Ir al contenido principal

"No te separes de Jesús"

 V Domingo de Pascua


Hch 9, 26-31

Sal 21

I Jn 3, 18-24

Jn 15, 1-8



    En muchas de sus enseñanzas, Jesús parte con frecuencia de cosas familiares y conocidas para todos aquellos que los escuchan, aspectos que se encontraban ante los ojos de todos. El día de hoy emplea la imagen de la vid y los sarmientos, imagen conocida por muchos en aquella época.


    Meditar sobre las palabras de Jesús respecto a la vid y los sarmientos, significa darnos cuenta de la relación que existe entre Él y sus discípulos: “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos”. Es una relación aún más profunda que la que existe entre el pastor y sus ovejas, Evangelio que meditábamos la semana pasada. En el pasaje de hoy, descubrimos dónde reside la fuerza interior de nuestra fe y religión.


    Según el relato evangélico del evangelista San Juan, estando Jesús con sus discípulos en el cenáculo, la víspera antes de su muerte, les revela su más profundo deseo: “permanezcan en mí”. El Maestro sabe de la cobardía de los suyos y en muchas ocasiones les ha recriminado su falta de fe (cfr. Mt 14, 31; Mt 8, 26; Mc 4, 40; Lc 8, 25). Jesucristo sabe que, si no se mantienen unidos a Él, no podrán subsistir.


    Las palabras que emplea Jesús no pueden ser más claras: “como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, sino permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí”. Si no nos mantenemos firmes en todo lo que hemos vivido y aprendido del Maestro, nuestra vida será estéril; si no vivimos unidos a Jesús, lo iniciado por Él se destruirá.


    El lenguaje que emplea Jesús es contundente y nos deja en claro quién es el protagonista de toda nuestra vida: “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos”. En todos aquellos que nos decimos ser testigos del Resucitado ha de correr la savia que proviene de Jesús. Nunca olvidemos que “permanece en Dios, es dar fruto abundante”, ya que “sin Él nada podemos hacer”. Si nos separamos de Jesús, no podemos hacer nada.


    Jesús no únicamente nos pide que permanezcamos en Él, sino que “sus palabras permanezcan entre nosotros”. No olvidemos sus palabras. Vivamos de acuerdo con su Evangelio, ya que esa es la fuente a la que nos acercamos a beber, puesto que “las palabras que Él nos ha dicho son espíritu y vida” (cfr. Jn 6, 63).


    ¿Cuál es entonces la misión del sarmiento? El mismo Juan lo expresa: “permanecer”. Permanecer en Cristo Jesús significa: no abandonar los dones recibidos en el bautismo; no ir al país lejano como el hijo prodigo, pensando que se puede separar del Señor de un solo golpe, cayendo en una vida disoluta (cfr. Lc 15 11-31); echando en saco roto la gracia recibida por Él (cfr. II Tim 2, 14ss).


    Permanecer en Cristo significa permanecer en su amor. En esto, hemos de entender que el amor que Él nos tiene es más grande del que nosotros podemos tener por Él. Es, por tanto, permitirle a Dios que nos ame, que nos haga pasar la savia de su Espíritu Santo, evitando poner entre Él y nosotros la barrera de la autosuficiencia, de la indiferencia y del pecado.


    Para seguir creciendo y dar frutos debemos de ser podados. Dios quiere quitar de nuestra vida todo aquello que no nos ayuda a dar frutos, aquellos apegos y deseos desordenados. Debemos de reconocer la mano del Padre cuando Él nos poda, cuando nos recibe con los brazos de la misericordia perdonando todos nuestros pecados.


    La palabra del Señor sobre la vid y los sarmientos adquirirá un nuevo significado en la medida en que la asumamos y meditemos en lo más profundo de nuestro corazón. Que Dios nos conceda la gracia de poder abandonarnos completamente a su amor, para que permaneciendo en Él podamos dar frutos en abundancia.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Dios nos hace dignos"

  Sábado XII semana Tiempo Ordinario Gn 18, 1-15 Lc 1 Mt, 8, 5-17      La escena que reflexionamos en la primera lectura es la famosa aparición de Dios a Abraham junto a la encina de Mambré: son tres hombres, pero parece que es sólo uno; son ángeles, pero en algunos momentos del diálogo, parece que es el mismo Dios. Abraham sigue siendo un modelo de fe y ahora, como buen hombre que es, nos muestra cómo debemos de acoger en nosotros la voluntad de Dios.      Hemos de estar atentos a la manera en la que Dios no visita, ya que muchas veces se reviste de lo ordinario o de lo extraordinario. Tenemos que aprender a descubrirlo en las personas, en los acontecimientos que nos suceden, en la misma naturaleza que nos habla de su excelsa gloria, etc.      Por otra parte, llama la atención y parecería que Dios tiene un gusto muy peculiar por elegir, para su obra redentora, personas débiles, a matrimonios ancianos y hasta estériles. Basta...

Una Vida nueva..

Viernes de la octava de Pascua  Hch 4, 1-12 Sal 117 Jn 21, 1-14      ¿Qué le está pasando a Pedro? Parecería que no es el mismo que había llamado Cristo: parece un impostor. ¿Qué no había negado tres veces al Maestro? ¿Qué no le había prometido dar la vida por Él y salió corriendo? Entonces ¿qué mosca le picó? ¿Qué pasó con ese Pedro pecador, frágil, cobarde? Fácil de responder: tuvo un encuentro personal con Jesús resucitado. La Pascua viene a ser un tiempo propicio para que se de ese encuentro con el Resucitado.      Cabria preguntarnos entonces: ¿cómo se dará ese encuentro con el resucitado? En ocasiones nos podemos equivocar si pensamos que Jesús solo se encuentra en los templos o en la intimidad de la oración. Jesús se hace presente en todos los lugares de nuestra vida: trabajo, casa, oficina, escuela, etc.  Jesús sale a nuestro encuentro en cualquier instante de nuestra existencia. No dejemos que este tiempo de gracia pa...

Renovémonos

Lunes de la segunda semana de Pascua Hch 4, 23-31 Sal 2 Jn 3, 1-8     Todo camino comienza con el primer paso y para poder llegar al destino que se tiene en mente, es necesario tener determinación. Pues eso es lo que podemos ver en Nicodemo al salir de noche al encuentro de Jesús y hacer tan hermosa afirmación: “Maestro, sabemos que tú has venido de Dios…nadie puede hacer los signos que Tú haces, si Dios no está contigo”.       Es evidente que todo itinerario de fe empieza con disponibilidad. Sí, es cierto, Nicodemo tenía disponibilidad, pero todavía estaba muy lejos de captar el misterio de la persona de Jesús y por ende de comprender su doctrina sobre el nuevo nacimiento. Cristo desbarata la lógica humana del fariseo y lo introduce en el misterio del Reino de Dios.      Esto que hemos visto anteriormente surge cuando el hombre renace del agua y del Espíritu. Solo así podemos entender el misterio del Reino de Dios, volvi...