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¿Ah, estoy loco?

 Sábado II semana Tiempo Ordinario


Hb 9, 2-3. 11-14

Sal 46

Mc 3, 20-21



    ¿Jesús se ha vuelto loco? ¿Jesús está loco porque cumple su misión con fidelidad? ¿Cristo está fuera de si porque se somete a la voluntad de su Padre? ¿El Maestro está fuera de si porque en vez de buscar un poder mundano, busca el Reino de los Cielos? No creo que Jesucristo se haya vuelto loco. 


    Entonces, ¿Quién se ha vuelto loco? Aquel que no ha terminado entender el camino del Evangelio; aquellos que siguen oponiéndose al mensaje de amor del Padre; aquellos que no está dispuestos a dejarse reconciliar con Dios. Recordemos un pasaje del Evangelio de San Juan: “Jesús, dándose cuenta de que se lo querían llevar para proclamarlo rey, se retiró al monte a orar” (Jn 6, 15). ¿No será que esto sí es una verdadera locura?


    Cristo no nos ha enseñado a vivir como príncipes en este mundo, sino como servidores, que puedan ser capaces de dar la vida por sus hermanos. Dios espera de su Iglesia una respuesta de fe a su llamado, llevando a cabo la predicación de la Buena Nueva. Jesús quiere que seamos prójimo para con el otro.


    Aquel cristiano que se aprovecha de su condición, queriendo ocupar los primeros lugares, olvidándose de ponerse al servicio de los que lo rodean, se ha entorpecido por el poder, por el prestigio, por acaparar los reflectores en la comunidad. El cristiano que así se comporta, se ha vuelto loco.


    Jesucristo entró en la gloria del Padre por medio de su sacrificio en la cruz, mostrando su amor y fidelidad hasta el extremo, con tal de salvarnos. Por esa razón, Cristo nos quiere comprometidos en la salvación integral de aquellos a quienes hemos sido enviados. A ejemplo del Maestro, aprendamos a entregar nuestra vida para que otros tengan vida, no por nosotros, sino por la fuerza del Espíritu Santo.


    Aquellos que escuchamos la voz del Señor, comprometiéndonos a vivir conforme la verdad del Evangelio, tal vez podamos ser catalogados de locos, de pobres soñadores, inclusive de ilusos. Sin embargo, sólo quien en verdad vive unido a Dios, podrá hacer suyo el camino de Jesús, no buscando sacar provecho de su condición, sino que sabrá salir al encuentro de quien lo necesite, mostrándoles un Dios de amor y de perdón.


    No permitamos que nos dominen las intenciones torcidas, que nos impulse a buscar el reconocimiento o los aplausos del otro. Dios espera mucho más de nosotros. Él quiere que tengamos una vida de fe, que este totalmente comprometida con el Evangelio. 


    Seamos una Iglesia que no vive para servirse, sino que está al servicio de todos los hombres. No importa que nos llamen locos, las mejores personas lo estamos. Seamos los locos del Señor viviendo como Él nos enseñó.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

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