Ir al contenido principal

¿Te carcome la envidia?

Lunes VI semana Tiempo Ordinario


Gn 4, 1-15. 25

Sal 49

Mc 8, 11-13



    En algún momento de nuestra vida todos hemos experimentado la envidia, ya sea de manera consciente o de modo inconsciente. Generalmente, la envidia nos llevar a experimentar ciertos deseos no tan buenos en mi vida: me puede conducir a rechazar al prójimo; tal vez haga sentirme menos útil a los ojos del mundo; pueden surgir actitudes negativas como lo son los celos, el rechazo, etc.


    Lo que hemos contemplado en la primera lectura, es un claro ejemplo de cómo la envidia nos puede llevar a cometer muchas atrocidades para con el hermano. Ante el aparente disgusto de Dios al presentar su ofrenda, Caín se enfurece y anda resentido, lo cual lo lleva a matar a su hermano Abel.


    ¿Por qué Dios no encontró aceptable la ofrenda de Caín? Por la manera en el que Caín ofreció su sacrificio. Dios le dice: “Si hicieras el bien, te sentirías feliz”. Esto nos hace ver que el corazón de Caín estaba entenebrecido por el pecado, que la ofrenda hecha a Dios no tenía una buena intención.  


    ¿De qué nos sirve presentar al Señor ofrendas todos los días de nuestra existencia si nuestro corazón está lejos del bien? Una ofrenda que no tiene recta intención pierde mucho valor. Podemos ofrecerle infinidad de cosas a Dios, pero si todo aquello no nace de lo más profundo de mi ser, deja de ser agradable para el Señor: “No importa el numero de acciones (ofrendas) que hagamos en nuestra vida, sino el amor que depositemos en cada una de ellas”.


    Lo mismo sucede en el Evangelio. Los fariseos quieren probar a Jesús, por eso le piden algún signo. ¿No han tenido ya suficientes señales por parte del Señor? ¿No les ha quedado claro con todos los milagros que ha realizado: curar enfermos, expulsar demonios, multiplicar los panes? Su corazón estaba cerrado completamente a Dios. No podían terminar de convencerse de que Jesús era el Mesías, el enviado del Padre. Muy probablemente tenían envidia de Cristo.


    Ahora bien, experimentar la envidia en nuestra vida, también nos puede llevar a querer ser mejores. Es cierto, hay muchas personas que pueden ser mejor que nosotros: más atléticos, más inteligentes, más talentosos, etc. Descubrir la grandeza del prójimo debería de conducirme a querer ser mejor, a superarme día a día, a dar lo mejor de mí, no a tenerle envidia a mi hermano y querer eliminarlo de este mundo. “El pecado está a tu puerta, acechándote como fiera; pero tú puedes dominarlo”. La decisión es nuestra: o nos dejamos vencer por el pecado de la envidia o le permitimos al bien reinar en nuestro corazón para luchar por ser mejores.


    Recordemos que la gota de agua que cae sobre una roca, no la termina partiendo debido a la fuerza que esta imprima a su caída, sino por la constancia de caer en el mismo lugar. Lo mismo sucede en la vida del hombre: para poder llegar a presentar a Dios una ofrenda agradable, no es necesario imitar o eliminar la ofrende de mi hermano, sino presentarla de buena manera, con un corazón lleno de bondad.


    La decisión está en tus manos: tú decides si quieres esforzarte día con día para ser mejor, para que así, tu ofrenda sea agradable a Dios.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Dios nos hace dignos"

  Sábado XII semana Tiempo Ordinario Gn 18, 1-15 Lc 1 Mt, 8, 5-17      La escena que reflexionamos en la primera lectura es la famosa aparición de Dios a Abraham junto a la encina de Mambré: son tres hombres, pero parece que es sólo uno; son ángeles, pero en algunos momentos del diálogo, parece que es el mismo Dios. Abraham sigue siendo un modelo de fe y ahora, como buen hombre que es, nos muestra cómo debemos de acoger en nosotros la voluntad de Dios.      Hemos de estar atentos a la manera en la que Dios no visita, ya que muchas veces se reviste de lo ordinario o de lo extraordinario. Tenemos que aprender a descubrirlo en las personas, en los acontecimientos que nos suceden, en la misma naturaleza que nos habla de su excelsa gloria, etc.      Por otra parte, llama la atención y parecería que Dios tiene un gusto muy peculiar por elegir, para su obra redentora, personas débiles, a matrimonios ancianos y hasta estériles. Basta...

Una Vida nueva..

Viernes de la octava de Pascua  Hch 4, 1-12 Sal 117 Jn 21, 1-14      ¿Qué le está pasando a Pedro? Parecería que no es el mismo que había llamado Cristo: parece un impostor. ¿Qué no había negado tres veces al Maestro? ¿Qué no le había prometido dar la vida por Él y salió corriendo? Entonces ¿qué mosca le picó? ¿Qué pasó con ese Pedro pecador, frágil, cobarde? Fácil de responder: tuvo un encuentro personal con Jesús resucitado. La Pascua viene a ser un tiempo propicio para que se de ese encuentro con el Resucitado.      Cabria preguntarnos entonces: ¿cómo se dará ese encuentro con el resucitado? En ocasiones nos podemos equivocar si pensamos que Jesús solo se encuentra en los templos o en la intimidad de la oración. Jesús se hace presente en todos los lugares de nuestra vida: trabajo, casa, oficina, escuela, etc.  Jesús sale a nuestro encuentro en cualquier instante de nuestra existencia. No dejemos que este tiempo de gracia pa...

Renovémonos

Lunes de la segunda semana de Pascua Hch 4, 23-31 Sal 2 Jn 3, 1-8     Todo camino comienza con el primer paso y para poder llegar al destino que se tiene en mente, es necesario tener determinación. Pues eso es lo que podemos ver en Nicodemo al salir de noche al encuentro de Jesús y hacer tan hermosa afirmación: “Maestro, sabemos que tú has venido de Dios…nadie puede hacer los signos que Tú haces, si Dios no está contigo”.       Es evidente que todo itinerario de fe empieza con disponibilidad. Sí, es cierto, Nicodemo tenía disponibilidad, pero todavía estaba muy lejos de captar el misterio de la persona de Jesús y por ende de comprender su doctrina sobre el nuevo nacimiento. Cristo desbarata la lógica humana del fariseo y lo introduce en el misterio del Reino de Dios.      Esto que hemos visto anteriormente surge cuando el hombre renace del agua y del Espíritu. Solo así podemos entender el misterio del Reino de Dios, volvi...