Lunes de la XXXIII semana Tiempo Ordinario
Ap 1, 1-4; 2, 1-5
Sal 1
Lc 18, 35-43
Durante las últimas dos semanas del Año Litúrgico, en la primera lectura estaremos reflexionando el libro del Apocalipsis o también llamado “el libro de la revelación”. Este genero de la Sagrada Escritura (el apocalíptico) tiene características muy especiales: se usa un lenguaje misterioso, lleno de imágenes y símbolos, que en ocasiones no son fáciles de comprender.
El Apocalipsis nos quiere ayudar a poder interpretar la historia desde los ojos de la fe, a que nuestra confianza en Dios no se pierda, a tener una visión pascual de los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor, por muy penosos que sean o por las duras dificultades por las que estemos pasando.
La primera carta de las siete dirigidas a la Iglesia de Asia, que hoy hemos meditado, se puede ver como un retrato a nosotros mismos. Muy seguramente en nuestra vida hemos padecido por causa de Cristo o hemos tenido periodos en donde nos hemos cansado por luchar o trabajar por el bien. Pero también estoy seguro de que hemos tenido momentos de lucidez, discerniendo quienes son los verdaderos enviados de Dios.
En este momento que vivimos como humanidad, puede que el reproche del ángel nos caiga como anillo al dedo: “has abandonado el amor primero”. Seguir el camino de Dios, permanecer siempre fieles a su amor, nos cuesta trabajo a todos, y más en medio de este mundo y sociedad que no nos ayuda a seguir el sendero que conduce al Señor.
Cada uno de nosotros debe ser consciente en qué ha decaído y, por ende, en qué debe de recapacitar para retornar al primer amor. Que resuenen dentro de nosotros la invitación que Juan le hace a la comunidad de Éfeso: “recuerda de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a proceder como antes” “¡Vuelve!”.
Hoy puede ser un buen día para volver a Dios. De hecho, hoy puede ser la última oportunidad que tengamos para volver al Padre. Por ese motivo, pidámosle al Señor su gracia para que podamos ir tras Él, para que podamos recuperar y volver a experimentar aquel “primer amor” que tanto nos cautivó.
Tomemos aquella actitud del ciego de Jericó y gritémosle al Señor: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Estoy seguro de que Jesús se acercará a nosotros y nos preguntará: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Cristo quiere que volvamos a Él, por ello, Él nos concebirá todo aquello que le pidamos.
¿Qué le queremos pedir al Señor? ¿Qué podamos ver? ¿Qué nos cure de nuestra ceguera espiritual? ¿Qué volvamos a experimentar y responder a aquel “primer amor”? No importa lo que solicitemos a Dios, lo importante es abandonarnos en Él y volver de todo corazón.
Qué dices: ¿nos animamos a dejarnos cautivar por el primer amor volviendo nuestra mirada a Él?
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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