Martes II semana Tiempo Ordinario
Hb 6, 10-20
Sal 110
Mc 2, 23-28
Sin duda alguna hoy en día vivir como un auténtico cristiano es un acto de mucha valentía. Es el aspecto del que hace mención la primera lectura de este día. El valor de seguir adelante debe de ser considerada una actitud de vida: así como aquellos deportistas que se entrenan para salir ganadores en sus competencias, así debe de ser el hombre al vivir su cristianismo.
También, de una manera indirecta, la Carta nos habla de la pereza, que es lo contrario al valor. Vivir en la indiferencia, sin esfuerzos, para que todo siga igual en la vida. Aquellos cristianos que no tienen ganas de salir adelante, que no luchan para que las cosas cambien, que no buscan trabajar para ser mejores, esos viven de una manera perezosa.
Qué tristeza contemplar a cristianos que se han atascado en la Iglesia. Aquellos cristianos que se refugian dentro de una estructura material y no salen al encuentro del otro; aquellos que se quedan quietos sin cumplir con la misión que Dios les ha encomendado de ser promotores de la Buena Nueva; aquellos que tienen pereza por hacer las cosas que el Señor les pide. Recordemos que el agua estancada, se apesta.
Lo que hace que un cristiano sea valiente, es la esperanza; lo contrario sucede con el perezoso, ya que no tiene esperanza. La esperanza viene a ser como un cimiento firme, al cual uno se aferra para no ser derrumbado, tanto en los momentos difíciles, como en los tranquilos.
Podemos centrar el mensaje de hoy en la esperanza: una esperanza que no defrauda, al contrario, va más allá de lo que uno pueda imaginar. Debemos buscar que la esperanza sea el ancla del alma, que esté segura y firme. Por la esperanza podemos seguir luchando, aferrarnos a ella para sostenernos en nuestro ser cristiano.
Jesús tiene puesta su esperanza en nosotros: Él no desea que seamos cristianos solo de apariencia o incluso cristianos estancados, como los fariseos del Evangelio. ¿De qué nos sirve una vida desde la apariencia si ante los ojos de Dios lo que cuenta es el interior del hombre, lo que hay en el corazón?
Por ese motivo, debemos de ir más allá de simples ritualismos, de puras apariencias. La vida en la fe esta puesta para el hombre, para que el viva con plenitud el ser hijo de Dios. No desde un libertinaje, sino con la convicción de que el Señor lo llama a vivir en plenitud, ya que “el hombre también es dueño del sábado”, es propietario de la esperanza.
Es necesario llenarnos de valor, de ir hacia adelante. En ocasiones nos equivocaremos, pero no te preocupes. ¿Quién no se ha equivocado? Uno aprende de sus errores. Por ese motivo, no tengas miedo de luchar por ser mejor: si lo haces bien, notaras los resultados en tu vida de cristiano; si algo sale mal, aprenderás de ello y eso te llevará a tomar el camino correcto para ser mejor hijo de Dios. No tenemos nada que perder: es ganar o ganar.
¿Cómo estoy viviendo mi ser cristiano desde la esperanza? Que el Señor nos dé la gracia de superar nuestros temores y de apartarnos de la pereza, que podamos vivir como hombres llenos de esperanza y que constantemente trabajemos en nosotros para ser mejores cristianos.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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