Martes de la XXVII semana Tiempo Ordinario
Gal 1, 13-24
Sal 138
Lc 10, 38-42
Jesucristo, nuestro Señor, nos recomienda claramente practicar la caridad, estar al servicio y atención de los demás, como lo reflexionábamos ayer en la parábola del “buen samaritano”. Otras veces, como el día de hoy, no invita a tener una actitud de fe y de escucha.
Ya hemos visto anteriormente en nuestras reflexiones que, tanto a los doce apóstoles como a los setenta y dos discípulos enviados a predicar, no se entretuvieran con las preocupaciones materiales, sino que centraran toda su atención en la predicación del Reino de Dios; otras veces el Maestro nos recomienda que “busquemos el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás vendrá por añadidura” (Mt 6, 33).
Otra enseñanza del Señor fue en la sinagoga, cuando su familia fue a buscarlo. Él mismo ha dicho: “¿quiénes son mi madre y mis hermanos?... mi madre y mis hermanos son quienes escuchan la palabra de Dios y la ponen en practica” (cfr. Lc 8, 19-21).
Podemos resumir que estas dos actitudes, la del servicio y la de la oración, no pueden ser opuestas, sino que van de la mano, ya que son complementarias: hemos de ser hospitalarios, pero también discípulos que escuchen la voz de Dios; debemos de tener tiempo para todos los que nos rodean, pero también un tiempo para nosotros mismos y para con Dios; y viceversa: estar en oración, pero también con disponibilidad y entrega con el prójimo.
Todo hombre de fe debe de aprender a conjugar estas dos dimensiones: la de la oración y la del servicio al otro. El mismo Jesús es nuestro modelo por excelencia: Él buscaba tener momentos de intimidad con Dios, largas jornadas de oración ante su Padre, pero también ayudaba a la comunidad realizando diversos milagros, perdonando los pecados, predicado la Buena Nueva, etc.
Nuestro servicio estaría incompleto si no tiene sus raíces en la oración, si no estamos constantemente en la escucha asidua de su Palabra. Jesús no desautoriza o repudia el amor de Marta por el servicio, pero si lo quiere perfeccionar, advirtiéndole que no tiene sentido vivir en un ajetreo excesivo sin la presencia de Dios en su vida. También nosotros, debemos de buscar tener tiempo de oración con Dios, para que nuestro servicio sea cada vez más perfecto.
Que Dios nos conceda siempre la gracia de saber escuchar la Palabra de Dios, de ponerla en práctica, especialmente siendo un Evangelio de amor para nuestros hermanos. Que el Señor nos conceda siempre “elegir la mejor parte, ya que nada ni nadie nos la podrá arrebatar jamás”.
Pbro. José Gerardo Moya Soto

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