy cierto. Que Bello se derrama en usted el Espíritu Santo. Dios le bendiga. Muchas gracias
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