Sábado IV semana Tiempo Ordinario
Hb 13, 15-17. 20-21
Sal 22
Mc 6, 30-34
A lo largo de cuatro semanas, hemos ido meditando y reflexionado en la Carta a los Hebreos. El día de hoy, al llegar al final de este libro sagrado, se nos dan unos consejos muy útiles para llevarlos a cabo en nuestra vida espiritual: “no se olviden nunca de practicar la generosidad y de compartir con los demás los bienes de ustedes, porque estos son los sacrificios que agradan a Dios”.
También se nos pide que seamos obedientes, dóciles a la voz de nuestros pastores. En nuestro tiempo es difícil ceder a lo que otros nos piden. Por ejemplo: cuántos alumnos no se rebelan contra los maestros y el sistema; cuántos hijos faltan el respeto a sus padres o los desobedecen. La obediencia en nuestra vida es necesaria para que haya paz y concordia. Jesús mismo nos da ejemplo, ya que Él siempre supo obedecer a su Padre.
Es cierto, en ocasiones nos cuesta trabajo ser generosos con los demás o llevar a la practica la obediencia. Algunas veces vamos caminando por sendas oscuras, sin saber con certeza hacia dónde nos dirigimos. Pero no debemos de temer ya que el Señor está con nosotros. Él es el Buen Pastor.
No tengamos miedo, ya que Jesús nos guía, es nuestra luz, nuestra fortaleza, nuestro consuelo. Su bondad y su misericordia siempre os acompañan, para que así, podamos habitar por siempre en su casa, para poder cambiar nuestras actitudes pecaminosas por acciones de generosidad, de docilidad ante su Palabra.
Ahora bien, Jesús sabe de nuestras preocupaciones, por eso, en el Evangelio, nos invita a descansar con Él, a poner todo aquello que inquieta nuestro corazón en sus manos. En ocasiones tenemos demasiado ruido interno que nos impide escuchar la voz de Dios. El Maestro nos invita a una intimidad espiritual, a descansar en Él, a llenarnos de su amor, de su comprensión, de su bondad.
La mirada de Jesús no se queda en lo superficial de la persona, sino que va a lo más profundo, mira lo más intimo del ser, el corazón del hombre. El Amor de Dios es tan grande que sabe acoger las necesidades de las personas, incluso aquellas que permanecen más escondidas.
La compasión de Jesús frente a la situación de malestar de la gente, no se queda simplemente en una reacción emotiva, llenándose de lastima por ellos. Al contrario, va más allá: Jesús presenta una actitud de disposición hacia el hombre, hacia su historia; quiere no solo remediar sus necesidades físicas, sino las espirituales; no pretende solo trabajar en lo superficial, sino que desea ahondar en lo más profundo de cada persona.
Démosle gracias a Dios en cada momento. Él sabe de nuestras necesidades, de nuestras luchas, de todo aquello que no nos permite ser generosos y obediente para con Él. Pidámosle al Señor un corazón dócil a su Palabra, que cuando estemos cansados, acudamos a Él, la fuente de la vida, y revitalizadas nuestras fuerzas, podamos seguir llevando a todos la Buena Nueva del Reino de los Cielos.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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