Jueves de la XXXII semana Tiempo Ordinario
Flm 1, 7-20
Sal 145
Lc 17, 20-25
El día de hoy, en la primera lectura, hemos reflexionado en la única carta privada que el Apóstol escribe y tiene como destinatario a Filemón, el cual, es un cristiano convertido por la predicación de San Pablo. Muy probablemente era un hombre de buena posición, puesto que tenía súbditos a sus órdenes.
En esta carta surge un personaje llamado Onésimo, esclavo de Filemón, el cual ha huido de su amo para refugiarse en San Pablo. Este hecho, por el contexto histórico en el que nos situamos, es un asunto grave, que puede causarle la muerte a Onésimo. Es por esa razón que el Apóstol lo convence para que vuelva a presentarse ante su amo, pero no sólo lo envía, sino que intercede por él escribiendo esta carta.
San Pablo pudo haber resguardado a Onésimo con él, pero ha decidido enviarlo a Filemón por el respeto que se tienen. No quiere imponerle nada por su autoridad, sino que le ruega, con caridad, que deje libre a Filemón.
Contemplar esta escena en nuestro contexto actual, puede parecernos insoportable e intolerable. ¿Cómo se podía dar esta relación amo-esclavo en el Pueblo de Dios? Sin embargo, debemos de ser conscientes de que el cristiano esta insertado en un contexto histórico y que muchas veces tiene que participar de él.
No obstante, podemos ver en la actitud de San Pablo que desea desmarcar esta mentalidad al pedirle a Filemón que reciba a Onésimo ya no como esclavo, sino como hermano. El Apóstol sabe que esta relación, amo-esclavo, debe de ser destruida, para convertirse en una relación fraterna.
Esta carta puede venir a representar en nuestro tiempo un estilo de vida a seguir. Generalmente estamos subordinados a alguien o algunos tienen personas a su cargo: los sacerdotes a su obispo, los hijos a sus padres, los trabajadores a sus patrones, los alumnos a sus maestros, los enfermos a los médicos, etc. Por esa razón, las palabras de Pablo cascan perfectamente, para que, entres esas relaciones, no sé dé el autoritarismo, sino una relación fraterna.
También en este pequeño fragmento se nos muestra lo que significa la amistad y solidaridad con el hermano. Jesús ya nos había ilustrado sobre este asunto. Lo podemos contemplar en algunos pasajes de la Escritura: en la parábola del buen samaritano (Lc 10, 27-37), en su discurso de despedida (Jn 15, 17), en los libros sapienciales (Pr 18, 24; Qo 4, 10; 6, 14-17).
San Pablo ha comprendido que el amor del cristiano tiene que llegar a comprometernos con el otro. Sabe que la fraternidad nos puede llevar inclusive a entregar nuestra vida por el prójimo. Lo mismo que hizo Jesús para rescatarnos de la esclavitud del pecado.
Que el Señor nos conceda un corazón bueno y lleno de amor para aceptar su Palabra. Que podamos, con la gracia de Dios, poder romper todas las barreras del autoritarismo y podamos ver al otro como mi prójimo, para que viviendo en la intimidad de la fraternidad, vayamos construyendo en el aquí y en el ahora el Reino de Dios.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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