Miércoles de Ceniza
Jl 2, 12-28
Sal 50
II Co 5, 20-6, 2
Mt 6, 1-6. 16-18
El día de hoy estamos comenzando un nuevo camino cuaresmal. Un camino que se extiende durante cuarenta días, el cual nos conducirá al gozo de la Pascua del Señor, de la victoria de la vida sobre la muerte. Las lecturas que hemos reflexionado este día nos ofrecen algunos puntos a los cuales estamos llamados a convertirlos en actitudes concretas en esta Cuaresma.
En primer lugar, el llamado que el profeta Joel dirige al pueblo de Israel: “Todavía es tiempo: vuélvanse a mí de todo corazón, con ayunos, con lagrimas, con llantos; enluten su corazón y no sus vestidos”. Convertirse “de todo corazón”, significa desde el centro de nuestro ser, de nuestros pensamientos, con un gesto de total libertad.
¿Será posible este retorno a Dios? Por supuesto que sí, ya que existe una fuerza que no habita en nuestro corazón, sino que brota del mismo corazón de Dios. Esa fuerza se llama misericordia. El mismo profeta nos lo recuerda: “Vuélvanse al Señor Dios nuestro, porque es compasivo y misericordioso”. Este retornar a Dios solamente llega a nuestra vida en cuanto la gracia de Dios inunde mi corazón.
Además, el profeta nos trasmite, de parte de Dios, su deseo para la humanidad con estas palabras: “Rasguen su corazón y no las vestiduras”. Ciertamente, también hoy muchos están dispuestos a “rasgarse las vestiduras” ante los escándalos cometidos por los otros, ante las actitudes y decisiones de los demás. Parece que pocos están dispuestos a obrar sobre el propio “corazón”, sobre la propia conciencia, dejando que el Señor transforme su vida interior, llevándolo a la conversión.
“Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”. Esta afirmación nos indica que no se puede desperdiciar este momento, el cual, se nos ofrece como una ocasión única e irrepetible. “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. En este tiempo de Cuaresma, es importante tener la determinación y el valor para llegar a la conversión. Recuerda, no estas sólo, la gracia y la misericordia de Dios te acompañaran en este camino que deseas emprender hacia el Señor.
Las prácticas que nos ofrece el Evangelio (la limosna, la oración y el ayuno), es la indicación a seguir en este camino cuaresmal para responder a la invitación de “retornar a Dios de todo corazón”, no con hipocresía, sino con verdadera autenticidad y humildad. El verdadero discípulo no se sirve a sí mismo, sino a su Señor, y lo hace con sencillez y generosidad, sabiendo que “su Padre ve lo secreto y que Él lo recompensará todo”. Nuestro testimonio será más eficaz cuanto menos busquemos nuestra propia vanagloria y seamos conscientes de que nuestra recompensa es Dios mismo, el estar unidos a Él, convertidos de todo corazón.
Iniciamos confiados y alegres el itinerario cuaresmal. Escuchemos la voz del Señor que nos hace la invitación a la conversión, a regresar a Él de todo corazón. Que ningún hombre sea sordo a la llamada que Dios le hace, sino que, con toda humildad y sencillez, se deje conducir por Él.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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