Miércoles de la XXVIII semana Tiempo Ordinario
Gal 5, 18-25
Sal 1
Lc 11, 42-46
Este pasaje que hemos reflexionado hoy, de San Pablo a los Gálatas, nos invita a encaminarnos por las sendas del Espíritu de Dios. Caminar bajo su guía es, por un lado, asumir las tentaciones que conducen al pecado, y al ser tentaciones hemos de luchar contra ellas; por otro lado, debemos de nutrirnos de aquellos valores que son frutos del Espíritu: amor, alegría, paz, comprensión, bondad, amabilidad, etc. Si adquirimos estos valores en nosotros, podemos encaminarnos por las sendas del Espíritu de Dios.
Estos valores son un programa de vida que propone San Pablo. Si los llevamos a la práctica, estos nos van a diferenciar como verdaderos cristianos, los cuales, no se dejan arrastrar por los antivalores que ofrece el mundo.
San Pablo muestra a los gálatas como debe de ser el hombre nuevo que se deja dirigir por el Espíritu Santo, ya que Él, obrando desde dentro, lo va transformando, suscitando nuevas actitudes y dirige su vida por el sendero del bien.
Amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio de sí mismo son obras del Espíritu y, al mismo tiempo, el magnífico resultado de la libre adhesión del hombre que ha elegido como ley la caridad.
La ley sólo tiene un fin: ayudarnos a vivir de acuerdo con el amor. En cada uno de los mandamientos se expresa el deseo que Dios tiene para que el hombre crezca y se nutra de su amor. Pero en el momento en que la ley se convierte en fin por sí misma, deja de expresar el deseo del Legislador y se convierte en una carga difícil de poder llevar.
Pero sería aún peor que nosotros mismos nos convirtamos en los legisladores para hacer de la ley un medio de justificación de nuestros actos o adecuarla a nuestro antojo, dejando de lado la meta que Dios deseaba que se cumpliera en cada uno de sus hijos.
Si seguimos cumpliendo la ley solo por temor a ser castigados o condenados, somos esclavos de la ley; pero si cumplimos la ley porque en ella descubrimos un camino para crecer en el amor, nuestra vida se abrirá hacia la perfecta y verdadera felicidad.
Medir la vida con las letras de la ley, es apartarnos del camino del amor. Por ello, la ley debe de cumplirse con amor, ya que tendrá verdaderos frutos en nosotros. Que Dios nos conceda un corazón capaz de vivir bajo la guía del Espíritu Santo y no seguir siendo esclavos de la Ley.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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