Lunes II de Pascua
Hch 4, 23-31
Sal 2
Jn 3, 1-8
Isaac Newton, un célebre científico y alquimista, en su tercera Ley, afirmaba: “A toda acción, corresponde una reacción”, lo cual no sólo tiene mucho sentido, sino que es verdad. Esto lo podemos aplicar en el mismo hombre: toda operación que el hombre realice tendrá sus consecuencias. Iluminados por la Palabra de Dios, apliquemos este principio de física en nuestra reflexión.
Ante la persecución que se desata contra la primera comunidad, en la cual se encontraban Pedro y Juan, van a reaccionar con espíritu de oración. Podemos señalar claramente que la acción viene a ser el desprecio de los sacerdotes a los primeros cristianos y la reacción es la de orar ante Dios ara pedir las fuerzas necesarias y así poder anunciar la Buena Nueva con valentía.
Una vez que se terminó de orar, retembló en el lugar donde se encontraban reunidos, quedando llenos del Espíritu Santo. De nuevo analicemos esto aplicando la tercera Ley de Newton: la acción será el temblor que se da en aquel lugar, la reacción es que quedaron llenos del Espíritu Divino.
Sigamos en esta línea. En el Evangelio contemplamos a Nicodemo, un judío que había ido de noche a ver a Jesús. En el diálogo que sostienen, podemos contemplar que la acción que pide Jesús es “la de renacer de nuevo, del agua y del Espíritu”, dándonos como reacción el poder contemplar “el Reino de Dios”.
Ahora bien, tomando este principio básico de la física, vamos aplicándolo a nuestra propia vida de creyentes. Si verdaderamente queremos manifestar y mostrarnos como auténticos seguidores y testigos de Jesucristo, necesitamos llevar a la práctica todos los gestos que nos enseñó el Maestro, puesto que todas las consecuencias que traigan nuestro obrar serán los propios del Resucitado.
Llevar en nuestra propia vida el Espíritu de Dios, nos dará la fortaleza para poder pensar, actuar y hablar como verdaderos seguidores del Señor.
Pidámosle al Señor que nos conceda realizar todas nuestras acciones con el Espíritu de lo alto que hemos recibido, para que todas las reacciones que esto desencadene manifiesten en sí la gloria del Resucitado.
Pbro. José Gerardo Moya Soto

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