Martes de la XXVIII semana Tiempo Ordinario
Gal 5, 1-6
Sal 118
Lc 11, 37-41
San Pablo predica a los Gálatas sobre la libertad, pero lo hace poniendo un énfasis especial. Sabe de la fuerte crisis que están pasando debido a la mentalidad tan cuadrada de los famosos llamados “judaizantes”, los cuales acentuaban la necesidad de observar al pie de la letra la Ley para obtener la salvación.
Es evidente que existe un riego muy grande con esta mentalidad, ya que la comunidad apenas se va formando de Galacia, y puede que por estás actitudes-pensamientos venga a su ruina, a su desaparición.
Nos debe de quedar en claro que no se trata de despreciar o negar el cumplimiento de la Ley. Ciertamente prescribe muchas cosas buenas y justas, pero no sólo su cumplimiento nos garantiza la eficacia de la salvación. Lo que si la garantiza es la fe en Cristo, que da la gracia para obrar como Él y seguir sus pasos fielmente.
Poner únicamente nuestra confianza en las prescripciones de la Ley, hace que la novedad de Cristo, el único Salvador, pierda sentido y la haga ineficaz. No podemos reducir nuestra vida de creyente sólo a normas y cumplimientos, sino que tiene que ir de la mano con la gracia liberadora que Dios ha suscitado en nuestro corazón por medio del Espíritu Santo.
Lo que será más importante para los que seguimos a Jesucristo es creer en Él y dejarnos guiar por su Espíritu, el cual, nos ayuda a obrar con libertad impulsados por el amor que el mismo Dios ha derramado en nuestra vida. La Iglesia tiene muchas prescripciones concretas, es cierto, pero estás nunca podrán opacar el amor, que es la Ley Suprema del Evangelio.
A la par podemos reflexionar sobre el Evangelio de este día: así como no sólo podemos vivir en la esclavitud de la Ley, sino en la gracia que nos ha concebido el Padre, así también los detalles exteriores son importantes como las actitudes interiores del hombre.
Los fariseos eran buena gente: cumplidores de la Ley, deseaban agradar a Dios en todo lo que hacían. Pero ellos cometían un error: ponían todo su empeño en lo exterior, en las apariencias, y se olvidaban de lo interior. Por eso la advertencia de Jesús llega: Él quiere que reflexionen sobre su obrar rigorista, y lo cambien por la libertad de la fe.
El reproche que hace Jesús es duro ya que está en juego algo fundamental: la prioridad de la intención profunda del corazón por encima del cumplimiento vacío de las prescripciones legalistas. Se requiere, por encima de toda cosa, la conversión del corazón a Dios, para que todo lo que hagamos esté en sintonía con su voluntad. La Ley es un valioso recurso humano para conseguirlo, pero no debe prevalecer sobre la primordial concordancia con el querer de Dios.
Que el Señor nos conceda un corazón capaz de obrar desde la libertad de la gracia; que nunca descuidemos nuestra vida, tanto exterior como interior. Que podamos ser cristianos que den gloria alabanza a Dios no sólo de labios, sino de todo corazón.
Pbro. José Gerardo Moya Soto

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