Sábado IV Tiempo de Cuaresma
Jr 11, 18-20
Sal 7
Jn 7, 40-53
Nos vamos acercando cada vez más a la celebración de la Pascua. Durante estos últimos días hemos contemplado la figura de Jesucristo, que camina con la firme determinación hacia el sacrificio de la cruz.
Cristo sigue siendo signo de contradicción para el pueblo de Israel: unos lo aceptan, otros los rechazan, algunos otros siguen indecisos. Los guardias que iban a apresar a Jesús quedan maravillados, puesto que nadie ha hablado como Él; los sumos sacerdotes y los fariseos no quieren reconocer al Mesías por motivos insignificantes: “de Galilea no ha salido ningún profeta”. Después de todo lo que ha realizado el Señor, ¿tan importante es el pueblo del que tiene que venir el Salvador?
Podemos contemplar a Jesús como el nuevo Jeremías: también Él es perseguido, condenado a muerte por aquellos que se escandalizan por su mensaje. Cristo será también “un cordero manso, que es llevado al matadero”. De la misma manera en la que Jeremías confía en Dios, “Señor, a ti me acojo”, Jesús se abandona a su Padre: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Hemos de admirar la decisión radical del Señor, su fidelidad a la misión que el Padre le ha encomendado, su gran solidaridad para con todos, su determinación de entregar su vida en la cruz. Esta admiración seguirá creciendo, en la medida en que nos vayamos acercando al misterio de la Redención.
En la actualidad, podemos percatarnos de que el mundo de hoy ofrece argumentos tan superficiales para rechazar a Jesús, para no creer en Él. En más de alguna ocasión he escuchado a gente que desprestigia el trabajo realizado por los agentes de pastoral de la parroquia o por el mismo sacerdote. Esas personas están llenas de soberbia. En cambio, las personas sencillas, como los guardias del Evangelio, si se abren a la verdad, reconocen con facilidad que Jesús es el Mesías, puesto que nadie ha hablado como Él.
Desde que iniciamos la Cuaresma, nosotros hemos tomado la decisión de partir con Jesús, de acompañarlo en este proceso de conversión. Hemos estado preparando el corazón para celebrar de una manera más laudable la Pascua del Señor. Este tiempo propicio de conversión nos quiere ayudar a que nuestra fe no sea meramente rutinaria, sino que se abandone completamente al Señor.
Pidámosle al Señor que nos conceda tener la suficiente apertura para escuchar su Palabra y ponerla en práctica y que nos conceda la fortaleza necesaria para proclamar su nombre a todos los pueblos, inclusive si esto nos pueda generar rechazos o criticas por todos aquellos que nos rodean.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Que el Señor nos ilumine 🙏🏼
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