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Llamados

 San Simón y San Judas Tadeo, Fiesta 


Ef 2, 19-22

Sal 18

Lc 6, 12-19



    Hoy celebramos la fiesta de dos Apóstoles: Simón, el Cananeo, y Judas Tadeo. Los Evangelios siempre los colocan juntos en la lista de Apóstoles, pero no hacen mucha referencia a ellos, aunque el Nuevo Testamento le atribuye una carta católica a San Judas Tadeo. 


    Simón recibe por sobrenombre “Cananeo” o “Zelota”, que significa “ser celoso, apasionado”, pudiendo se aplicable tanto a Dios, en cuanto es celoso por cuidar de su pueblo elegido, como a los hombres que tienen un celo ardiente por servirlo toda su vida.


    Es por esta razón que se puede considerar a Simón parte de un grupo nacionalista llamado “los zelotas”, el cual se distingue por su celo ardiente por la identidad judía, por Dios y por la Ley divina. Esto es importante saberlo, porque nos dice mucho: Jesús llama a sus colaboradores más cercaos de diversos estatus sociales o religiosos, sin hacer exclusiones, ya que Él se fija en la persona y no en las etiquetas que se les ponen.


    Es hermoso contemplar este grupo de Apóstoles elegidos por Cristo, que, a pesar de ser tan diferentes, convivían juntos, superando toda dificultad o adversidad. De hecho, Jesús mismo era el motivo de adhesión, en el cual todos se encuentran unidos. Esto viene a mostrarnos claramente que Jesús nos muestra una lección: tenemos que superar nuestras diferencias y contraposiciones, sabiendo que Dios quiere que superemos todo conflicto entre la comunidad cristiana y toda la humanidad.


    Por lo que se refiere a Judas Tadeo, es llamado así por la unión de dos nombres: Mateo y Marcos lo llaman “Tadeo, mientras que Lucas lo llama “Judas de Santiago”. No se sabe la procedencia del Apóstol, pero su nombre es de origen arameo, que quiere decir “magnánimo”.


    La única aparición de Judas Tadeo en el Evangelio lo hace durante la última cena: “Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?” (Jn 14, 22). Es una pregunta muy actual; también nosotros pudiéramos preguntarnos: ¿por qué Jesús no se ha manifestado con toda su gloria a sus adversarios para mostrar que Él es el verdadero Dios? La misma respuesta la da el Maestro: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y pondremos nuestra morada en él” (Jn 14, 23). No cabe duda de que al Resucitado hay que percibirlo con el corazón: el Señor no se presenta como una cosa, sino que quiere entrar en nuestra vida por medio de un corazón abierto y disponible a su palabra. 


    En la Carta Católica, que se la atribuye a Judas Tadeo, se nos invita, que, en medio de todas las adversidades o tentaciones, debemos de conservar la identidad de nuestra fe. Es necesario seguir con firme constancia el camino que Dios nos ha mostrado por medio de su Hijo muy amado.


    En su Libro Sagrado, se ve con claridad que el autor vive en plenitud su fe, con integridad moral, con una inmensa alegría, alabando a Dios en todo momento, sabiendo de la misericordia de nuestro Señor Jesucristo. Por eso, ojalá que, tanto Simón como Judas, nos ayuden a redescubrir siempre y a vivir la alegría de la fe cristiana, sabiendo dar testimonio de ella con valentía y con serenidad a todo momento.




Pbro. José Gerardo Moya Soto

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