Sexto día dentro de la Octava de Navidad
I Jn 2, 12-17
Sal 95
Lc 2, 36-40
El extracto de la carta de San Juan, que hoy hemos meditado en la primera lectura, nos pone ante un dilema: en nuestra vida, ¿seguimos los caminos y criterios de Dios, o nos dejamos seducir y contaminar por los del mundo? ¿En verdad nos sentimos libres de las pasiones terrenas, de la codicia, de la arrogancia del dinero o cosas equivalentes?
Que bien nos hace reconocer, sin atormentarnos o hacernos las víctimas, que en esta Navidad nos encontramos en una constante lucha, ya que en este tiempo se nos pide una respuesta continua y fiel al cumplimiento de la voluntad del Padre.
Para que se puede decir que nosotros hemos vencido a las tentaciones y fuerzas del maligno es necesario decirle “si” al Señor y “no” a las seducciones de Satanás. El que le dice “si” a Jesús, no puede decir “si” al maligno: “Ningún siervo puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro” (Lc 16, 13).
Es por eso, que, celebrar la Navidad, es apartarse de todo afán desordenado del mundo para seguir los pasos del Maestro, haciendo una opción clara y fundamental por su Evangelio, no por los fáciles caminos que ofrece el mundo.
“Para muestra, basta un botón”. El Evangelio nos propone a una buena mujer: Ana. Una persona que esperaba con fe la salvación de Dios. Ella representa a tantas personas que en su vida sirven al Señor y siguen el camino de Jesús, los cuales, sin demasiada cultura, saben identificar y discernir los signos de los tiempos, dándose cuenta, “más que los sabios y entendidos”, de la presencia de Dios en sus vidas.
Cuando en nuestra vida decidimos hacer la opción por Cristo, renunciando a todos los contravalores de este mundo, podemos ayudar a todos los que nos rodean a que se sientan llamados a responder con mayor fidelidad. Hablar del Señor a los demás, no sólo es dedicarse a evangelizar con las palabras, sino también con nuestras buenas obras para que los otros vayan creyendo en el Señor.
Seguir y conocer al Señor, me debe de llevar a escuchar su Palabra y ponerla en práctica y en la medida en que se asimila, podemos darnos cuenta de que el Señor se hace presente en mi vida.
La vida sencilla y pobre que eligió Jesús nos hace entender que Dios no hace acepción de personas, sino que está siempre junto a aquellos que, siendo hombres de buena voluntad, estén dispuestos a dejarse conducir y guiar por el Espíritu Santo.
Roguémosle al Señor que nos conceda la gracia de tener la apertura necesaria al Espíritu Santo en nuestra vida, para que eligiendo el camino de Dios y renunciando a los criterios del mundo, podamos proclamar su nombre, ya no solo de palabra, sino con nuestra manera de vivir y de actuar.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Gracias Padre Gerardo ,por todo esté hermoso alimento..Dios lo bendiga siempre!!
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