Viernes V de Pascua
Hch 15, 22-31
Sal 56
Jn 15, 12-17
Tras verse concluido la asamblea en Jerusalén, una vez que se ha encontrado la solución a la problemática de los cristianos conversos del paganismo, nos enteramos de que la Iglesia de Antioquia ha recibido una carta de parte de los Apóstoles. En ella se puede observar que se las “ha decidido no imponerles más cargas que las estrictamente necesarias. A saber: abstenerse de la fornicación, de comer lo inmolado a los ídolos, comer animales estrangulados y beber su sangre. Si se apartan de todas esas cosas, harán el bien”.
Entonces cabría preguntarnos: ¿por qué parece que a ciertas comunidades se les exige mucho y a otras menos? Me atrevo a decir que esto es así porque no todas tienen el mismo proceso de conversión; no todas tienen la misma maduración de fe.
¿No nos ha pasado que en ocasiones nos enojamos con otros porque vemos que exigen más a unos que a otros? Tal vez alguna vez te has topado con esto: el sacerdote de la comunidad regañó a “Fulano” porque hizo tal cosa; ah, pero a “Zutano” no le dijo absolutamente nada. ¿Existirá aquí un favoritismo? ¡Por supuesto que no! Lo que pasa es que a cada uno se nos exige según nuestro caminar.
No se le puede exigir lo mismo a una persona que ya tiene bastante tiempo sirviendo en la Iglesia que a una persona que se acaba de agregar al servicio de esta. Es obvio que entre más cerca nos encontremos del Señor, más se nos va a exigir. Eso lo podemos contemplar en los mismos Apóstoles: entre más van avanzando en su caminar de fe, más duro y exigente se vuelve la encomienda que el Señor les ha dado.
Hemos de darnos cuenta, entonces, de que no podemos conformarnos con vivir nuestra fe de la misma manera de cuando iniciamos nuestro caminar en Jesús. No queramos recibir un fruto que no coincide con aquello que hemos sembrado con nuestro esfuerzo. Seamos consientes de que cada día se vuelve más exigente ya que el Señor nos “ha destinado para que vayamos y demos fruto y nuestro fruto permanezca”.
Tengamos la certeza de que si Dios nos está exigiendo algo es porque lo podemos realizar, al fin y al cabo, “no fuimos nosotros lo que lo elegimos a Él, sino que Él nos eligió a nosotros”. El Señor sabe perfectamente de lo que somos capaces de llegar a hacer si nos abandonamos completamente a Él.
No tengamos miedo; confiemos en el Maestro. Si en estos momentos de nuestra existencia estamos pasando por momentos difíciles, de prueba, y sentimos que ya no podemos más, tengamos la certeza de que es Jesús quien ha encontrado en nosotros lo necesario para continuar esta misión. Abandonémonos al Señor y tengamos la garantía de que, aún viviendo en la adversidad, podemos dar frutos que permanezcan para siempre.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Comentarios
Publicar un comentario