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"Con el Espíritu que viene de Dios"

 Lunes del Tiempo de Navidad


I Jn 3, 22- 4, 6

Sal 2

Mt 4, 12-17. 23-25



    San Juan, en la primera lectura, nos invita a permanecer en Dios ya que ese es el estilo y la forma de vivir del cristiano. Todo bautizado permanece en Dios y se deja guiar por el Espíritu Santo que ha recibido.


    Ciertamente que en todo bautizado habita el Espíritu Santo, pero no siempre lo dejamos obrar en nuestra vida, puesto que muchas veces sucumbimos a las tentaciones que viene por parte del maligno. Por esa razón, San Juan no invita a ponernos en guardia, a no fiarnos de cualquier espíritu. Debemos de examinar los espíritus, para ver si en realidad provienen de Dios o de otra fuente.


    Pero ¿a qué se refiere eso de examinar los espíritus? Consiste en ver que es lo que pasa en mi corazón, cuál es la raíz de lo que está sintiendo ahora mismo, de dónde le viene ese sentimiento. Eso es examinar: descubrir si lo que siento viene de Dios o viene del mundo en el que nos movemos. La mundanidad es el espíritu que nos aleja del Espíritu de Dios.


    ¿Cuál es el criterio para hacer un buen discernimiento de lo que hay en mi corazón? El Apóstol Juan nos da la respuesta: “Todo aquel que reconoce a Jesucristo, Palabra de Dios, hecha hombre, es de Dios. Todo aquel que no reconoce a Jesús, no es de Dios, sino que su espíritu es del anticristo”.


    El criterio de todo esto es la Encarnación. Podemos sentir infinidad de cosas buenas dentro del corazón, pero si esas ideas y sentimientos no me llevan a Dios que se ha encarnado, no me llevarán al prójimo, al hermano. Por ello, Juan inicia el pasaje de hoy de esta manera: “Éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros”.


    Podemos realizar muchos proyectos y planes en este año que está comenzando, imaginarnos nuevos métodos para alcanzar nuestra felicidad, pero si no lo hacemos recorriendo el camino de Dios, no estamos en la senda del buen espíritu, sino en el del espíritu del mundo.


    No bajemos la guardia, no confiemos en cualquier espíritu. Estemos atentos, examinemos sí lo que hacemos lo realizamos por el Espíritu que viene de Dios.


    El servicio al prójimo, ayudar al que tiene necesidad, dar un buen consejo, prestar oído al que necesita ser escuchado, ofrecer el hombre a aquella persona que quiere desahogarse… esas son señales de que vamos por el camino del buen Espíritu, es decir, que nos encontramos en la senda del Verbo de Dios que se hizo carne.


    Pidámosle al Señor que nos dé la gracia de conocer bien lo que pasa en nuestro corazón y que su Espíritu nos lleve a ponernos al servicio de los demás.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

  1. El discernimiento es complejo y no, pidamos al Espíritu Santo nos ayude a ver, escuchar y actuar, desde la palabra de Dios, desde los signos de los tiempos.

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