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"Jesús: signo de conversión"

 Miércoles I Tiempo de Cuaresma


Jn 3, 1-10

Sal 50

Lc 11, 29-32



    Hoy, tanto en la primera lectura como en el Evangelio, se nos presenta un personaje: Jonás, un profeta al cual se le considera un personaje de ficción. Con su sencilla historia se nos muestra el amor, la bondad y la misericordia de Dios, ante la conversión de todos los ninivítas.


    Jonás ha sido el profeta enviado a Nínive para pregonar: “dentro de cuarenta días, Nínive será destruida”. Esta ciudad se había desviado del camino de Dios, se había dejado corromper por el pecado. Pero, al enterarse de que el pueblo será destruido, deciden convertirse al Señor de todo corazón.


    Aquí no nos quedemos con los típicos comentarios pesimistas: “¡claro que se convirtieron! ¿Cómo no convertirnos al Señor si la destrucción se acerca?”; “Qué convenencieros: con esa advertencia, ¿quién no se convierte?”; “¡Obvio! Ya sentían el agua hasta el cuello”; bien dicen que “el miedo no anda en burro”. 


    Todo lo contrario, veamos lo bueno de esta historia: toda Nínive se convirtió al Señor de todo corazón. Ante la afirmación de Jonás, el pueblo, libre y voluntariamente, decide darle un vuelco a su vida, quieren regresar a Dios. Lo mismo debería de ser para nosotros en este tiempo de Cuaresma: volver a Él de todo corazón.


    ¿Por qué seguimos pidiendo señales del Señor? ¿Por qué no hemos sabido interpretar todos los signos y gestos que Cristo hizo y sigue haciendo en nosotros? Jesús ha realizado infinidad y variedad de milagros. Sin embargo, nuestra reacción sigue siendo como al de los jefes religiosos del pueblo de Israel: una actitud de rechazo, de desconfianza, y hasta de autosuficiencia. 


    En este tiempo, más que en otros momentos, nos encontramos con personas religiosamente inquietas, que no dan paso a la aceptación de Jesús como Dios. Pretenden encontrar argumentos definitivos que destruyan su incertidumbre y así aceptar a Cristo como Señor. La desconfianza escéptica que hay en el intelecto nos abruma y quiere dejar fuera de la ecuación la fe. 


    La cuaresma que estamos viviendo puede ser que se dé en nosotros una “metanoia”, es decir, “cambio de mentalidad”. Hemos de cambiar nuestras ideas racionales y pensamientos, tratando de comprender a Dios desde la razón, y abrir más los ojos de la fe, para encontrarnos con un Dios que es Padre/Madre lleno de amor por nosotros, de ternura, de compasión. Ya no tenemos que pedir señales al Señor, puesto que Él se manifiesta de muchas maneras en nuestra vida.


    Como seguidores de Jesucristo nos toca descubrirlo día a día y acogerlo con sencillez y naturalidad. Él nos acompaña siempre: dejémonos influir por ese amor que nos ofrece. Solo creyendo y aceptando su amor incondicional puede llegar a nuestra vida la conversión y el cambio de mentalidad que tanto necesitamos.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

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