Anunciación del Señor
Is 7, 10-14
Sal 39
Hb 10, 4-10
Lc 1, 26-38
El día de hoy celebramos la solemnidad de la Anunciación a la Bienaventurada Virgen María. La Anunciación es una fiesta cristológica, ya que en ella se celebra el misterio central de Cristo: su Encarnación. Esta gran festividad se nos presenta, generalmente, en medio de la Cuaresma. Por ende, les invito a reflexionar sobre este estupendo misterio de fe, por el cual Dios nos dará la redención.
El evangelista san Lucas nos ha narrado la Anunciación del Señor de una manera humilde, oculta (únicamente María tuvo este encuentro), pero al mismo tiempo decisiva para la historia de la humanidad. En el momento en el que la Virgen dijo “sí” al anuncio del Arcángel Gabriel, Jesús se encarnó, comenzando así el momento más culminante de la Historia de la Salvación, la cual concluirá en la Pascua del Señor.
Al meditar el “sí” de María, nos damos cuenta de que es el reflejo perfecto del mismo Jesús, cuando Él mismo ha entrado en el mundo. Tanto el Salmo y la carta a los Hebreos nos lo quieren aclarar: “Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad”. La obediencia del Hijo se refleja en la obediencia de la Madre y así, gracias a esos “sí”, Dios le otorgó la salvación a toda la humanidad.
“He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. La respuesta de María al Arcángel Gabriel es un ejemplo que la Iglesia debe seguir, ya que ella está llamada a manifestar a Jesucristo ente toda la humanidad. Como María, también nosotros debemos estar disponibles a la voz del Señor.
Es bueno traer a nuestra memoria que una de las cualidades más grandes que debe poseer el creyente será la de la disponibilidad y docilidad. Así como María, también nosotros estamos llamados a responder al Señor, a abrirnos al proyecto que Él tiene para nosotros.
Estoy seguro de que de una u otra manera el Espíritu Santo nos comunica lo mismo que el Ángel le comunicó a la Virgen María: “Alégrate, el Señor está contigo”. Dios siempre está con nosotros. Independientemente de las circunstancias que podamos estar pasando, de los mementos de flaqueza que estemos viviendo, nunca nos deja solos: “No temas, el Señor está contigo”.
En este tiempo cuaresmal no nos olvidemos de contemplar a la Virgen María, la cual, en el Calvario, sella el “sí” pronunciado en Nazaret. Ella nos enseña a abandonarnos al Señor todos los días. Como María, permanezcamos fieles hasta el final, puesto que también nosotros “hemos hallado gracia ante los ojos de Dios”.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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