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Se quedó con Él

 San Andrés, Apóstol

Fiesta


Rm 10, 9-18

Sal 18

Mt 4, 18-22



    Hoy celebramos la fiesta de San Andrés, Apóstol. Desde el primer momento nos queda claro del gran prestigió del que gozaba este discípulo del Señor, puesto que aparece siempre en los primeros lugares de la lista de los Doce.


    Lo Evangelios nos expresan claramente el vinculo sanguíneo que había entre Andrés y Pedro, así como la llamada que les dirigió Jesús: “Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar, porque eran pescadores. Entonces les dijo: Síganme, y los haré pescadores de hombres” (Mt 4, 18-19).


    Andrés fue un hombre de fe y esperanza: un día escuchó a Juan el Bautista decir que Jesús era el “Cordero de Dios” y desde ese momento se interesó por él: “Vieron donde vivía y se quedaron con Él” (cfr. Jn 1, 37-39). Ya desde ese momento, Andrés disfrutó de momentos extraordinarios de intimidad con Jesús.


    Los Evangelios nos presentan algunos episodios sobre este Apóstol: uno de ellos es en la multiplicación de los panes. Andrés fue el que presentó aquel muchacho que sólo tenía cinco panes y dos peces (cfr. Jn 6, 8-9). Aquí debemos de subrayar el realismo del Discípulo: se dio cuenta de que los recursos no bastaban. Sin embargo, Jesús supo hacer que fueran suficientes para la multitud que estaban a su alrededor.


    Algunas tradiciones antiguas colocan a Andrés como el Apóstol de lo griegos, ya que él les trasmitió el Evangelio que recibió de Cristo. Esas tradiciones nos dicen que este Discípulo fue el heraldo y el interprete de Jesús para el mundo griego.


    También por una tradición se nos narra la muerte de este Apóstol, la cual tuvo cabida en Patrás. Al Igual que Jesús y que Pedro, sufrió el suplicio de la crucifixión. De hecho, estando en aquel momento de agonía, al igual que su hermano, pidió que se le colocara en una cruz diferente a la de su Maestro. Fue así como se le concedió una cruz en forma de aspa, es decir, los dos maderos cruzados en diagonal (formando lo que para nosotros es una equis “X”). 


    Con este gesto, podemos descubrir una espiritualidad muy profunda. El Apóstol no considera la cruz como un instrumento de tortura, sino que la contempla como el medio de asemejarse a su Maestro. Él entendió perfectamente las palabras que le dirigió Jesús: “Si el grano de trino no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere dará mucho fruto” (Jn 12, 24).


    Debemos de aprender una lección con este testimonio de San Andrés: nuestra cruz adquiere un verdadero valor si la aceptamos como parte de la Cruz del Señor; es por la Cruz de Cristo que nuestros sufrimientos adquieren un sentido de entrega.


    Que el ejemplo de San Andrés nos enseñe como seguir al Señor con prontitud, a hablar con entusiasmo de Él con todos los que se encuentren en nuestro camino y, sobre todo, que nos ayude a cultivar una relación auténtica con el Maestro, siendo conscientes de que sólo con Él podremos encontrarle sentido a nuestra vida.




Pbro. José Gerardo Moya Soto

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