Ir al contenido principal

Gracias

 Viernes de la  XXX semana Tiempo Ordinario


Flp 1, 1-11

Sal 110

Lc 14, 1-6



    En mis primeros años de sacerdocio, me he percatado que mucha gente agradece lo que hago por ellos: las direcciones espirituales realizadas, las confesiones ofrecidas, las Eucaristías celebradas en diferentes momentos como pueden ser matrimonios, aniversarios o exequias. Generalmente es la comunidad la que agradece al sacerdote.


    También es bueno que nosotros, como sacerdotes, reconozcamos los méritos de la comunidad, todo lo que hacen por nosotros y su amada Iglesia. Es precioso que podamos ver en ella sus valores, las virtudes que poseen, todo el amor con el cual sirven a su amada Iglesia.


    Nos hace bien que, el encargado de algún grupo (de algún ministerio, grupo parroquial, movimiento, familia, comunidad, etc.) le dé las gracias a Dios por aquellas personas que están bajo su guía, aquellas que han colaborado con entrega y generosidad a darle un mejor rumbo a la Iglesia. Debemos de agradecer toda la ayuda que nos han proporcionado para seguir construyendo el Reino de Dios.


    Los sacerdotes no son los único que trabajan en la formación de la Iglesia. Un párroco o vicario no puede atribuirse los méritos del bien que hace: toda la comunidad de los bautizados ha puesto su aportación, la cual puede ser hasta más generosa que la nuestra.


    Pero no solo resulta importante reconocer y agradecer a la gente la ardua tarea que desempeñan en su amada Iglesia, sino seguir pidiéndole a Dios que crezca entre nosotros la fe, ese amor de entrega y generosidad. Es importante reconocer lo bueno que existe, pero también es importante pedir a Dios que nos ayude a ser mejores día con día.


    Es aquí donde podemos adaptar y apropiarnos la oración que San Pablo hace por la comunidad de Filipos: “Que su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia, que nos viene de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios”.


    Cristo nos ha escrito una carta, no de papel, sino con su manera de vivir. La ha escrito en cada uno de los corazones de los hombres y lo ha hecho con tanta intensidad. Sabemos que Jesús nos ha amado “hasta el extremo”. Nos ha señalado el camino que nos conduce a la felicidad ilimitada. No nos deja solos, Él siempre es nuestro compañero de viaje.


    Que nuestro amor por Dios siga creciendo y se vaya traduciendo en un mayor conocimiento y entrega a lo que Él nos pide; que podamos amarlos sobre cualquier cosa o situación de vida que estemos viviendo o pasando; que el Señor nos conceda ser siempre dóciles a su amor y responder con prontitud al suyo, para poder así seguir siendo una comunidad que sirva con mayo entrega y generosidad a quién más lo necesite.




Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Una Vida nueva..

Viernes de la octava de Pascua  Hch 4, 1-12 Sal 117 Jn 21, 1-14      ¿Qué le está pasando a Pedro? Parecería que no es el mismo que había llamado Cristo: parece un impostor. ¿Qué no había negado tres veces al Maestro? ¿Qué no le había prometido dar la vida por Él y salió corriendo? Entonces ¿qué mosca le picó? ¿Qué pasó con ese Pedro pecador, frágil, cobarde? Fácil de responder: tuvo un encuentro personal con Jesús resucitado. La Pascua viene a ser un tiempo propicio para que se de ese encuentro con el Resucitado.      Cabria preguntarnos entonces: ¿cómo se dará ese encuentro con el resucitado? En ocasiones nos podemos equivocar si pensamos que Jesús solo se encuentra en los templos o en la intimidad de la oración. Jesús se hace presente en todos los lugares de nuestra vida: trabajo, casa, oficina, escuela, etc.  Jesús sale a nuestro encuentro en cualquier instante de nuestra existencia. No dejemos que este tiempo de gracia pa...

"Dios nos hace dignos"

  Sábado XII semana Tiempo Ordinario Gn 18, 1-15 Lc 1 Mt, 8, 5-17      La escena que reflexionamos en la primera lectura es la famosa aparición de Dios a Abraham junto a la encina de Mambré: son tres hombres, pero parece que es sólo uno; son ángeles, pero en algunos momentos del diálogo, parece que es el mismo Dios. Abraham sigue siendo un modelo de fe y ahora, como buen hombre que es, nos muestra cómo debemos de acoger en nosotros la voluntad de Dios.      Hemos de estar atentos a la manera en la que Dios no visita, ya que muchas veces se reviste de lo ordinario o de lo extraordinario. Tenemos que aprender a descubrirlo en las personas, en los acontecimientos que nos suceden, en la misma naturaleza que nos habla de su excelsa gloria, etc.      Por otra parte, llama la atención y parecería que Dios tiene un gusto muy peculiar por elegir, para su obra redentora, personas débiles, a matrimonios ancianos y hasta estériles. Basta...

"Tú + Yo = Nosotros"

Martes de la segunda semana de Pascua  Hch 4, 32-37 Sal 92 Juan 3, 7-15      Así como Nicodemo, también nosotros podríamos preguntarnos: ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser posible que la primera comunidad tuviera todo en común? ¿Cómo alguien puede vender su campo y disponer el dinero a la disposición de los Apóstoles? Sin duda alguna, Jesús nos da una bella respuesta en una de sus parábolas: “quien encuentra la perla preciosa, vende todo lo que tiene para poder comprarla” (Mt 13, 45).      Esa realidad sólo puede ser posible por medio del Espíritu Santo, que es el encargado de sostener en medio de la tempestad, que es quien llena de fortaleza el corazón en estos momentos de contingencia. Es el mismo Espíritu el que borra todo deseo egoísta y nos lleva a disponer todo lo que tenemos a los otros.      El cristiano que deja que Dios sea el centro de su corazón, todo lo que posee (material o espiritual) lo podrá ofrece...