Miércoles VI de Pascua
Hch 17, 15-16. 22-18, 1
Sal 148
Jn 16, 12-15
¿Alguna vez has querido que una persona se acerque más a la Iglesia? ¿Cuántas veces hemos intentado acercar a alguien a nuestra fe, ya sea un amigo, a algún familiar, a un conocido? ¿Cuál es el método que empleamos para dicha misión? Pues hoy San Pablo nos presenta una metodología muy interesante. Veamos:
Cuando queremos convencer a alguien que abrace nuestra fe, muchas veces no nos interesamos en la creencia actual del individuo, o si la conocemos, no hablamos de lo que esa persona cree o piensa. San Pablo, sin embargo, comienza hablando de la creencia de los atenienses: “Al recorrer su ciudad, he visto que ustedes son en extremo religiosos”. El Apóstol habla de las creencias de aquellos hombres y nos los ataca, o les echa encima su religiosidad, o menosprecia las creencias de aquella ciudad. Entonces un primer aspecto será el de conocer, respetar y hablar desde la experiencia de fe de los demás.
En la medida en que se vaya desenvolviendo el dialogo, hemos de aprovechar los huecos que se van presentando para hablar de Dios, tal cual lo hizo San Pablo: “Encontré un altar con la inscripción «al Dios desconocido. Pues bien, yo vengo a hablarles de ese Dios que ustedes veneran sin conocerlo». Pablo no les quita sus dioses, sino más bien les presenta lo que les falta y les hace ver la grandeza de lo que ellos desconocían. En muchas ocasiones, nosotros queremos quitar todo aquello que consideramos malo de los otros en lugar de ofrecerles lo bueno, que es el Señor. En la medida en que cada uno vaya conociendo a Dios, solito irá depurando todo lo que no le sirve y aquello que está de más en su vida, lo irá desechando. Un segundo aspecto será en no esforzarnos en quitar, sino más bien dar, compartir y trasmitir a Dios.
Pablo, al ir avanzando en su discurso, llega al momento de hablar de la resurrección de los muertos, lo cual no fue del todo bien aceptado por los atenienses. Algunos de ellos se burlaron y otros más les dijeron: “de eso te oiremos hablar en otra ocasión. Entonces Pablo se retiró”. Nosotros muchas veces somos tercos, aferrados y no respetamos los limites de los demás, y queremos imponerles a la fuerza nuestras ideas. San Pablo fue respetuoso, se retiró de aquel lugar. Tercer aspecto que considerar: hemos de respetar los limites que ponen los demás al compartir nuestra fe.
De la misma manera en que San Pablo respeto a los ciudadanos de Atenas, así lo hace el Maestro con nosotros: “aun tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender”. Muchos atenienses se perdieron la oportunidad de conocer al “verdadero Dios” por quien se vive. Que no nos suceda lo mismo a nosotros: basta ya de poner pretextos y trabas en nuestra vida. Mejor, adentrémonos cada vez más en nuestra experiencia de fe y, al igual que San Pablo, podamos dar testimonio de ella por medio de nuestra manera de hablar y de vivir.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Señor guia mi fe cada día para respetar y compartir lo buen que a mí me haces.🙏
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