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El Reino de Dios está cerca

 Viernes de la  XXXIV semana Tiempo Ordinario


Ap 20, 1-4. 11-21, 2

Sal 83

Lc 21, 29-33



    Durante estas últimas semanas hemos hecho alusiones al estilo exhortativo del evangelista San Lucas, el cual, equivaldría a la intención por parte de Jesús hacia su amada Iglesia. ¿Cómo podemos darnos cuenta de esto? Por todas las acciones que se muestran en el Evangelio: “Fíjense… cuando vean… se darán cuenta… sabrán…”.


    Si somos discípulos de Cristo, no podemos sustraer esta invitación por parte del Señor: tenemos el deber de no sólo mirar y ver con los ojos físicos, sino también de darnos cuenta y comprender todos los signos de los tiempos que se nos van mostrando en nuestra vida. 


    Todo esto no con la pretensión de querer sondear o descubrir el misterio velado por Dios (lo que refiere a la segunda venida de su Hijo muy amado), sino con la plena confianza de poder apropiarnos el mensaje de consuelo y liberación que Jesús nos está ofreciendo.


    Podemos decir en pocas palabras: Jesucristo hace una llamada atenta a la inteligencia de sus discípulos sin ofrecerles una solución clara. ¿A qué me refiero con esta afirmación? Que si supiéramos cuándo vendrá el Hijo del hombre, dejaríamos de vivir con integridad nuestro ser de cristianos, bajaríamos la guardia, nos acercaríamos a Dios sólo al final de nuestra vida. Por ese motivo, Jesús nos sigue invitando a poner todo de nuestra parte, manteniéndonos constantemente velando.


    Jesús, como buen Maestro, enseña a sus discípulos a discernir los signos de los tiempos. Sabemos que el único que sabe cuándo será el final de los tiempos, es Él. Por esa razón no se cansará de advertir a los suyos la necesidad de mantenerse preparados, viviendo día a día como si fuera el último.


    Por otra parte, para poder comprender y leer a fondo todos los acontecimientos históricos que interpelan al hombre, Jesús nos ofrece una clave interpretativa: la luz de sus palabras y su ejemplo de vida.


    El cristiano no pretende o busca sólo comprender desde el punto de vista de lo intelectual, sino que también quiere experimentar en su vida el mensaje del Señor. ¿Qué pretendo decir con esto? Que todos queremos no sólo saber las cosas de oídas, muchas veces las queremos ver, inclusive tocar. 


    Usemos un ejemplo para esto: todo mundo sabe o conoce lo que es el amor, pero el amor no sólo se queda en un aspecto cognitivo, sino que abarca a la persona. Podemos saber el concepto de lo que es el amor, pero también quisiéramos experimentar ese amor en nuestra vida, tal vez con un abrazo, con un beso, con una palabra, etc. Eso es lo que Jesús quiere para sus discípulos: que no sólo crean en Él por sus palabras, sino también por su manera de vivir. 


    Dios está con nosotros y siempre nos acompañará. Estemos atentos a todas las maneras en que el Señor se nos manifiesta en esta vida y dejemos que Jesucristo, la Palabra que nunca pasa, sea siempre la fuente de sabiduría y manjar del corazón.




Pbro. José Gerardo Moya Soto

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